Andrea está sufriendo por el fallecimiento de su hijo, en su dolor está sola, aislada del resto de los seres humanos. Pero no es la única. La mamá de Claudia se ha marchado a vivir a otra ciudad y ella, a sus pocos añitos, no entiende qué ha sucedido. Antonio se refugia en su aislamiento. Diego preferiría no tener que enfrentarse a su realidad. Lucas tampoco comprende el porqué de los acontecimientos que se suceden, confusos. Sin embargo, todos ellos están vivos y deberán hacer frente, de un modo u otro al transcurrir de sus días, con sus tormentas y sus sinsabores. Recorriendo los sinuosos senderos que les han tocado en suerte, sobreviviendo…

Pero quizá, sólo quizá, se pueda llegar a sentir que se vive de nuevo, más allá de una pura supervivencia de ilusiones desgastadas. Siempre en mi memoria nos habla de la pena por la pérdida de los seres queridos y también del efecto sinérgico del amor como sentimiento profundo, romántico o no, y de la empatía; de la vida que nos da y nos quita arbitrariamente y nos va conformando y modelando, proceso escultórico en el que intervenimos por medio de nuestras respuestas ante las cuestiones que se nos van planteando.