Simple gifts

No sigas las huellas de los antiguos, busca lo que ellos buscaron

Matsuo Basho


Como consecuencia de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial, parte de las manifestaciones artísticas estadounidenses del momento tomaron un cariz abiertamente patriótico con la intención de elevar la moral de los ciudadanos. Tal y como escribió John Martin en su crítica para New York Times, la Primavera Apalache de Aaron Copland, escrita en 1944, “refleja una identidad nacional, de esperanza y plenitud en una época difícil. La primavera que se celebra no es una primavera cualquiera, sino la primavera de América; y los celebrantes no son media docena de individuos, sino nosotros mismos en diferentes fases”.

Precisamente, en esa atmósfera de dificultad y afán de superación, se crió en Michigan la que se ha convertido en el tesoro musical vivo del jazz vocal femenino, Sheila Jordan. Formada en el círculo de boppers surgido en Detroit en los años 40, con las nuevas generaciones de músicos de jazz supervivientes de la guerra, se traslada en 1950 a Nueva York, donde formará parte del círculo creativo de Charlie Parker, Sonny Rollins, Charles Mingus, Max Roach o Shirley Horn.  

Para Aaron Copland (Brooklyn, 1900), el encargo recibido de la Elizabeth Sprague Coolidge Foundation para escribir un ballet para Martha Graham supuso la oportunidad de desarrollar las técnicas aprendidas en París durante sus estudios con Nadia Boulanger: en su juventud Copland ya había mostrado su entusiasmo por las interpretaciones de Isadora Duncan o el ballet de Diaghilev, con sus propuestas sobre Scheherezade de Rimsky Korsakov o el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy. Esto, sumado al impacto que causaron en él autores como Mussorgski, Debussy, Ravel, Scriabin o Cyril Scott le llevó a escribir una primera versión para 13 instrumentistas, en un lenguaje imaginativo y coreográfico que le supondría el premio Pulitzer en 1945. El estreno tuvo lugar el 30 de octubre de 1944 en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en Washington DC, con Martha Graham como bailarina principal.

Meses más tarde, Copland realizaría un arreglo sinfónico limpiamente coloreado, con una gran conciencia en la elección del material folklórico y en el que conservaría la esencia de la obra, omitiendo las secciones en las que el interés es primordialmente coreográfico. Esta suite orquestal, interpretada hoy por la Orquesta Joven de Andalucía, ha sido la obra escogida por el prometedor director Julio García Vico (Cádiz, 1992), trazando así un puente con América, en la búsqueda de unas raíces comunes entre el lenguaje clásico más popular y el bebop más clásico.

Esta suite orquestal se divide en ocho secciones que describen una fiesta de primavera de los pioneros norteamericanos de comienzos del siglo XIX tras construir una granja en Pensilvania. Así, bajo la batuta de García Vico, evocaremos personajes como una pareja de agricultores recién casados, un predicador evangelista y sus feligreses o los vecinos de los novios, con los que recorreremos la narrativa de esta Primavera Apalache, que tomaría su título tras el estreno, a propuesta de la propia Martha Graham y en referencia al poema La danza de Hart Crane.
Y es como una danza sutil, en este caso de la palabra, de la melodía y del silencio, que la voz de Sheila Jordan (Detroit, 1928) se introduce en este programa de concierto para reivindicarse como custodia del legado original de la edad dorada del jazz norteamericano. De la mano de las orquestaciones realizadas por Jose Carra (Málaga, 1983) por encargo de la OJA, Sheila Jordan y el Jose Carra Trío abordan un repertorio que recorre los temas más emblemáticos que han acompañado a la cantante durante sus casi ochenta años de trayectoria. La sabiduría se sube al escenario.
Jose Carra conoce bien a Miss Jordan. Desde 2017 han compartido escenario y un Cuaderno de viajes tan tierno como vibrante que puede leerse en la web del compositor y pianista malagueño. Conoce su repertorio, es capaz de anticiparse a sus improvisaciones, juega con los retos que le lanza desde el micrófono y logra hacer de su música junto al contrabajista Bori Albero y el baterista Dani Domínguez el satélite perfecto para reflejar la luz de esta cantante singular que guarda en su voz las enseñanzas de Lennie Tristano, la complicidad con George Russell y las confidencias de Charlie Parker.

Propone Carra para ella una orquestación con un cariz cinematográfico, como de banda sonora del mejor cine clásico, haciendo uso de una cuerda densa y brillante, unos vientos a caballo entre la estructura de la forma clásica y la libertad de espíritu de una big band y una percusión elocuente que se retroalimentará de la paleta de colores de la batería de Domínguez.

Se conjugan (¿o tal vez se conjuran?) pues sobre el escenario dos propuestas tan antagónicas como complementarias bajo el título Simple gifts, que conduce la narrativa del concierto: de una parte, la canción Shaker de ese mismo nombre, que Copland utiliza como material melódico de su Primavera Apalache y, de otra, el regalo personal que Jose Carra ha querido hacer a Sheila Jordan a través de la orquestación de su repertorio.
En definitiva, la música clásica y el jazz, la juventud y la maestría, la magia efímera y vívida del directo y el poso emocional e inolvidable que nos envolverá en silencio cuando las luces se apaguen. Porque hoy asistiremos a la viva representación del poema de Crane que tanto inspiró a Martha Graham y contemplaremos emocionados cómo “una estrella, oscilando, tomará su lugar, sola, ahuecada en los alerces del paso de montaña, hasta que, inmortalmente, se desangre en el amanecer”.

 

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