Atlántida, en busca de la esencia

Coral de Cámara de Pamplona © Iñaki Porto

Veus eixe mar?

Falla pasó los últimos veinte años de su vida trabajando en la que había de ser su obra definitiva: la cantata escénica Atlàntida, compuesta sobre un poema en lengua catalana del poeta Jacinto Verdaguer. La obra quedó inconclusa a la muerte del compositor, ocurrida en Argentina en 1946.

El tema de la Atlántida había atraído a Falla desde su infancia y en el poema vio reflejadas todas sus preocupaciones religiosas y humanísticas. Imaginemos a Falla niño en las playas de Cádiz. Trata de escuchar los ecos de aquel reino sumergido que según las fuentes clásicas se extendía más allá de las columnas de Hércules, enfrente de la costa gaditana; y también sueña con América, el Nuevo Mundo. Estas impresiones de la infancia arraigaron en el alma de Falla y cuando cumple 50 años decide dedicar su labor de compositor exclusivamente a Atlàntida. Sabemos que entonces viaja a Cádiz para dirigir un concierto y aprovecha la estancia en su tierra natal para realizar una excursión al islote de Sancti Petri, lugar en el que supuestamente estarían las ruinas del templo de Hércules, un personaje central de Atlàntida.

¿Qué es lo que atraía a Falla del poema, más allá de sus impresiones de infancia? Sin duda, la dimensión mítica e histórica del tema era vivida por Falla (hombre de enorme fervor religioso y grandes escrúpulos morales) de forma autobiográfica: al igual que la Atlántida renace en el Nuevo Mundo, el hombre pecador se transforma en el hombre nuevo redimido por la fe en Cristo. Entonces ¿Cuál es el tema de la obra? Se podría intentar resumir así: la Atlántida, hundida por sus pecados, es redimida en el Nuevo Mundo, que emerge más allá del mar como una nueva Atlántida, ganada para la fe cristiana por la acción de España.

Es significativo que, al componer Atlántida, Falla parece renegar de sus obras escénicas anteriores, que juzga indignas o banales. Aunque en Atlántida encontramos músicas que continúan su producción anterior, Falla siente que estas músicas se integran en un programa más amplio y acorde a sus convicciones. Y es que el tema de la obra ofrecía al compositor la posibilidad de una reconciliación de dos mundos culturales opuestos: el mundo pagano, rico y colorido, y el mundo cristiano, ascético y espiritual; pero también una reconciliación estética y musical porque en Atlàntida conviven una música de rico cromatismo, de influencia europea, que ilustra el mundo pagano, y una música muy despojada, compuesta para el mundo cristiano, que recuerda la música religiosa de Tomás Luis de Victoria.

Altàntida tiene una apariencia confusa pero la idea de su estructura se ajusta al tema de la obra y se caracteriza por el juego de espejos y la simetría. Básicamente la composición ofrece un espejo doble: la Atlántida clásica y mítica se refleja en el Nuevo Mundo hispano e histórico, y el hombre pecador (que debía ser espejo de Dios) se refleja en el continente hundido.


Estructura y sinopsis

La obra se estructura en un prólogo y tres partes. El prólogo, a su vez, tiene dos partes. En la primera, el corifeo (aquí una especie de espíritu del mar) rescata a un niño de un naufragio y le muestra una visión de la Atlántida sumergida. Este niño es el joven Colón y esta visión de la Atlántida le impulsará a cumplir su misión de descubrir el Nuevo Mundo. Podríamos pensar que este Colón niño es a su vez un espejo en el que se mira Falla niño, que también vislumbra la Atlántida y sueña con América, y esta visión se convertirá en su misión. La segunda parte de este inicio es un Hymnus Hispanicus que canta las riquezas materiales, humanas y espirituales de España , la artífice de descubrir y cristianizar el Nuevo Mundo.

A continuación, siguen las tres partes de la obra, de las que son simétricas la primera y la tercera.

En la primera parte, el héroe es Hércules, un viajero que llega desde tierras lejanas. En Hispania encuentra a la reina Pirene, que le encomienda la misión de ir a Gades para recuperar el cetro arrebatado por Gerión. Pero cuando Hércules llega a Gades, se deja convencer por Gerión para dirigirse a un reino que está a la altura de su grandeza y que se divisa cercano, la Atlántida.

En la tercera parte el héroe es Colón, un nuevo Hércules procedente también de tierras lejanas y desconocidas. En España encuentra a otra reina, Isabel, que le encomienda otra misión, en este caso descubrir y cristianizar el nuevo mundo que emerge del mar como una nueva Atlántida. El texto juega con el nombre del descubridor que es una paloma (colom, en catalán) que porta a Cristo (Christopherens).

La segunda parte, que funciona como una bisagra entre los espejos de la primera y tercera partes, quizá resulta más confusa. En lo esencial ofrece una visión del jardín de las Hespérides, el corazón de la Atlántida, habitado por las Pléyades y vigilado por un dragón. Hércules mata al dragón y roba las naranjas del jardín; las Pléyades mueren de miedo y tristeza porque la acción de Hércules, dando cumplimento a una vieja profecía, anuncia el fin de la Atlántida. Hércules vuelve a Gades, mata a Gerión y planta el naranjo en tierras hispanas. Esta segunda parte, finaliza con la voz de Dios que justifica el hundimiento de la Atlántida por su arrogancia y sus pecados. Y aquí, en La voz divina, momento cumbre de la obra a nivel escénico, la Atlántida es un reflejo del hombre pecador que se ha revelado contra Dios. Sin duda, Falla se siente identificado con este pecador que, al igual que la Atlántida, será redimido por la palabra divina.


Atlàntida, a on ets?

Atlántida quedó incompleta y Ernesto Halffter trató de acabarla usando los materiales de Falla. La obra presenta, por tanto, interrupciones, partes insatisfactorias y vacíos negros que la puesta en escena no quiere ocultar. Quizá la obra quedó incompleta porque la labor de componerla sobrepasaba el genio creador de Falla, más proclive a la composición musical de dimensiones reducidas. O quizá porque las implicaciones personales eran demasiado exigentes. Adivinamos que el propio compositor era consciente de esta imposibilidad lo que hace aún más conmovedora su entrega.

1939. La Guerra civil ha concluido y Falla, enfermo y profundamente abatido por la barbarie de la guerra, decide marchar a Argentina. La fuerte determinación con la que parte a un exilio voluntario un hombre ya físicamente débil resulta esencial. En su determinación, Falla se muestra como un reflejo último de los personajes de su obra. Si Colón es un reflejo de Hércules, Falla acaba siendo un reflejo de Colón y se mueve animado por una misión, en su caso, componer Atlántida. Y por eso, al igual que Colón, Falla pone los pies en este continente que había emergido al otro lado del mar para redimir la vieja Atlántida, un Nuevo Mundo que se había apoderado de su espíritu desde que, siendo niño, lo había soñado en las playas de Cádiz.

 

La propuesta musical y escénica

Esta propuesta para Atlàntida se basa en la versión reducida llamada “de Lucerna” pero con algunas añadiduras de la partitura primera que la dotan de mayor sentido teatral (por ejemplo, la escena de la muerte de las Pléyades). Se ha planteado una escenografía basada en indicaciones, deseos y propuestas del propio Falla. Claro está que todas estas indicaciones del compositor varían mucho a lo largo de las dos décadas de gestación del proyecto, pero afortunadamente hemos contado con profusa y variada información.

Resumiendo, Falla propone una puesta en escena a base de transparencias y proyecciones (entre otros elementos) a modo de “vidrieras” y así lo recoge el ensayo de José Vallejo, “Atlàntida: sonidos y materia”. En el mismo, además, podemos encontrar numerosas propuestas escénicas de José María García de Paredes y Joaquín Vaquero Turcios que sin duda nos han servido de inspiración para la puesta en escena.

En lo que se refiere a lo musical, se va a abordar la obra desde una óptica puramente camerística. ¿Por qué esta versión? Varias razones dan luz a la propuesta: construimos una Atlàntida a una escala abordable y flexible. Por tanto, hablamos de una producción escénica mucho más manejable que permitirá la difusión de esta de manera más eficaz; y,  nos permite hacer emerger los elementos esenciales de Manuel de Falla. A pesar de la orquestación titánica y suntuosa del maravilloso Prólogo, Falla parece no encontrar el camino siguiendo esa estela, como se demuestra en los posteriores bocetos, borradores o partes semi completadas. De hecho, según pasan los años, el propio Falla desnuda la orquestación y es que Atlàntida, a pesar de sus titánicas dimensiones, contiene una cantidad enorme de elementos camerísticos, que sin duda eran inherentes a la naturaleza creativa de Falla.

El reto, por tanto, es destilar las esencias camerísticas de Atlàntida para que la obra, de proporciones titánicas pueda adoptar una escala más humana y hacerla, también, más inteligible.

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