Zarabanda

Imagen de portada de Zarabanda con un retrato de Sebastián Cruz

En Octubre de 2023 sale al mercado este trabajo, algo completamente nuevo y esperanzador que nos descubre que no todo estaba escrito ni cantado en el flamenco y que el futuro puede ser tan maravilloso como el pasado. El cantaor nos presenta su trabajo en torno a la música del barroco de Marin Marais y de Monsieur de Sainte-Colombe. Sebastián Cruz, junto con un elenco de músicos sobresalientes en lo suyo, nos ofrece una nueva visión de la música que más ama, llena de sinceridad, valentía y sensibilidad, capaz de asombrar y emocionar a partes iguales al tiempo que escribe otra página en blanco en el libro del flamenco. Sebastián ha creado nuevos estilos de cantes, algo tremendamente difícil y raro en el flamenco, Tanguillos, Malagueña, Soleá, Fandangos o una Taranta absolutamente nuevas comparten espacio junto con otros cantes tradicionales, acompañados eso sí, de una manera sorprendente y actual gracias a la valentía de músicos libres de prejuicios y amantes de la música sin barreras.

Aunque este disco se escapa del mundo del flamenco. La música barroca navega junto con la improvisación, el free jazz y el flamenco de una manera que nunca se ha escuchado. Todo arropado por una voz natural, de grandes posibilidades y llena de sinceridad, el verdadero núcleo del encanto y atracción que suscita. Una voz tan necesaria en el flamenco como en otras músicas y que esperamos que esto solo sea el principio de una carrera llena de sorpresas.

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Todas las mañanas del mundo

Sí, en el flamenco hay maravillas como esta. No me refiero sólo al arte de las grabaciones de discos y de los espectáculos de baile. Antes, están los artistas que, en medio de ambientes hostiles, inadecuados por lo menos,
desarrollan una sensibilidad extrema, especial, se construyen un mundo.

Sebastián Cruz es de Huelva. Un profesional del cante desde hace mucho tiempo, agarrado en su tiempo libre a la tierra: galgos, caballos, el campo y su labores. Matarife de primera profesión, un día llegó a sus manos la película de Alain Corneau, Tous les matins du monde y sus oídos se llenaron con las músicas de Monsieur Sainte-Colombe o de Marin Marais. Y la viola de gamba de Jordi Savall. Cada madrugada salía al campo, a pasear a sus perros, con el sonido de Savall, del Sainte-Colombe que había inventado Savall, sonando dentro de su cabeza.

De una forma natural empezó a ensanchar su registro vocal gracias a lo que el oído le decía, a lo que le hablaba la viola de gamba. La soleá, la caña, la malagueña empezaron a infiltrarse de ese sonido y de esa melodía. Las obsesiones académicas del flamenco continuaban, la métrica, los tonos, las afinaciones pero, de forma natural, el injerto en el árbol creció a su manera. Hay una sensibilidad extrema en los dedos de Sebastián capaces de manejar así un legado musical tan exquisito. Si me faltaba algo para convencerme, le recomendé que leyera a Ramón Andrés, como sabemos, experto en el sonido y el tiempo de estas músicas barrocas. Cruz fue a la médula, a su poesía y La noche tomó cuerpo en medio de estas procelosas aguas. La tormenta se convirtió en regadío.

Hay algo natural en todo esto. El flamenco toma carta de naturaleza con una raigambre musical que procede del común Atlántico de los siglos XVI y XVII, ese Caribe Afroandaluz que describe el musicólogo mexicano León Griego. Flamenco de ida y Huelva. Lo que el flamenco decanta por abajo, el llamado barroco francés lo hace, académicamente, diríamos que por arriba. Lo demuestran las Folies d’Espagne de Marais. A veces, paseando por nuestras sierras y marismas descubrimos una planta americana, una flor del Pirineo o de la Provenza y aprendemos que todo el paisaje es una construcción humana, un producto cultural, un artificio de la historia. Tanta mano del hombre hay en las hojas del árbol como en las del libro.

En muchos sentidos este trabajo es hijo de cierta agricultura. Su sonido ha sido regado con mimo y creciendo en las asperezas de una selva, desde aquellas primeras maquetas que Sebastián grabara con su propio móvil. Desde luego, Raúl Cantizano ha sabido darle la vibración necesaria, el siglo XXI también suena así. No se trata ni de hacer falsos historicismos, ni de fusión o transfusión alguna. La portentosa imaginación de Cantizano se despliega como musgo y se adhiere como el verdín húmedo en el suelo del bosque. Se trata de dejar crecer en medio de nuestros modernos aparatos, en el corazón protector de nuestra habitación, en el raso cemento de nuestras ciudades, dejar que arraigue la intrincada floresta del asombro.

Sebastián Cruz nos ha invitado a compartir estos hallazgos. Con Raúl Cantizano -ya lo hemos dicho-, Juan Jiménez, Antonio Moreno y Marco Serrato ha construido una sonoridad para el flamenco que podríamos calificar como “nueva” si no supiéramos ya lo caduco de esos términos en el género, donde la más avanzada vanguardia es mera tradición. Lo demuestra, también la soleá que hace con el maestro Rafael Riqueni. O la precisión que aporta Alfredo Lagos cada vez que coge la guitarra con una sonoridad y una matemática asombrosas.

Es un trabajo casi perfecto. Sebastián Cruz es un ejemplo más de flamenco sin complejos, asentado, adulto, desprendido ya de paternalismos y adolescencias. El flamenco siempre fue un arte autónomo. Con una sensibilidad extrema, sí, así suena este flamenco de Huelva, de su tiempo, de ahora, cuando el flamenco está consiguiendo su independencia.


Pedro G. Romero. Agosto 2023

 

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