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Documento destacado mes de octubre, 2022

 

 

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Marzo 2022

Una escuela pionera en la formación artística de las mujeres 

 Angelita

 

En mayo de 1970 tomaron posesión de sus cargos las primeras mujeres agentes de la policía local de Córdoba. La ciudad fue pionera en la medida en un momento de escasa incorporación femenina al mundo laboral, y sobre todo porque daba a la mujer acceso a un cuerpo revestido de autoridad pública que lo mismo podía inspeccionar un mercado que regular el tráfico. Los medios de comunicación nacionales se hicieron eco de la noticia en un tiempo en podía calificarse poco menos que de insólita.

 

Sesenta años antes, en 1912 la academia cordobesa había admitido por unanimidad entres sus filas a la escritora Emilia Pardo Bazán, que por su condición de mujer había sufrido el rechazo de la Real Academia de la Lengua. El merecido ingreso en la institución por su trayectoria literaria no resta un ápice el carácter de desagravio intencionado perseguido por la entidad cultural. Una vez mas nuestra sociedad dio muestras de su talante moderno y adelantado.

 

Pero aún más temprano es otro hito que supuso un avance para las mujeres cordobesas, pues en 1882 la Escuela Provincial de Bellas Artes las admitió como alumnas.

 

Entre 1866 y 1902 existió en la localidad una escuela dedicada a la enseñanza de las Bellas Artes. Su corta trayectoria no le resta importancia pues supuso el germen de instituciones que aún hoy perduran como el conservatorio de música. Fue además semillero de talentos orgullo de la ciudad. En palabras de Ricardo de Montis: “Fue un centro de enseñanza muy modesto, pero de los que más beneficios han proporcionado a Córdoba. Sosteníalo la Diputación provincial, mejor dicho, el celo, el amor al arte y a la clase obrera de unos meritísimos profesores mal retribuidos, que se sacrificaban para obtener óptimos frutos en su alta misión”.

 

Nacida bajo la advocación de San Rafael, tuvo su sede en el hoy Museo Provincial de Bellas Artes, antiguo Hospital de la Caridad, que pasó a ser de propiedad pública tras los procesos desamortizadores. El recinto albergaba entonces el museo y la biblioteca provinciales, y la academia. El espacio acogía pues a las principales instituciones culturales de la ciudad por lo que no es de extrañar que esta nueva viniera a instalarse también allí.

 

La finalidad de la escuela, definida en su reglamento, es “la instrucción de todas las clases, facilitándoles por medio del dibujo y las otras enseñanzas, el aprendizaje y perfección de los oficios y artes a que se dediquen”. Pintura, escultura y desde 1885 música, podían aprenderse en la entidad docente junto a los oficios que se impartían en la sección agrícola e industrial. De ella salieron artistas como Mateo Inurria y Julio Romero de Torres, pero también plateros, maestros de obras, herreros y carpinteros.

 

En el último cuarto del siglo XIX el avance del liberalismo y la industrialización conllevan un interés por la educación de toda la sociedad dejando de ser, en su nivel más elemental, privilegio de unos pocos. En España el auge de la burguesía y un incipiente desarrollo económico propiciaron la creación de la Institución Libre de Enseñanza que dio un impulso decisivo a la educación femenina.

 

En efecto, a medida que la consideración y la educación de las mujeres fue ganando terreno en la sociedad, hubo también una evolución en la formación de las jóvenes que tenían vocación artística. La nuevas reivindicaciones del papel femenino en el Arte nos han descubierto magníficas pintoras como Sofonisba Anguissola o Clara Peteers; o escultoras como Luisa Ignacia Roldán La Roldana o Camile Claudel discípula de Rodin. Pero el sistema patriarcal marcó a las mujeres que quisieron hacerse un hueco en el Arte. Su formación y aprendizaje se realizó mas bien en el ámbito doméstico por pertenecer a familias de artistas o participar de la docencia en pequeños estudios que admitían alumnos y esporádicamente alguna mujer de genio destacado. Fue a partir de estos cambios decimonónicos cuando se normaliza y regula la enseñanza femenina en disciplinas artísticas. A partir de 1873 las alumnas empezaron a llegar, aunque de manera muy minoritaria a las aulas de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando y aún antes habían ingresado en escuelas de provincias.

 

En Córdoba la enseñanza artística destinada a la mujer no se instauró hasta la década de los 80. Es de suponer que debía haber una minoría interesada en ese tipo de enseñanza, igual que en las demás provincias andaluzas. Serían un colectivo de mujeres preocupadas en que se instaurara esa clase de preparación artística secundadas por hombres con mentalidad abierta dentro de su época que apoyaban esa opción. Una de las primeras instituciones que mostró interés en que la mujer tuviese acceso a esa preparación, era la Diputación.

 

En el caso de nuestra escuela, el acta del claustro de profesores de 13 de septiembre de 1882 da cuenta de un oficio dirigido a la Diputación de Córdoba “por las señoras D.ª Rafaela de Luque y Ordóñez y D.ª Francisca de Rueda y Ruiz en la que piden que dicha corporación cree en la Escuela de Bellas Artes una cátedra especial de dibujo, donde estas y otras señoritas que lo deseen puedan adquirir esta enseñanza”. La entidad pide informe al respecto del claustro de profesores sobre su viabilidad siempre que esta no suponga incremento en el presupuesto, contando con la separación absoluta de ambos sexos por celebrarse las actividades docentes en distinto horario o en distinto local.

 

Tras detenida discusión el profesorado decidió emitir el informe cuyo sentido favorable incluía el establecimiento de distintos horarios para alumnos y alumnas.

 

Las clases se impartían diariamente excepto domingos y festivos. El horario era nocturno de 6 a 8 en los meses mas fríos y de 7 a 9 en octubre, marzo y abril. La solución para establecer la cátedra especial de dibujo para señoritas fue optar por un horario diurno, de 12 a 2, utilizándose de este modo el material artístico existente y el mismo local. Así lo recalca un oficio enviado por la Diputación recordando al director del centro que:

 

Las clases para señoritas se darán siempre de día cuidando de que concluyan con la antelación suficiente para que no se encuentren estas ocultos varones cuando entren en sus aulas”

 

Así las cosas la petición de Francisca y Rafaela prosperó y en agosto del año siguiente la Diputación autorizaba al director de la Escuela Rafael Romero Barros, “a publicar en la época oportuna en el cuadro de las enseñanzas, cátedra recientemente creada para enseñar dibujo a las señoritas”. Igualmente se empieza dotar el aula con el material adecuado como denota la adquisición de modelos de dibujo elemental de figura.

 

El acceso femenino a la enseñanza había de pasar por los mismos requisitos establecidos para los chicos y así lo testimonia el acta de 29 de abril de 1884 donde se establece que para el próximo curso escolar las alumnas habían de realizar los exámenes de ingreso igual que los alumnos y ser examinadas por los mismos profesores. Y se establecía un día para la matrícula de las señoritas.

 

El éxito de esta escuela viene testimoniado por el numeroso alumnado que desde su creación pobló sus aulas. La demanda de plazas para la sección destinada a la enseñanza femenina también fue numerosa desde el primer momento. Así se especifica en este acta del claustro que también deja entrever cómo los profesores ponían tanto empeño en la formación de las alumnas como de los alumnos. A 13 de enero de 1885, el documento expresa:

 

“El profesor de la clase de señoras manifestó las malas condiciones de la cátedra expresada, puesto que los días nublados era casi imposible por la escasa claridad que al través de las ventanas penetra, distinguir algunos pormenores de luz y sombra y líneas en los modelos, y que además ya porque el local era harto estrecho y no podía contener el mero de matrículadas, ya porque el adelanto de algunas podía colocarlas en la clase del antiguo, las tenía repartidas imposibilitando la corrección de sus trabajos y que era forzoso adoptar una medida que si no para este curso para el venidero pudieran solventarse estas dificultades que entorpecen la enseñanza”.

 

El acceso de la mujer a la escuela llegó primero autorizando la matriculación de alumnas, que recibían sus clases de una plantilla de profesores formada completamente por varones. La incorporación de la mujer a la docencia se produjo después, aunque no mucho más tarde.

 

En 1885 el centro suma una sección musical que estaba también abierta a las féminas y para la que se contrató también personal docente femenino. La primera mujer en acceder como profesora fue Eugenia Garriga Muller. En 1890 toma posesión “en atención a sus méritos” como profesora interina de la cátedra de canto recientemente creada. Su haber, de 999 pesetas, era el mismo que percibían sus compañeros varones de su misma categoría. El dato es interesante pues casi 150 años después aún existe brecha de género en cuestiones salariales. En la década de los 90 se incorporarían a la plantilla Purificación Serrano Casas y Adelaida León Romero como profesoras auxiliares de piano.

 

Una de las alumnas que conocemos es Angelita Romero de Torres, hija del director de la escuela y hermana del famoso pintor. Como el resto de sus hermanos cursó estudios en el centro si bien ella se decantó por el piano y el violín. Ingresó con 12 años y llegó a obtener magníficas calificaciones incluso llegados los cursos superiores. Tanto es así que presentó su candidatura a obtener premio en su séptimo curso de piano y de violín por haber alcanzado la calificación de sobresaliente en ambos.

 

La hoy apacible Plaza del Potro fue en aquella época un espacio que llegadas las horas lectivas se llenaba de ruidosa chiquillería. La existencia de la escuela provocaban un remolino de alumnos donde también podían escucharse las voces de las niñas que fueron pioneras en la ciudad en formarse en Arte.

 

 

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