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El Diccionario de Términos Archivísticos define "encuadernar" como coser o pegar unos a otros los pliegos o las hojas que han de construir un libro o cuaderno y ponerles unas tapas. Este procedimiento se puede realizar para conservar y, en su caso, ornamentar un libro. Muchos ejemplares se convierten, de este modo, en verdaderas obras de arte.
La historia de la encuadernación es paralela a la evolución del libro. Desde el principio los dueños de volúmenes intentaron proteger los textos del uso y de los agentes degradantes de la escritura o su soporte.
Ideado durante el bajo Imperio Romano, en la Edad Media, en los reinos cristianos se impone el formato códice. Los monjes benedictinos crean las primeras bibliotecas monásticas donde se concentraba todo el saber de su tiempo. Son los propios monjes quienes, ayudados de guarnicioneros, orfebres y grabadores, elevan la encuadernación a la categoría de arte. Es también la época de los libros-joya, en cuyas tapas se combinan metales, con gemas e incrustaciones de hueso o marfil, empleándose también clavos, rosetones, cantoneras o cerraduras estilizadas. Los libros se habían convertido en un símbolo de poder que merece exhibirse y por eso sus poseedores invierten dinero en encargar ejemplares únicos.
Ineludiblemente, las encuadernaciones se impregnarán del estilo artístico predominante en cada época. Con la invención de la imprenta se disparará el número de volúmenes en el mercado, lo que unido a un sostenido incremento de la producción documental manuscrita al calor de la creciente burocratización de las monarquías europeas, permitirá la coexistencia de las encuadernaciones lujosas con las badanas (pieles curtidas) más corrientes y funcionales.
La Encuadernación estuvo sometida a la misma evolución que el resto de manifestaciones artísticas. En Europa se sucedieron así las cubiertas góticas, mudéjares, renacentistas, barrocas, neoclásicas, románticas, etc. A menudo, dichos estilos convivieron durante un tiempo, aunque en realidad cada taller de imprenta y/o encuadernación imprimía a sus trabajos un distintivo propio. De este modo, se pone de manifiesto que la encuadernación puede ser mucho más que un simple elemento protector de los libros, convirtiéndose, en ocasiones, en auténticas obras de arte.
Técnicas de encuadernación
Tradicionalmente el libro impreso está formado materialmente por tapas, hojas, tipografías y grabados. Desde el siglo XVI, la estructura de los códices apenas ha cambiado sustancialmente; consta de encuadernación (tapas, cantos, lomo, guardas, cabezadas…), falsa portada, portada, preliminares, índice, texto, aparato crítico y colofón.
Podemos dividir el proceso de encuadernación en tres pasos principales: unión de hojas, enlomado y montaje de tapas.
La unión de las hojas se puede realizar mediante cosido o encolado:
- El Cosido consiste en la unión de las hojas con un hilo, habitualmente de nailon, cáñamo o lino, utilizando un telar.
- El Encolado consiste en la unión de las hojas con una fina capa de adhesivo, ayudándonos con un burro (armazón para sujetar)
El montaje de tapas es la unión de las cubiertas del libro con el lomo, variando sustancialmente en función de los materiales utilizados (tela, pergamino, piel…)
La encuadernación en tela: para elaborarlas, la tapa del libro se realiza con una base en cartón que deberá forrarse posteriormente con la tela elegida. Esta tela debe tener una capa de apresto o un papel en la parte posterior (para evitar las posibles manchas de cola). El lomo se protege con una cartulina flexible que permita la manipulación y apertura del libro. Cuando la tapa esté seca habrá que redondear la cartulina del lomo utilizando una lomera. Las tapas se unen al cuerpo del libro a través de las guardas, que se pegan con cola entre cada una de ellas, y a la primera y última de las hojas.
La encuadernación en pergamino: también se conoce como Encuadernación Rústica de la época. Se popularizó gracias al bajo coste del material, en comparación con las encuadernaciones de lujo. Su gran resistencia ha hecho posible que todavía se conserven numerosos ejemplares con sus títulos y dibujos caligrafiados con tinta china en el lomo.Las hojas suelen estar cosidas con hilo de cáñamo, al igual que la cabezada que se cosía directamente a los pliegos. Estas cabezadas, además, servían como elemento de unión entre el cuerpo del libro y las tapas, que podían llevar un cartón en su interior, aunque es muy común encontrar una o varias hojas de pergamino dobladas.
La encuadernación en piel da mayor solidez al libro. Se conoce también como tapa montada porque, desde un principio, libro y cubierta se van fabricando paralelamente y forman una unidad.La primera diferencia es la inclusión de hojas de respeto, pliegos en blanco que se colocan al principio y al final como preámbulo y protección del libro. Las tapas se hacen con cartones de grosor variable según el tamaño, para darle mayor robustez. Van forradas de piel que previamente ha sido chiflada (rebajado su grosor), principalmente en los cantos, el lomo y los pliegues. Los libros pueden estar encuadernados a plena piel (toda la superficie de la cubierta), o a media piel o con puntas (parte de la cubierta en piel y la otra parte en otros materiales).
A lo largo de los siglos, las diversas civilizaciones y culturas han empleado papel decorado para distintos fines, entre ellos como hojas de guardas o cubiertas en libros o folletos. El atractivo estético y las distintas técnicas que evidencian tales papeles decorados ponen de manifiesto una ejecución esmerada y un deseo de innovar más que notable.
BIBLIOGRAFÍA: