Inmaculada Díaz
Autora de más de una treintena de libros infantiles de poesía, teatro y prosa. Sus textos se han traducido al portugués (“El caracol Carlitos”) y varios de sus cuentos se incluyen en los libros de lectura de España y de Puerto Rico, y forman parte del fondo bibliotecario del Instituto Cervantes.
La Secretaría de Educación de Méjico seleccionó, en el año 2006, su libro “El árbol miedoso” para el fondo literario de todas las bibliotecas del país lo que supuso una edición especial de 90.345 ejemplares.
Su cuento “Memorias de un pato diferente”, forma parte del libro “Cuac Quac Kuak Cuac” editado por la OEPLI para conmemorar el Día del Libro Infantil y Juvenil 2003. Es autora igualmente de '¡Pon, pon! ¿Quién vive ahí?' y 'Pon, pon! ¿Qué es?' (Ed. Santillana), que contienen narraciones, cómics, poesías, adivinanzas, trabalenguas y teatros que fomentan la curiosidad y el interés por lectura en los más pequeños.
Trabaja con diversas editoriales y publicaciones realizando proyectos pedagógicos para Educación Infantil y Primaria. Colabora con el Centro Andaluz de las Letras y con la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en las campañas de Fomento de la Lectura. Jurado en certámenes literarios y articulista de temas relacionados con la educación y la literatura.
Obras:
Miguel preside un club secreto de cuatro amigos bautizado por el padre de Miguel como La Patrulla Capulla. Los cuatro miembros de la Patrulla se defienden entre sí de los abusones del colegio, comparten juegos, aventuras y también enfados y problemas, superados con buena voluntad.
Miguel ha pasado unas cortas y obligadas vacaciones en el pueblo de sus abuelos y antes de partir, como prueba de amistad, recibe un regalo muy especial: una cabrita. Con la aprobación de su padre y el disgusto de su madre, Miguel se lleva su nueva mascota a la ciudad; y allí comenzarán las aventuras y las peripecias más increíbles de esta cabra rebelde y desagradecida junto a su dueño.
Cuando llegué a casa de mis abuelos, no sabía cómo iba a sobrevivir las próximas dos semanas de vida aburrida en el pueblo. Tardé muy poco, sin embargo, en buscarme cosas que hacer, pero siempre acababa en algún lío por el que mis abuelos se llevaban las manos a la cabeza. En el tiempo que pasé con ellos, descubrí que hay mucho que hacer en el pueblo y que la vida allí no tiene por qué ser tan interesante. No olvidaré nunca mi visita a Pozoalbero, y me parece que los vecinos del pueblo tampoco se olvidarán fácilmente de mí..