Notas al programa El cuarteto de cuerda y las Cortes de Cádiz

Trifolium © Ignacio Evangelista

El cuarteto de cuerda, heredero del pensamiento ilustrado, fue una de las consecuencias de la emancipación de la música instrumental respecto al papel central de la música sacra durante el Barroco.
    
La música de cámara vino en poco tiempo a convertirse en una práctica cargada de simbología social coincidiendo con el ocaso del Antiguo Régimen: un diálogo musical entre músicos en igualdad de condiciones, donde las barreras sociales se disipaban. Ello posibilitaba que el aristócrata diletante se sentara, compartiendo atril, con su criado el intérprete o compositor.
    
El auge del cuarteto de cuerda en nuestro país se circunscribió a las últimas décadas del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, época en que una tímida  secularización y la entrada de ideas ilustradas  coinciden con el reinado de Carlos III. El propio infante Don Luis de Borbón así como las casas de Alba, Benavente y  Osuna y finalmente, Carlos IV, ejercieron un mecenazgo de forma casi paralela a la que llevó a cabo la casa Esterhaza en el contexto austríaco. Carlos IV será, además, el primer monarca en conseguir la dignificación profesional de la figura del intérprete y el compositor de cámara.
    
La nobleza será en un principio la impulsora de esta práctica llevada a cabo en la intimidad de palacio y  que poco a poco será vista en el imaginario musical como una forma refinada sólo apta para oídos cultivados.
    
Los ideales de la Ilustración proclamados por la Constitución de Cádiz hicieron de la capital gaditana un marco de avance hacia la modernidad política, cultural y musical, tanto desde el ámbito de las instituciones como desde el ámbito de la ciudadanía.  A lo largo del siglo XVIII se había ido fraguando una burguesía gaditana proveniente de diversos lugares de Europa y América que hicieron de la cultura y el arte su símbolo de poder, más allá de la alcurnia de blasones aristocráticos. No era raro encontrar en el Cádiz de la época un gusto por lo musical que trascendió palacios y ámbitos aristocráticos para permear a la ciudadanía. Prueba de ello es la amplia difusión de partituras de los compositores más en boga de la época: Pleyel, Mozart, Haydn, Dusek, etc, así como de uso y comercio de instrumentos musicales  que la sociedad gaditana requería.
    
El presente programa pretende acercarnos a la formación musical ilustrada por excelencia, el cuarteto de cuerda, para contribuir a divulgar un repertorio sobre el que las presentes investigaciones arrojan cada vez más luz, tras muchos años de olvido. Asimismo, la cada vez más amplia difusión en conciertos, grabaciones, conferencias y estudios académicos de estas obras ha permitido constituir en los últimos años lo que podríamos denominar un canon hispano con un valor  musical sorprendente.

Joao Pedro Almeida Mota, nacido en Lisboa en 1744, ingresó como niño cantor en la Hermandad de Santa Cecilia y aún joven se presenta en España a un puesto de cantor en la Catedral de Santiago de Compostela  para pasar largos años en las catedrales de Mondoñedo, Lugo y Astorga como maestro de capilla. Su prestigio como compositor de música religiosa hace que sea recomendado para trasladarse  a Madrid como profesor en el Colegio de Niños Cantores, dependiente de la Capilla Real de Madrid. El ambiente musical madrileño le facilita el contacto con la música de Boccherini, Haydn, Brunetti y el vasto repertorio camerístico que llegaba de Centroeuropa, lo que le hace sumergirse de lleno en la composición de cuartetos de cuerda, dedicando más de 20 obras al rey de España, Carlos IV. Fallece en 1817.

José Teixidor, compositor, organista y teórico, nació en Serós (Lérida) hacia 1752. Se formó musicalmente con Antonio Soler y Francesco Corselli. Se trasladó a Madrid y trabajó como capellán y organista del monasterio de las Descalzas Reales desde 1774 hasta 1778, fecha en que ingresó en la Real Capilla como vice-maestro y vicerrector del Colegio de niños cantorcicos. Fue organista de la Real Capilla hasta 1810, cuando la invasión francesa y la Guerra de la Independencia provocaron el cierre de la institución. Se conserva, además de su música religiosa, diversos tratados de teoría musical y una colección de seis cuartetos de cuerda de alto interés musical.

Completa el programa el cuarteto Op 74 nº 2 de F. J. Haydn. La inclusión de este compositor en un programa dedicado a la música de cámara en la España ilustrada no es casual, y se debe a la gran recepción que tuvo su música en nuestro país, ya en su época. Basta comprobar la cantidad de sinfonías, tríos, cuartetos, serenatas y sonatas que se encuentran en buen número de archivos como la Biblioteca de Palacio, Casa Benavente – Osuna o Casa de Alba. La música de Haydn fluía con tal frecuencia que se insertaba incluso en contextos diferentes a los que en su origen habían sido destinados: conciertos públicos en los que se mezclaban diversas clases sociales, conciertos privados, academias eruditas, el ambiente doméstico tanto de familias acomodadas como instituciones conventuales y, por supuesto, en la iglesia. El fuerte vínculo de la figura de F. J. Haydn con la ciudad de Cádiz queda reflejado en el encargo que, en 1786 el sacerdote José Sáez de Santa María hizo al compositor para componer Las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz para la devoción del Viernes Santo en el Oratorio de la Santa Cueva en la iglesia del Rosario de la ciudad. La obra posteriormente conoció un éxito fulgurante en toda Europa, así como diversos arreglos para orquesta y otras formaciones. La huella que esta obra dejó en la vida musical española fue tan duradera que sabemos que el propio Manuel de Falla recordaba, todavía de niño, la impresión que provocó en él poder escuchar esta obra en su ciudad natal, en su primer contacto con la música de Haydn.



 

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