Marta era una niña que tenía el oído finísimo, tanto que no podía dormir por las noches. Y es que Marta escuchaba todos los ruidos del mundo por pequeños y extraños que parecieran. Podía oír el ruido de la gotera de su habitación cayendo en la lata que había colocado su padre. Era un goteo aburrido, hasta que se dio cuenta de que las gotas no hacían el mismo ruido, sonaban diferentes, como sílabas. Y entonces trató de leerlas…