Alfonso Berlanga Reyes
Nacido en Málaga, ciudad de tantos veraneos en la que descubrió el mar, aunque cordobés de vivencias, tras muchos años de residir en Madrid, está asentado en Almería, en cuya ciudad comenzó ejerciendo como catedrático de instituto de Literatura. Realiza sus estudios universitarios entre Granada y Madrid, en cuya Universidad Complutense se licencia con Premio Extraordinario en Filología Románica. Ha desempeñado diversos puestos de dirección en los Ministerios de Asuntos Exteriores, agregado cultural en la Embajada de España en Suiza y consejero de Educación en la de Portugal, director de la acción educativa en el exterior y de la inspección educativa y Trabajo y Asuntos sociales y director general de discapacidad. Ponente en multitud de congresos y simposios del mundo educativo, ha dirigido gran cantidad de cursos de formación para docentes y ha participado en encuentros científicos de varias universidades europeas. Entre sus publicaciones destacan una Historia de la literatura española a través de los textos en 4 volúmenes y un estudio crítico sobre poesía tradicional.
Obras:
Si en los dos poemarios anteriores, Son aymara y La casa de la Almedina, se advertía un depurado estilo, sujeto a la más grande tradición lírica española pero innovador y abierto, capaz de producir ese temblor que sólo la buena poesía genera siempre, la tercera entrega de Alfonso Berlanga, Luz y cal, viene a confirmar que nos encontramos ante un poeta de una extraordinaria madurez, que abducido en este caso por la luz, ha sabido trasmitirnos toda la belleza -interna y externa- ahondando en su significado para proporcionar así a sus lectores un universo donde la palabra no es sino un juego de seducción continuo.
José Antonio Santano
A esta pregunta que me hago entre la madrugada y el alba: ¿qué es poesía?, tal vez sabiendo lo imposible de la respuesta, en esa secuencia en la cual los instantes se hacen métrica infinita, me atrevo a decir, en voz alta y tranquila, que, después de leer este poemario, un joyel entre Quevedo y Góngora, entre Rilke y Juan Ramón, entre Bécquer y José Hierro, entre Salinas y Guillén, entre Aleixandre y García Baena, entre el intelecto y el sentimiento, entre Neruda y Borges, entre Vallejo y Benedetti, entre Henry Michaux e Ismail Kadaré, entre Ángel González y Valente, entre García Montero y Elena Medel, he hallado, al fin, una definición, quizá abstracta, pero, en el fondo, concreta.La poesía es en este libro de poemas, luminoso y cristalino, orfebre y diamantino, una antología de la semántica y de la emoción, de la música y de la pintura, de la literatura y del arte, de la tradición y de las vanguardias, de la metáfora y de la sinestesia, de la orfebrería y de la palabra, de la semiología y del cine, de la verdad y de la autenticidad, de la lectura y de la sintaxis, de la esperanza y de la ilusión, del tiempo y de la luz, de la ciudad y de la historia, de la búsqueda y del misterio, de la infinitud y del expresionismo, del mar y de la ausencia, de Garcilaso y de Velázquez, del color y del atardecer, del crepúsculo y de la nostalgia, del piano y del saxo, de la guitarra y del violín, de la libertad y de la evidencia, del metalenguaje y de la poética, de la semiótica y del hipertexto, de la entrega y de la pasión, de la paz y del silencio, de la observación y de la lejanía...