La empresa y el empresario
En el momento de crear una empresa, el promotor tiene que decidir su
tamaño. Los objetivos son, presuntamente, la maximización de beneficios a corto y a
largo plazo. A corto plazo el problema se resuelve creando una estructura que haga
coincidir el punto más bajo de la curva de costes totales medios con el precio del
producto. A largo plazo la empresa deberá mostrar suficiente flexibilidad para,
modificando su tamaño y estructura, desplazar su curva de costes de forma que se
permanezca el mayor tiempo posible con beneficios máximos. Este modelo ha sido criticado por su alejamiento del mundo real, de las
razones que declaran los empresarios utilizar en la adopción de decisiones. En la
realidad la información disponible por el empresario sobre la evolución futura
del mercado es tan escasa que no pueden adoptarse decisiones maximizadoras. Los riesgos
son tan altos que el objetivo principal pasa a ser la seguridad.
Un enfoque teórico alternativo consiste en contemplar a la empresa
como un individuo que lucha por su supervivencia en un ambiente ecológico
fluctuante. En esas circunstancias el arma de defensa principal es la flexibilidad de la
organización interna, su capacidad de disponer de información suficiente sobre las
cambiantes circunstancias el mercado, su capacidad para asimilar esa información y
adoptar rápidamente decisiones consecuentes.
Según este enfoque, el cambio en el mundo económico tendría
características similares al mundo biológico: la evolución estaría sometida a las
leyes darwinistas según las cuales sobreviviría la empresa mejor adaptada al
entorno. Las empresas jóvenes tratarían de emular a las empresas de éxito imitando sus
características sobresalientes y contribuyendo así a "subir el listón".
Debemos por tanto considerar quién y cómo adopta las decisiones en
las empresas. Está claro que las decisiones las toman los individuos que dirigen las
empresas pero ¿Quiénes son estos individuos y cuáles son sus objetivos? La teoría
económica tradicional considera, como hemos dicho, que las empresas tratan de maximizar
sus beneficios. Pero para que esto sea indiscutible es necesario que, como ocurría antes,
los propietarios de las empresas sean los mismos que los administradores.
El empresario del siglo pasado asumía tres tipos de actividades: el
empresario emprendedor que toma la iniciativa de crear una empresa, el empresario capitalista que aporta los medios necesarios para llevarla a cabo y el empresario administrador
que gestiona la empresa que ha creado. Aunque en la pequeña y mediana empresa ese tipo
multifacético de empresario sigue existiendo, en las grandes empresas esas tres funciones
las realizan individuos que muy frecuentemente no se conocen entre sí. Las iniciativas
emprendedoras son estudiadas y analizadas por las divisiones de planificación y marketing,
los propietarios de las acciones pueden incluso ignorar cuál es la actividad principal de
la empresa, y los administradores pueden haber sido contratados simplemente por tener una
brillante trayectoria profesional en otras empresas. Cada vez es más frecuente, y sobre todo en las grandes empresas, que
los propietarios sean un gran número de pequeños accionistas sin ninguna capacidad de
decisión. Incluso los consejos de administración, formados por los accionistas más
importantes aunque minoritarios, cederán la gestión cotidiana a consejeros delegados,
gerentes y a técnicos con un título de Master en Dirección de Empresas. En los últimos tiempos han salido a la luz pública las diferencias de
opinión existentes entre los propietarios y los gerentes de algunas grandes empresas. De
hecho es muy posible que el gerente esté más interesado en conseguir poder o prestigio
que beneficios. El poder y el prestigio pueden conseguirse haciendo que la empresa aumente
de tamaño, gane cuotas de mercado, aunque para ello se deban sacrificar los dividendos
que se reparten. Se supone que los accionistas o el consejo de administración pueden
cambiar en cualquier momento al gerente que no trabaje por sus intereses, y así sucede en
ocasiones como sabemos. Incluso una empresa que no esté siendo bien administrada puede
ser objeto de absorción por otra. Hay de hecho en la actualidad empresas especializadas
en apoderarse de otras mal administradas, cambiar a los gerentes, reflotarlas y
revenderlas con impresionantes beneficios. Pero la influencia de los intereses de los
gerentes en la adopción de decisiones en la empresa es un hecho que debe ser tenido en
cuenta.