Si hace 100 años, un turista venía a nuestra ciudad, ya podía contar con un plano guía a todo color con el que orientarse para visitar los principales atractivos patrimoniales. En efecto el documento que hoy nos ocupa es un plano de turismo de finales de los años 20 realizado por José Fernández Márquez y editado por el “Real Córdoba Automovilista Club”.
Como veremos, no es casual que en época tan temprana ya se editaran en la ciudad materiales destinados a los visitantes.
Hagamos un poco de historia y volvamos la vista atrás hasta llegar al siglo XIX. España entró en los itinerarios viajeros gracias al advenimiento del ferrocarril y de los primeros barcos de vapor que facilitaban el viaje internacional de larga distancia. A pesar de ello la llegada de visitantes a partir de mitad de la centuria no fue masiva como sucedió en Suiza, Francia o Italia. Entre otros factores, nuestra posición geográfica un tanto esquinada, nos mantuvo fuera del “Grand Tour”, el circuito que recorría el continente con Italia como destino clave emprendido por jóvenes europeos de clase alta de suficientes medios y rango, al cumplir los 21 años.
En cambio a España llega un tourista prototipo: un viajero romántico francés y, sobre todo, británico, que realiza estancias prolongadas en determinados destinos: antiguos enclaves coloniales, industriales o comerciales (Gibraltar, Cádiz, Algeciras, Málaga…); grandes ciudades mediterráneas (Barcelona y Valencia), y grandes ciudades andaluzas (Sevilla, Granada y Córdoba) que atesoran el legado artístico y monumental hispano-árabe
Desde principios del siglo XX, el turismo comienza a percibirse como un sector en alza, en el que nuestro país no quiere perder el tren pues su desarrollo reportaría riqueza y prestigio internacional. Las instituciones entienden que es necesario un fomento oficial y una coordinación que dote al sector de servicios de calidad asumiéndose la gestión por parte del Estado.
En 1905, bajo el gobierno de Eugenio Montero Ríos, se había creado en el Ministerio de Fomento, la Comisión Nacional de Turismo. El órgano perduró hasta que en 1911 se creó oficialmente, por el Real Decreto de 19 de junio, la Comisaría Regia del Turismo y Cultura Popular. Su objetivo era procurar su desarrollo y divulgar la cultura artística popular.
El proyecto reunía, por tanto, patrimonio y turismo, cuya unión serviría para atraer visitantes, generar riqueza y proteger los monumentos. Su dirección se encomendó a Benigno de la Vega-Inclán, erudito y gran defensor del patrimonio español. A él se asignaron tres funcionarios y un arquitecto, Vicente Traver; asimismo contaba con delegados honoríficos.
Es aquí donde vamos a retomar la pista de nuestro plano. Uno de estos delegados honorarios es Enrique Romero de Torres. Hermano del famoso pintor y director del Museo de Bellas Artes de Córdoba. Enrique es por entonces un joven dinámico, embarcado en mil proyectos, todos ellos dirigidos a salvaguardar el patrimonio y también a difundirlo. Éste carácter que conservó toda su vida y el amor a la ciudad que impregnaba a toda la familia Romero de Torres, lo habían convertido en una especie de cicerone oficioso de cuanto personaje o viajero ilustre pasara por la ciudad.
Imaginamos pues a nuestro turista, pongamos que un joven británico llamado Mr. Smith, llegando a Córdoba en torno a 1928 procedente de Madrid a bordo de un tren. Su convoy arribaría a la Estación Central operada por la empresa Madrid-Zaragoza-Alicante. Por esas fechas había en la ciudad otra estación, la de Cercadilla, cabecera de las líneas Córdoba-Málaga y Córdoba-Belmez de la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces. Desde la década de 1870 coexistieron ambas instalaciones, como queda reflejado en el plano guía. Debido a la rivalidad existente entre las compañías explotadores de las diferentes líneas, durante muchos años ambas estaciones mantuvieron servicios de pasajeros diferentes, sin posibilidad de realizar transbordo directo. El protagonista de nuestra historia llega cansado después de diez horas de viaje pues el convoy apenas sobrepasaba los 50 kms hora. Llega el momento de buscar donde asearse para quitarse la carbonilla y dormir.
“¿Qué ha pasado del proyecto del hotel?… Sería una pena que no llegara a hacerse pues bien en la Sierra bien en la Victoria es indispensable para Córdoba, si quiere ésta entrar de lleno entre las poblaciones de turismo. El querer atraer a la gente para después salir renegando de haber venido, es una labor negativa que más vale no hacerla y para eso sería preferible el poner en la estación un letrero diciendo que queda prohibido el apearse a los forasteros.
Este es el caso de una persona que tira su fortuna por la ventana porque no tiene una caja para guardarla.”[2]
Mucho trabajó Enrique en ese sentido aunque sin conseguir el objetivo de dotar a la ciudad de un establecimiento de calidad atractivo para los viajeros por placer, que en ese momento tenían un perfil social de alto poder adquisitivo. Y así lo pone de manifiesto en una carta al marqués de Lozoya cuyo borrador se conserva en su archivo personal. El párrafo ilustra la cuestión:
Pero vayamos de nuevo a los años 20 y a nuestro recién llegado visitante en busca de aposento. En la leyenda del plano que nos ocupa figuran tres negocios con categoría de hoteles: Regina, Simón, y España y Francia, todos situados en la zona centro, ninguno de los cuales respondía a las necesidades del turista de lujo. Habrá que esperar a la inauguración del parador cordobés de La Arruzafa en 1960, para contar con este tipo de equipamiento, sin duda fruto de las gestiones llevadas a cabo durante las décadas anteriores.
Desde 1906 funcionaba el Hotel Simón. Estaba clasificado en la categoría 1, clase A y era de los mejores establecimiento para alojarse por su emplazamiento en la Avenida de Gran Capitán. Según una guía de 1930 la pensión máxima costaba 22,50 pesetas y 16,50, la mínima. En la misma vía esquina con la calle Morería se encontraba el Hotel España y Francia De mayor categoría era el Hotel Regina situado en la entonces Avenida de Canalejas en el solar que hoy ocupa Cortefiel. De tres plantas y elegante construcción contaba con un jardín lateral y era el preferido de los viajeros extranjeros. Además contaba con un auto propio para recogida de huéspedes en las cercanas estaciones de tren.
Hotel Regina en Avenida Gran Capitán
¿Cuál sería el elegido por Mr. Smith?
Aparte de estos tres también tendría opciones mas modestas en fondas, pensiones y casas de huéspedes. Aunque si tenía con qué pagarlo, también podría optar por otro tipo de establecimientos que vieron impulsada su expansión en esos años: los balnearios. De entre ellos en la provincia destaca el espléndido balneario de Santa Elisa. Se construyó para aprovechamiento de las aguas medicinales de Villaharta y aprovechaba las línea de ferrocarril de Belmez que acercaba cómodamente a sus huéspedes desde la capital. Era el único alojamiento de alto standing de la provincia. El Gran Hotel Santa Elisa se convirtió pronto en referente para la alta sociedad de la época. Ubicado en plena Sierra Morena y construido a mediados del siglo XIX como una humilde fonda, en la década de los años 20 se hermosea con nueva fachada, torreones, balaustradas y molduras y se dota de esmerados servicios fruto de la diligente gestión de los propietarios.
Amanece un radiante día y el turista que nos ocupa, que esperamos haya descansado confortablemente, se dirige a la oficina de turismo, enclavada según indica el plano en pleno centro, en la Avenida del Gran Capitán, seguramente muy cerca de su hotel. Allí además de recibir información especializada, tal vez pudiera adquirir el plano guía con el que orientarse por la ciudad para recorrer sus atractivos monumentales. La leyenda reza: “Índice y ubicación de monumentos principales”. Hay 51 entradas de esta temática por lo que el visitante tendría mucho que recorrer. En su itinerario además de la Mezquita – Catedral, la Sinagoga o la Puerta del Puente, incluía conventos, palacios e iglesias fernandinas. También plazas como la Corredera o la del Cristo de los Faroles que en plano figura como Plaza de los Dolores.
Resulta curioso y a la vez útil para el viajero que el plano proporcione cierta información de servicio público detallando las ubicaciones del Ayuntamiento, el Gobierno Civil, el Banco de España, Correos y Telégrafos y la Compañía Telefónica. Incluye también la situación del Gran Teatro y del Teatro Duque de Rivas así como de la plaza de toros, sita en el actual solar de El Corte Inglés.
El entramado urbano de hace 100 años no se diferencia tanto del de hoy. Por fortuna el extenso casco histórico de la ciudad no ha sufrido cambios significativos. Como mucho detectamos cambios en la nomenclatura de alguna vía. Por poner un ejemplo un tramo de la actual calle Lucano recibe el nombre de Emilio Castelar. En cambio las grandes obras de ensanche y remodelación de la ciudad ya están reflejadas. Las calles Cruz Conde y Claudio Marcelo marcan la nueva fisonomía del centro comercial tanto como la Plaza de las Tendillas, bautizada en el momento como Plaza de Cánovas y ya presidida por la estatua ecuestre del Gran Capitán trasladada allí en 1927 desde su primitiva ubicación en la avenida que lleva su nombre.
El recorrido que se propone al turista no difiere tanto del que hoy pueden sugerirle en las oficinas de turismo locales. Si bien con el tiempo se han ido incorporando nuevos lugares para visitar. Llaman mucho la atención los medallones destacados en la parte superior del plano donde con hermosos dibujos se informa de enclaves situados fuera de la ciudad: El Santuario de la Virgen de Linares, Las Ermitas, el Monasterio de los Jerónimos, el castillo de la Albaida y otros, tienen un lugar destacado.
Recordemos dos factores que ponen en valor estos enclaves. Por un lado el interés de las instituciones por fomentar el turismo de naturales, y por otro el prestigio de la sierra de Córdoba como lugar de vacación y esparcimiento. Los cordobeses que podían permitírselo trasladaban su residencia veraniega a las pequeñas aldeas de Trassierra y Cerro Muriano o a sus alrededores. Pero existían también numerosas villas en enclaves privilegiados de la serranía, cuya belleza y confort, atraían a familias adineradas para pasar temporadas tanto estivales como invernales disfrutando del clima benigno y el aire puro. Una de las más conocidas y hermosas era la Huerta de los Arcos. Situada en el paraje de los Arenales, su exquisito estilo neomudéjar y sus maravillosas vistas hicieron que fuera visitada por todo tipo de dignatarios que llegaran a la ciudad así como por cordobeses y turistas.
Nos despedimos de Mr. Smith no sin antes desearle una feliz estancia en la hermosa Córdoba…, y recordándole que pase por el Museo de Bellas Artes para saludar a la familia Romero de Torres.
1 Revista La Esfera, 13 de junio,1914. nº24, año I.p. 30.
2 Córdoba. 1928. 2 cartas de José de Zuazola a Enrique Romero de Torres sobre la conveniencia de que el vuelo Sevilla Madrid hiciera escala en Córdoba y de construir un hotel en la ciudad. FRT 119/292.
3 Córdoba. Ca. 1940. Enrique Romero de Torres escribe al Marqués de Lozoya, Director General de Bellas Artes, sobre la falta de plazas hoteleras en Córdoba, y agradece su ofrecimiento de enviar libros y revistas para la biblioteca del Museo Provincial de Bellas Artes. FRT 114/123.
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