La aparición en el contexto social español del siglo XIX de una incipiente industria, y de una clase social trabajadora vinculada a la misma, lleva consigo un cambio de mentalidad -cuyo germen lo podemos encontrar en el afán reformista de la Ilustración, en su fase filosófica y teórica- que como consecuencia comportó la revolución industrial a finales de esa centuria . Dado que se trataba de un proletariado no cualificado profesionalmente, y que por tanto no se adecuaba a las nuevas necesidades industriales, esta corriente reformadora que atraviesa el país se plantea rápidamente la posibilidad de un cambio que tenga como objetivo fundamental la activación de las ciencias aplicadas a través de la promoción del sistema educativo. Es en este contexto en el que se materializa la configuración de las Escuelas de Artes y Oficios Industriales.

 

En principio, las instituciones impulsoras de este movimiento fueron las Sociedades Económicas de Amigos del País y las Juntas de Comercio, cuyo  germen lo podemos encontrar en el afán reformista de estas sociedades en todo lo relacionado con la cultura y la educación. No obstante, el verdadero promotor de estos centros de formación específicos fue sin duda el Conservatorio de Artes de Madrid (1824), de clara influencia francesa, organismo que dará lugar al desarrollo de las escuelas de Artes y Oficios Industriales. Así, el modelo creado en 1871 con la Escuela de Artes y Oficios de Madrid será el que origine en 1886 la creciente red de estas Escuelas por todo el territorio nacional.

 

Estos centros nacieron, pues, con la función concreta de proporcionar un nivel cultural básico a las clases sociales medias y bajas, impartiéndose una educación de tipo técnico,  preferentemente en materias que respondieran a las necesidades de una burguesía industrial casi siempre localista. Se trataba de una formación básicamente nocturna, como complemento a la jornada laboral de los obreros.

 

Los expedientes administrativos que recogen la creación y organización de estos centros fueron tramitados por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, siendo traspasados al Archivo Central de la Consejería de Educación con la asunción de estas competencias por parte de la Junta de Andalucía. En el año 2002 serían transferidos al Archivo General de Andalucía.

 

El enorme interés de estos expedientes proviene fundamentalmente de la completa información  que contienen muchos de los centros, información  básica para el entendimiento del significado que tuvieron tales tendencias formativas de los obreros en la industria y la economía nacional, así como para el desarrollo local que supuso en cada caso su implantación.

  

Este expediente que presentamos se inicia con la petición del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, el 13 de noviembre de 1908, solicitando la creación de una escuela de Artes Industriales con carácter oficial según el reciente Reglamento Orgánico de 6 de agosto de 1907, justificándola “en primer lugar por su numerosísima población obrera, y en segundo lugar por la importancia de nuestras industrias”. El municipio se comprometía a la instalación y sostenimiento del centro a través de la Institución fundada con el legado de D. Luis Pernia de Terán en el ex Convento de la Victoria, cedido para dicho uso.

 

La petición se concretaba en la Memoria que acompañaba al acuerdo municipal, donde se exponen las necesidades que motivaban la creación de la Escuela, acompañando incluso los planos del mencionado edificio. La intención era que se cursaran en el mismo,  estudios de aplicación para las Artes y la Industria - según aclara en su testamento el benefactor- “dando de esta forma otras posibilidades a la ciudad y sus habitantes”. Entre las materias a impartir estarían las “enseñanzas generales para obreros”, sobre todo “las tecnologías agrícola, industrial y comercial, en sus diversos peritajes”, ya que se habían suprimido los estudios oficiales de Perito Agrónomo, Perito Agrimensor y Contador de Comercio que se cursaban en el Instituto General y Técnico de Jerez, por  Real Decreto de 1901.

 

Los alumnos deberían ser mayores de 12 años y acreditar saber leer y escribir y las cuatro reglas de Aritmética, formación que se podía adquirir en los seis centros de primera enseñanza  en los que recibían instrucción más de 200 alumnos, con matrícula gratuita para obreros. Por ello, expresa la Memoria, esta nueva formación sería una especie de bachillerato de segunda enseñanza para las clases desheredadas. Las enseñanzas  –nocturnas- serían impartidas por los mismos profesores del Instituto, y por dos auxiliares ayudantes.

 

La aprobación del proyecto, el 14 de octubre de 1910, fue aclamada con verdadero júbilo por la parte solicitante. La resolución emitida por el Ministerio contemplaría las enseñanzas reguladas a través del Real Decreto de 16 de diciembre de 1910. La apertura del centro se celebró finalmente con toda solemnidad un domingo de diciembre, declarándose abierto el curso 1911/1912.