Carmen Garrido

Madrid

(Fernán Núñez, Córdoba, 1978) es poeta, periodista y master en Relaciones Internacionales. Afirma que “su currículum está influido por el hecho de haber crecido a la vera de un alminar del siglo X”. Como poeta, ha ganado el Premio Nacional de Poesía Fundación Cultural Miguel Hernández 2011 con el poemario Garum (Editorial Devenir), también finalista del Premio Tiflos 2011. Ha sido designada, asimismo, como autora 2011 por la Diputación de Cádiz, con el poemario El parteluz, (Proyecto Alumbre. Diputación de Cádiz). En 2008, obtuvo el Premio de Poesía Andalucía Joven 2008, con el poemario La hijastra de Job (Renacimiento).  También ha formado parte de numerosas antologías: Ida y vuelta (Editorial Fin de Viaje, Granada), Tragaluz 17 (Asociación Cultural Clave 53, Madrid) o Recital Chilango Andaluz (Editorial Ultramarina Cartonera, Sevilla), entre otras.  Administra el blog literario La dama de verde, finalista como “Mejor blog Creación Literaria Nacional 2009”, según Revista de Letras (Periódico La Vanguardia). Ha ganado varios concursos de relatos: el de la prestigiosa editorial madrileña Fuentetaja, el Luis Adaro o el de Ediciones Personales. Colabora con numerosas publicaciones culturales y forma parte del colectivo madrileño de poesía. Ha trabajado en las secciones de Cultura de Diario Córdoba y ABC Córdoba. Es una apasionada de la poesía rusa de Anna Ajmátova, la novela negra italiana, la narrativa anglosajona y el mundo árabe.
 


Obras:

El parteluz, aunque surge en mi poética a partir del visionado de las puertas de las iglesias fernandinas cordobesas, tiene, en este libro una acepción muy particular, aunque entroncada con el concepto artístico de “pilar que divide un arco en dos”. Este Parteluz es el guardián, el vigilante que, situado en el pórtico, en el zaguán, da acceso a un mundo silencioso, donde las mujeres esconden leyendas; fábulas de la Andalucía secreta; relatos que vienen de antaño; apariciones fantasmales de un Lorca agonizante. En ese mundo, casi conventual y catedralicio, se imponen las velas, los susurros, las conversaciones de los patios y las rejas, los ojos que miran sin ser vistos. El parteluz separa el día de la sagrada noche, en la que desvelo intimidades y guerras personales; añoranza por las tres ciudades donde eché raíces: tres puntos cardinales, distintos y, sin embargo, tan amados. Ciudades, cuyo nombre casi duele revelar, porque la pasión por ellas me conmina a no compartirlas. Por eso, El parteluz se aleja, en contradicción con su nombre, de las luminarias del día y se adentra en las madrugás, únicas horas para hablar de lo íntimo. Delante del reflejo de un brasero, el poemario se desbroza en murmullos, sólo abierto para aquéllos que puedan comprender los entresijos del espíritu.

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