Notas al programa. Sobre 100 Años de Fantasía Bætica de Manuel de Falla y 250 años de Ludwig van Beethoven

Juan Pérez Floristán © Antonio del Junco

En torno a Beethoven y Falla

Dos acontecimientos vertebran el presente concierto: la conmemoración de los doscientos cincuenta años del nacimiento de L. van Beethoven y el centenario del estreno de la Fantasía Baetica de Manuel de Falla.

Las tres Sonatas op. 31 de Beethoven (la tercera de las cuales se incluye en este programa) fueron compuestas entre los años 1802 y 1803. Época de gran creatividad en las que ven la luz, entre otras, nada menos que once sonatas (seis para piano y cinco para violín y piano) la Segunda Sinfonía y las Variaciones y Fuga para piano op. 35 (sobre un tema de su ballet Prometeo) que anticipa el final de la Sinfonía Eroica, compuesta también en esta época y con la que Beethove inicia una nueva etapa dentro de su producción. A pesar de estar contenidas en un mismo opus, las tres sonatas son bastante heterogéneas, tanto por sus aspectos formales como por su contenido. Según C. Czerny fue poco después de la publicación de estas sonatas  cuando Beethoven confesó: “Estoy muy descontento de todas mis obras, desde hoy empezaré un camino nuevo”.  Cabe conjeturar que el compositor se debate entre continuar con el estilo clásico que hereda de Mozart  (muerto doce años antes) y de Haydn (al que aún le quedan seis años de vida) y una una nueva época que, en lo musical, se atisba en ese momento: el romanticismo (un jovencísimo Carl M. von Weber compone en 1803 su ópera Peter Schmoll).

De las tres Sonatas op. 31, la tercera es la única estructurada en cuatro movimientos: Allegro, Scherzo, Menuetto y Presto, careciendo propiamente de movimiento lento. El primer movimiento ha sido caracterizado como humorístico y ciertamente a lo largo de toda la pieza (ya desde el principio con su intrigante “interrogación”)  van apareciendo y desarrollándose motivos de cierta comicidad que se alternan con un tema lírico y algo reflexivo.  El Scherzo (Allegretto vivace) y en ritmo binario no tiene nada que ver con los scherzi sinfónicos del autor. De velocidad relativamente moderada (Allegretto) es un prodigio de encanto y fantasía con alguna que otra sorpresa. El Menuetto (Moderato e grazioso) por su tempo tranquilo pudiera hacer las veces del inexistente tiempo lento, siendo por su carácter una reminiscencia del primer clasicismo. Creemos que no es casual la relación del Scherzo y del Menuetto de esta sonata con el segundo y tercer movimiento de la que será la Octava Sinfonía (1812). El fogoso último movimiento con su vivaz ritmo de tarantella hacer pensar en  la influencia de la música italiana, y ello es ciertamente posible pues Beethoven conocía los éxitos operísticos de G. Paisiello (no así los de Rossini, al que llegará a conocer pero que aún no había compuesto su primera ópera).

1919 fue un año decisivo en la vida de Manuel de Falla. En lo personal, por la muerte de sus padres y, en lo musical, por lo que se viene a considerar el final de una etapa dominada por un nacionalismo musical basado en el folklore (especialmente andaluz) y la que será su última etapa compositiva, de inspiración hispana pero que mira más a  la música y el espíritu antiguos (cuyos hitos serán El retablo de maese Pedro, el Concerto y la inconclusa Atlántida). Así, 1919 verá el estreno londinense de El sombrero de tres picos y la composición de la Fantasía Baetica que se estrenará en Nueva York el 20 de febrero de 1920 (por Arthur Rubinstein que fue el que le encargó la obra). La Fantasía será también la última obra escrita ex profeso para el piano y, con el Homenaje a Debussy para guitarra de 1920 (transcrita después para piano e
y posteriormente incorporada a la suite orquestal Homenajes) las últimas obras de temática andaluza de Don Manuel. No deja de ser llamativo que la despedida de Falla de su época más  “andalucista” coincida con la elección de la ciudad de Granada en 1920 como su nuevo hogar hasta su marcha definitiva a Argentina en 1939.

El calificativo latino de la Fantasía, Baetica y no Bética, remite al nombre de la provincia romana que aproximadamente se corresponde con la actual Andalucía y que dió al imperio dos emperadores y al gran filósofo Séneca. La obra se basa en temas de inspiración folklórica, ritmos flamencos y efectos guitarrísticos (muy próximos al Homenaje a Debussy  antes citado). Su estructura formal es tripartita (A BA), en las que la primera y y tercera partes son similares y la central (a manera de “intermezzo”) sirve de contraste. El ritmo de bulería es característico de las partes extremas, mientras que la idílica sección central tiene un ritmo de guajira.

La Fantasía Baetica se interpretó poco después de su estreno, sin duda por su mayor complejidad con respecto a obras anteriores, demandando al oyente una mayor atención y preparación. No será hasta la muerte del compositor que la obra se se fue imponiendo en el repertorio pianístico como la obra maestra que sin duda es.

Alberto Ginastera es, junto al que fuera su alumno Astor Piazzola, el compositor argentino de mayor proyección internacional. Genio precoz, alcanza pronto relevancia en su país cuando con veinte años estrena su ballet Panambí. Dividió su creación en tres etapas, a las que denominó “nacionalismo objetivo”, “nacionalismo subjetivo” y “neoexpresionismo”, pasando de un estilo inicial que se inspira en Falla, Strawinski o Bártok (y de su relación directa con Aaron Copland en USA) a una aproximación al lenguaje atonal de clara influencia dodecafónica. De su primera etapa son  dos de sus obras más conocidas: el ballet Estancias (1941) y las Danzas argentinas para piano (1937). La primera, Danza del viejo boyero, es una breve pieza construida según  el patrón rítmico del malambo. La Danza de la moza donosa es, merecidamente, la más famosa de las tres; desde un inicio íntimo y cantable (dolcemente espressivo) la pieza va ganando en intensidad hasta su culminación  para retornar a la calma con que se inició. La tercera, Danza del gaucho matrero,  es la más extensa de las tres. Su carácter viene ya definido por las indicaciones del compositor  al inicio (furiosamente ritmico e enérgico) desarrollándose con ritmo obsesivo hasta su espectacular final.

Gerardo Núñez (Jerez  1961) destaca en el panorama musical contemporáneo como uno de los más inspirados y originales guitarristas flamencos. Compositor asimismo reconocido es autor de una amplia discografía. Caños de Meca es una bulería contenida en el disco Gallo azul, uno e los primeros éxitos del artista, tema que volvería a utilizar en su posterior éxito Jazzpaña II con el título de Calima. Dentro de su carácter netamente flamenco la pieza se presta a ser interpretada jazzisticamente, permitiendo al intérprete improvisar ocasionalmente. Transcrita para piano por Juan P. Floristán en 2015, fue estrenada en concierto en Madrid en 2016.

George Gershwin tuvo la intención de componer una colección de 24 preludios para piano siguiendo la tradición de Bach y Chopin. Contemporáneos de Gershwin como Rachmaninof y antes Scriabin también contribuyeron a consolidar la tradición. Si bien elaboró material para al menos siete preludios, finalmente sólo editó tres, utilizando el resto para otras obras. Fueron estrenados por el propio compositor en Nueva York en 1926 (cinco años después de que A. Rubinstein estrenara en la misma ciudad la Fantasía Baetica). El primer preludio (Allegro ben ritmato e deciso) era llamado por el propio Gershwin Preludio “español”, probablemente por un diseño melódico de carácter andaluz (modo frigio). El segundo (Andante con moto e poco rubato) se asemeja a una nana: sobre un motivo de acompañamiento constante y delicado se despliega una auténtica melodía de blues. El tercer preludio (al igual que el primero Allegro ben ritmato e deciso) a pesar de su “sombría” tonalidad (mi bemol menor) es el más breve y vivaz de los tres.


Juan Luis Pérez García

Organiza:

Colaboran:

Con el sello de calidad:

Es miembro de: