Enseguida comenzaron las pesquisas y el 7 de mayo se detuvo en Sanlúcar de Barrameda al pingue catalán llamado Nuestra Señora del Carmen, que días antes había estado atracado en la Venta de la Negra cargando pipas de aceite para llevarlas al Levante. El barco y la carga fueron embargados y su capitán y tripulación enviados a prisión sobre la base de los indicios resultantes de las primeras averigüaciones, diligencias y declaraciones de testigos que más adelante constarían en el sumario.

 

      Según el testimonio del patrón y la tripulación en dos de mayo se encontraban todos pescando, excepto Juan Vila y Antonio de Acosta, que se habían quedado en el barco. Según estos dos últimos, ese día mientras permanecían en la embarcación, observaron un cuerpo ahogado que se había quedado enredado en el cabo del ancla. Pasaba en ese momento un barco pescador en el que iba el guardia del Puerto de la Puebla que les dijo que desenredasen el cadáver y lo varasen en tierra. Ante la imposibilidad de hacerlo por falta de lancha, lo intentaron zamarreando el cabo, pero el cuerpo se soltó y se fue río abajo sin que lo volvieran a ver. Al día siguiente la justicia de la Puebla cruzó en lancha a recoger el cadáver, que se encontraba en la banda de Isla Mayor, lo enterraron y les tomaron declaración.

 

      Sin embargo, lo declarado por algunos testigos distaba mucho de esa versión. Carlos Ledesma y Mateo Montiel, jornaleros, declararon que en veintiséis de abril se encontraban trabajando en un cebollar junto a la Venta de la Negra. Como a las diez de la mañana escucharon un disparo que salió de la embarcación, pero respecto a que se encontraban afanados con su trabajo no vieron nada más. La testificación de Domingo García, guarda de ovejas, fue aún más contundente. Dicho día, veintiséis de abril, como dos horas después de haber salido el sol, se encontraban en el citado lugar esperando a su compañero el mayoral, cuando vio acercarse a un hombre por el camino con un capote de campo, un sombrero blanco y una espada en la mano. El hombre se dirigió al río y al llegar a la altura de una embarcación catalana, que se encontraba allí desde hacía varios días cargando aceite, comenzó a hablar con cuatro o cinco marineros que había en el barco que comenzaron a gritar y a alborotarse, pero no pudo entender lo que decían pues hablaban en su idioma. Al volverse el hombre de espaldas a la embarcación “le tiraron un tiro con un cañón o pedrero...e inmediatamente que se oyó el tiro cayo el tal hombre en tierra boca abaxo”. En ese momento tuvo que ir a por el burro que se le había escapado y a la vuelta el cuerpo ya no se encontraba allí, por lo que supuso que los marineros se lo habían llevado, y observó a uno de ellos en tierra y con la espada del citado hombre en la mano. Esta escena fue también contemplada por Francisco Curado y Bartolomé Ortiz, que venían de pedir trabajo en el Monasterio de la Cartuja. Y Miguel de Lora, sargento del regimiento de Carmona, dueño del cebollar que se encontraba en dicho sitio, cuando se acercó a ver las labores que estaban realizando sus trabajadores, vio como el más alto de los marineros estaba en tierra como a unos veinte pasos de la embarcación, recogiendo tierra con una espiocha y una espuerta y echándola al río, cosa que le llamó la atención. Y en el lugar donde estaba recogiendo tierra fue donde después le indicaron que habían matado a un hombre.

 

     En vista de todo ello y de posteriores diligencias practicadas, en dos de diciembre, el promotor fiscal de la causa, pidió “las más graves penas... impuestas por leyes y pragmáticas de estos reinos contra los homicidas alebosos, mandando executar las corporales, qualificadas y aplicar las pecuniarias” para toda la tripulación, pues unos habían cometido el crimen y otro lo habían ocultado, considerando probado que el disparo que mató al hombre salió de la embarcación, se habían intentado ocultar pruebas arrojando la tierra manchada de sangre al río, e intentado hacer creer que se lo habían encontrado ahogado.

Quiso el azar que a finales de ese año, con motivo de la boda del Príncipe de Asturias, Carlos III otorgase un indulto general a todos los presos en la cárceles españolas. La tripulación quedó liberada tras el pago de las costas del juicio y el crimen quedó sin resolver. Aunque en el ínterin que se publicó el indulto y fue comunicado a la justicia de Marina, el patrón de barco, Antonio Dorch, murió de tabardillo en la cárcel de Sevilla.

 

 

El documento de este mes es una muestra de la información que acerca de la historia de la criminalidad y su castigo pueden ofrecer las fuentes notariales y judiciales, entendidas en un sentido amplio, esto es, la generada por los protocolos notariales, los tribunales, los textos jurídicos, los códigos, las fichas policiales, etc.. Estas fuentes remiten, entre otras cuestiones, a los enfrentamientos entre partes, a los consensos y acuerdos, a las conductas desviadas, a las sanciones y a las penas, al marco normativo, a la mentalidad y los valores de comportamiento de una sociedad y a la historia del crimen.