Desde su primer libro, La célula infinita (1980) Rosa Díaz ha ido entregando a la imprenta más de veinte libros de poemas a lo largo de los últimos treinta años. Ha transitado también otros géneros como el ensayo o la literatura infantil. En esa dilatada trayectoria caben aproximaciones paradójicas o incluso contradictorias, cabe la poesía de la experiencia y la poesía espiritual, el intimismo y la denuncia social, lo cotidiano y lo extraordinario, la “normalidad” y la excepción. Y Las muertas (salmos de la mujer que escribe) es un buen ejemplo de esos sincretismos paradójicos: así, el tono bíblico-religioso evocado en el subtítulo y los epígrafes plantea cada poema como una “oración”; pero cuando leemos vemos que se convocan temas de nuestra realidad social más sangrante: la violencia de género, los refugiados, la explotación de las mujeres,…un escaparate de muertas que se exponen como vergüenza de nuestra civilización, como “denuncia”. Y también, señala acertadamente Ángel Luis Prieto de Paula en el prólogo, “como una regurgitación contemporánea de antiguas maldiciones”, donde también asoma por momentos “el fulgor de lo primitivo, de la plenitud de los orígenes y del lugar ameno donde se fundó la vida”. Un libro de poemas valiente y arriesgado donde la tinta a veces se hace sangre y hiel, que apunta a aquello que señalaba Kafka como función de la literatura: “la literatura debe ser un hacha para el mar congelado en nosotros”. Palabras con filo para nuestras conciencias.