Tras Los tilos de Herrenhausen (Málaga, 2007), drama en un acto que se publicó junto a Evangelio de Lucifer, de Francisco Fortuny, y en el que se lanzaba desde la España de los años noventa una mirada retrospectiva a los días de la guerra civil, Alfonso Sánchez  escribió El buzo y la aviadora, que la Fundación Málaga publica ahora en la BAMC. Si la primera se desarrolla en un espacio claustrofóbico, la segunda, en la que la guerra no es un recuerdo inolvidable  sino el centro del conflicto principal, encierra a los personajes en un mundo más angustioso y trágico aún que el de la memoria pervertida. Con El buzo y la aviadora, Alfonso Sánchez vuelve a uno de sus escenarios predilectos: la Málaga de los felices veinte que desemboca en el volcán de 1936, donde vivió y murió el poeta de la Generación del 27 José María Hinojosa. La obra, subtitulada por su autor como fantasía, permite no obstante una lectura verosímil dentro de los límites de la ficción, ya que es una reconstrucción casi minuciosa del asesinato de Hinojosa, víctima de un odio incontenible. Pero también es una historia de amor y de amistad, cuyo título evoca un drama perdido y una greguería que retrata certeramente a los protagonistas.