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Documento destacado mes de diciembre, 2023

 

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Diciembre 2023

CASI NO NOS DA TIEMPO DE RECORDAR LOS 100 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE RICARDO VELÁZQUEZ BOSCO.

 

 Velázquez_Bosco

Ricardo Velázquez Bosco. FRT 40/38

Finaliza el año 2023 y casi no llegamos a tiempo de recordar a una figura enamorada de nuestra tierra, controvertida cuanto menos, de cuyo fallecimiento se cumplen 100 años. En efecto el 31 de julio de 1923 nos dejaba en Madrid el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.

A la mayoría nos suena porque la ciudad cuenta con una calle con su nombre, la que desemboca en la Virgen de los Faroles del muro norte de la Mezquita Catedral. La antigua calle de las Comedias llamada así porque precisamente albergó en uno de sus inmuebles el corral de comedias, fue rebautizada con el nombre de D. Ricardo en reconocimiento a sus tareas de investigación y restauración de dos de nuestros principales enclaves patrimoniales: la propia mezquita cordobesa y Medina Azahara.

Nació en Burgos en 1843 pero la familia enseguida se trasladó a Madrid. Destacado dibujante, con apenas 20 años empezó a trabajar como delineante en las obras de restauración de la catedral de León. Durante su estancia allí forma parte de la Comisión Provincial de Monumentos, trabaja activamente en la recogida de piezas con destino al Museo Arqueológico Nacional y en la protección del patrimonio arqueológico leonés. Su brillante tarea le vale la designación de miembro correspondiente de la Real Academia de San Fernando en 1868. Ese mismo año se le encomiendan las restauraciones del Panteón Real de San Isidoro de León y del monasterio mozárabe de San Miguel de la Escalada, donde entra en contacto con el arte andalusí, pues su fundación en el siglo IX se debe a un grupo de monjes cristianos cordobeses.

Poco podía imaginar el joven Velázquez que el futuro le depararía un estrecho vínculo con la ciudad califal.

Sin duda otro de los hitos de su vida que le llevarían a apreciar los tesoros del Sur, sería su participación como dibujante en la expedición de la fragata Arapiles, que partió con destino a oriente en 1871. Aquel viaje iniciático le permitió conocer multitud de monumentos y piezas que marcaron su vocación hacia los estudios de la arquitectura oriental de la cuenca mediterránea, donde llegó a ser una autoridad mundial.

En 1875, ya con 32 años y con una amplia trayectoria como dibujante y delineante, inicia sus estudios de Arquitectura en la Escuela de Madrid. Cuatro años más tarde obtuvo el título con excelentes calificaciones y en 1881 consiguió la cátedra de Historia de la Arquitectura y Copia de Conjuntos Arquitectónicos. Con el tiempo llegaría a ser el director de la escuela.

Su brillante andadura profesional está cuajada de encargos y puestos de responsabilidad en distintas instancias tanto constructivas como patrimoniales. Se consolida como el principal arquitecto del momento. Este año 2023, Madrid le ha tributado un rico homenaje organizando exposiciones, visitas, conciertos… No podía ser de otra manera pues la capital disfruta gracias a él de uno de sus edificios más emblemáticos, el hermoso Palacio de Cristal; del Palacio de Velázquez (de Velázquez Bosco, no del pintor) también en El Retiro; del edificio del Palacio de Fomento que hoy alberga el Ministerio de Agricultura; o de la maravillosa sede de la Escuela de Ingenieros de Minas festoneada de azulejos de Zuloaga.

Será en la década de los 90 del s. XIX cuando su actividad constructiva quede algo relegada en favor de sus tareas restauradoras. Los actos de conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892, lo llevaron a restaurar el Monasterio de la Rábida en Huelva. Desde esta fecha hasta 1923 su trabajo, ligado a la Administración, se desarrollará principalmente en el área meridional de la península. En Córdoba, queda deslumbrado por la belleza del arte hispano musulmán. No podía ser de otra manera, pues habiendo conocido de primera mano las bellezas mozárabes de San Miguel de la Escalada y las maravillas patrimoniales del oriente mediterráneo, cualquiera con la sensibilidad de nuestro arquitecto hubiera contenido el aliento ante los imponentes muros de la antigua mezquita andalusí.

Así que, con su experiencia rehabilitadora en edificios como Santa Cristina de Lena, la Catedral de Burgos o la mencionada de La Rábida, en 1891 inicia las obras de restauración del monumento cordobés, que entre esa fecha y 1923, logró recuperar su esplendor perdido tras largos años de abandono.

Da aquí comienzo su hermoso apego a nuestra ciudad. Entre las cartas escritas de su mano que se conservan en el Archivo de la Familia Romero de Torres, podemos descubrir este aspecto. Las misivas, quince en total, están dirigidas a Enrique Romero de Torres, otro conservacionista implicado en mil batallas. Hay una, enviada desde Londres y fechada en 1900, donde la cariñosa despedida “salude usted de mi parte a su mamá y hermanas”, testimonia la cordial amistad entre ambos. De hecho, trabajaron juntos para devolver a la fachada del Hospital de la Caridad, sede del Museo de Bellas Artes, su primitivo aspecto al derribar el muro que la mantenía tapiada desde mediados del siglo XIX. Otras intervenciones en el edificio demuestran su fructífera sintonía profesional.

Su trabajo en la Mezquita Catedral fue muy intenso desde su nombramiento como restaurador del mismo en 1886, aunque su primera intervención no se materializa hasta cinco años más tarde. En 1891 la Gazeta de Madrid publica el real decreto por el que: “Se aprueban el proyecto y presupuesto de obras de restauración de la Catedral de Córdoba, formado por el Arquitecto D. Ricardo Velázquez Bosco, por la cantidad de 141,883 pesetas 25 céntimos”. Para llevar a cabo sus trabajos estudió el edificio palmo a palmo, investigando y dibujando los elementos originales. Utilizó documentación del archivo e incluso viajó en dos ocasiones a Egipto, Túnez y Argelia con el objeto de profundizar en el conocimiento de este tipo de arquitectura. Intervino en las fachadas, desmontó multitud de obras modernas y al eliminar las bóvedas devolvió el aspecto original a la techumbre de las naves colocando réplicas de los viejos artesonados de madera omeyas. Restauró también la capilla de Villaviciosa. En estas tareas contó con su perito aparejador Mateo Inurria quien, en palabras de Antonio Fernández Puertas, “dibujaba tan bien el ataurique y el cúfico como los mismos artistas emiro-califales”. El resultado supone la indiferenciación de los elementos antiguos y modernos, algo inconcebible en los actuales postulados de rehabilitación monumental.

Velázquez_Bosco_bóveda

Entrada principal de la Mezquita de Córdoba. [¿Six o Ligier? (dib.)]. Bibliothèque de l’Institut National d’Histoire de l’Art de París (col. Jacques Doucet).

Al hilo de este tema no nos resistimos a recordar la existencia de unas inscripciones conmemorativas de las obras, que fueron incluidas en los frisos de la puerta del Espíritu Santo del muro occidental. En una magnífica letra cúfica florida, realizada con gran pericia por los hermanos Inurria, el texto inserto dice:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo mandó el rey Alfonso hijo de Alfonso –Allah le ayude y le dé la victoria- al ministro Justino Rodríguez San Pedro la restauración de la fachada de esta puerta y se hizo bajo la dirección del arquitecto Ricardo Velásquez Bosco y se terminó con la ayuda de Allah en el año cuatro y novecientos de Jesús.

Es comprensible que las críticas a esta acción que calificaríamos de un tanto gamberra sean recias y siembren la duda sobre el rigor de algunas actuaciones de Velázquez. Sin querer justificarla, el hecho se puede interpretar como un acto jocoso del equipo restaurador ante la ignorancia del común de los mortales que no tenemos conocimiento de paleografía y epigrafía árabes. Años más tarde, en 1992, la intervención en la Puerta de Ramos de la Catedral Nueva de Salamanca insertó un astronauta y un dragón sonriente con un helado de tres bolas, en el entramado de relieves de la portada. Y un fotógrafo nos retrata de entre las gárgolas de la bella desconocida Catedral de Palencia, desde principios del siglo XX.

Las críticas a sus actuaciones deben tener en cuenta el contexto en que trabajó cuando los criterios de restauración no eran los actuales. Su excelente formación artística unida a su gusto ecléctico y clasicista le llevaron a abordar con éxito sus proyectos. Discusiones aparte la labor que realizó Velázquez Bosco en el templo cordobés supuso un renacimiento para el edificio. Si no se hubieran llevado a cabo, probablemente hoy en día habríamos perdido gran parte de la singular construcción. A pesar de las libertades que se tomó, debemos considerar que asistimos por vez primera a un proyecto con criterio científico, respaldado por un plan previo y unos estudios que acudieron a las fuentes. Según Gabriel Ruiz Cabrero su intervención supuso:

Una obra de una calidad constructiva en la actualidad inalcanzable, que siempre contribuyó a dignificar el edificio, pero que tuvo por límites una imagen ideal del mismo que no siempre fue acertada. Debemos pues concluir que si uno de los límites de toda restauración -siguiendo a Viollet -le-Duc- ha de ser la renuncia completa de cualquier idea personal, el límite de cualquier imagen extraída del pasado es su certeza imposible.

El otro lazo que unió a D. Ricardo a nuestra ciudad fue el yacimiento de Medina Azahara y los años que le dedicó plenos de ahínco y entusiasmo. Encabezó las excavaciones y restauraciones de la ciudad palatina entre 1910 y 1923. Tuvo que enfrentarse con no pocas dificultades que incluso provocaron la paralización de las obras en varias ocasiones. Sus trabajos se centraron en las zonas más elevadas de la terraza superior, descubriendo la “Dar al Mulk” (la casa privada del Califa) y el edificio basilical superior, y trazando los primeros planos del acueducto de Valdepuentes. Gracias a sus esfuerzos, comenzó la compra paulatina de terrenos por parte del Estado en virtud de lo dictado por la “Ley de Excavaciones y Antigüedades” de 1911.

Velázquez_Bosco_Mediana_Azahara

El arquitecto en el yacimiento cordobés junto a un grupo de monjes. Medina Azahara. Descubrimiento del salón de la Casa Real (Circa 1910). www.elcazadordeiconos.es

La mayoría de las cartas de Velázquez dirigidas a Enrique Romero de Torres se refieren a este asunto. Están fechadas en 1922 y a pesar de su edad y de la enfermedad de una hija, revelan una actividad frenética para la consecución de una nueva compra de terrenos. Mueve Roma con Santiago implicando en su empeño a Burell, a Barroso, a Silió, a Sánchez Guerra y a todo aquel que pudiera tener influencia en el tema. Sus ambiciones para el yacimiento son grandes y su visión no dista tanto de lo que actualmente disfrutamos:

Yo tenía la ilusión de poder dejar aquello en condiciones de que aquello pudiera ponerse en condiciones de que pudiera visitarse y estudiarse, como más en grande hacen los italianos en Pompella (sic), y en el Foro de Roma, y los franceses en Argelia y Túnez y dentro de poco en Marruecos y como más en pequeño se hace en Mérida y en Numancia...

Tiene prisa, quiere dejar la cuestión zanjada antes de su partida de este mundo... Poco antes de su muerte y gracias a sus gestiones Medina Azahara fue declarada Monumento Histórico Artístico, por Real Orden del 12 de julio de 1923. El arquitecto fallecería apenas 20 días después.

Córdoba supo reconocer sus esfuerzos en pro del patrimonio local, bautizando una calle con su nombre en 1916 y nombrándole hijo adoptivo en 1918. La prensa no duda en asignarle la calificación de “sabio orientalista” y en destacar su carácter afable y bondadoso. Su entusiasmo por nuestra ciudad le llevó a ejercer de paisano. En efecto en una de las cartas dirigidas a Romero y en referencia al nombramiento de Sánchez Guerra como presidente del Consejo de ministros expresa: “con lo que todos los cordobeses, entre los que me cuento, debemos estar satisfechos”.

Su trabajo, durante más de 30 años, marcó un antes y un después en el conocimiento, restauración y puesta en valor de dos de las joyas monumentales cordobesas. Sus actuaciones rechazadas por muchos deben ser consideradas en su contexto. Es fácil mirar desde la barrera olvidando que el conocimiento, los medios y los materiales de la época no eran con mucho los de ahora. Es de destacar cómo las cuestiones relativas a las restauraciones patrimoniales y actuaciones urbanísticas suelen generar corrientes de opinión a favor o en contra. No olvidemos el alboroto que se organizó cuando se restauró el Puente Romano. El encendido debate implicó a todos los cordobeses que defendían el proyecto o lo atacaban en conversaciones de amigos, o en foros y tertulias. En otras ocasiones el consenso favorable es mayoritario como la exitosa remodelación de la calle Cruz Conde. En el caso de las obras de Velázquez fueron acogidas benévolamente por la ciudadanía que veía remozados los edificios si bien las reticencias a sus proyectos vienen por parte de los técnicos.

Hay también otra cuestión que nos gustaría comentar. Nuestro documento de este mes de diciembre es una fotografía de D. Ricardo dedicada a Angelita Romero de Torres. Recordemos que la pequeña de la saga, si bien nació en un tiempo en que como mujer no tuvo acceso al mundo profesional, si es cierto que desde el ámbito doméstico realizó una importante labor patrimonial. Sin duda su interés por la Arqueología la llevó a absorber todo lo que sus hermanos aprendían en instituciones docentes y académicas, donde ella no podía acudir. No nos cabe duda de que la dedicatoria de la fotografía es la de un maestro a su más querida alumna, pues ella colaboró en la gestión de la colección arqueológica familiar, lo que le valió entre otros méritos su nombramiento como correspondiente de la Real Academia cordobesa. 

Cien años y muchas personas después, implicadas también en la conservación del patrimonio cordobés, los dos recintos omeyas son hoy Patrimonio de la Humanidad. Su belleza asombra a propios y extraños y seguro que arrancaría una sonrisa de orgullo a D. Ricardo, ese burgalés de Córdoba.

Bibliografía:

Fernández Puerta, Antonio. La Mezquita de Córdoba. Su estudio arqueológico en el siglo XX. Granada: Universidad, 2015.

Gámiz Gordo, Antonio y García Ortega, Antonio Jesús. “La primera colección de vistas de la Mezquita-catedral de Córdoba en el Voyage de Laborde (1812)”. Archivo español de Arte, LXXXV, 338. Abril-Junio 2012, pp. 105-124.

Laguna Bolívar, Ángela. Las restauraciones de Velázquez Bosco en la Mezquita de Córdoba. Recurso en línea: https://www.academia.edu/39756324/Las_restauraciones_de_Velazquez_Bosco_en_la_Mezquita_de_Cordoba

Palencia Cerezo, José M.ª. La memoria de Madinat al-Zahra' en el Museo de Bellas Artes de Córdoba: Rafael Romero Barros, Ricardo Velázquez Bosco, Mateo Inurria, Enrique Romero de Torres. Sevilla: Consejería de Cultura, 2009.

Ruiz Cabrero, Gabriel. “Dieciséis proyectos de Velázquez Bosco”. Revista Arquitectura, n.º 256. 1985. pp. 47-56.

Velázquez Bosco, Ricardo. Excavaciones en Medina Azahara: Memorias de lo descubierto en dichas excavaciones. Madrid: Imprenta de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1923.

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