FILÓSOFOS ANDALUCES

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(A. R. Almodóvar, en “EL MUNDO”)

(Manuel García Morente, de Arjonilla, Jaén, 1886;

María Zambrano, de Vélez-Málaga, 1904;

Adolfo Sánchez Vázquez, de Algeciras, 1915.)

DEMUESTRA TUS CONOCIMIENTOS DE FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA RELLENANDO LOS HUECOS

Cuando yo llegué a Madrid, en 1962 para estudiar Filosofía Pura, no había el menor rastro de los dos últimos. Sólo unos años más tarde, Aranguren se acordaba de la malagueña trasterrada. De Sánchez Vázquez, “el comunista”, no supimos hasta mucho después. García Morente, en cambio, era ya reivindicado por el Opus, con el propósito de desprestigiar a Ortega.
Pero los tres, de un modo u otro, procedían del autor de La de las masas. Morente abandonó el trascendental neokantiano y ateo para abrazar la razón orteguiana. Luego se hizo sacerdote, tras un curioso episodio de conversión fulminante y cuando a punto estaba de suicidarse en París. Zambrano llevó los postulados del maestro a la razón . Más tarde evolucionó hacía una forma muy particular de misticismo heterodoxo. Sánchez Vázquez simplemente renegó de todo elitismo más o menos contemplativo, para entregarse a la nueva utopía del transformador del mundo.
Los tres han sido maltratados y casi devorados por el tiempo. Pero no es tarde para reconocerles el valor histórico aparte del valor moral. Y lo que aún pueden enseñarnos, a partir de cómo se enfrentaron a la idea entonces dominante de que Dios, o bien había muerto () o guardaba un irritante silencio (Unamuno). Por ejemplo, la obsesión común por el problema de la libertad individual, frente a la Providencia, al estoicismo del pueblo, a la economía, respectivamente. En el caso de la malagueña, también el concepto de “democracia económica”, que ahora propugna Saramago. Qué extrañas vueltas y revueltas.
Pero además de la filosofía interesa el ángulo generacional y geográfico. ¿Fue casualidad, o había algo en Andalucía capaz de producir esos ejemplares en tiempos tan difíciles? ¿Cómo circulaba la savia intelectual por donde cundía el analfabetismo? No mucho más atrás habían surgido otras promociones de pensadores del más alto nivel, como la saga de los , -en particular el último, Antonio, cuya aportación filosófica está todavía por reivindicar, y que fue de mucha influencia en María Zambrano- o la figura de Giner de lo Ríos, en Ronda. (...)
Demasiadas casualidades para medio siglo de excelencia filosófica, de aprendizajes cruzados, aunque no dejaran ni el más leve vestigio. Ni escuelas, ni seguidores. Nada. La pregunta es obligada, y da vértigo: ¿Dónde están los andaluces de hoy? ¿Qué nos va a dejar la endogámica Universidad de la democracia?