Carta para una futura fraternidad

Isabel Anaya

Hacia la mitad del siglo Xl en Al-Ándalus, el poeta y filósofo judío Salomón Ibn Gabirol decide escribirle una carta a su amigo cristiano, Rodrigo de Jaca, para contarle su vida. Además, pretende dejar constancia del esplendor cultural del judaísmo, que por esa época está teniendo su edad de oro en Al-Ándalus. A través de sus recuerdos, Salomón nos sitúa en la caída del Califato de Córdoba y el surgimiento de las taifas. Con un prosa poética, le cuenta a Rodrigo la huida de sus padres de Córdoba, por las matanzas de la guerra, y que se refugiaron en Málaga donde él nació. La muerte de la madre, pone fin a una infancia feliz en su ciudad natal. Cuando Málaga se vio envuelta en las guerras civiles, tuvo que abandonarla junto a su padre con dirección al norte de la península.

En Zaragoza Salomón Ibn Gabirol pasa su adolescencia. El padre del poeta es calumniado y muere lapidado en la judería. Huérfano y sin hermanos, la intelectualidad hebrea arropa a Salomón admirada por su talento literario. El judío Yequtiel ben Isaac era el visir de Zaragoza y su judería la más próspera de Al-Ándalus. Por ello, los sabios hebreos más afamados de la época se refugiaron allí huyendo de las guerras del sur. Yequtiel protege a Salomón Ibn Gabirol y lo favorece con su mecenazgo, pero en la guerra civil zaragozana es asesinado, junto a su rey Mundir II. De nuevo Gabirol se ve obligado a huir con destino a Granada donde gobierna otro visir judío, Samuel Nagrela.

Conseguido el mecenazgo de Nagrela, Gabirol vive su juventud en Granada, siendo el preceptor del hijo de su mecenas, Yusuf, que años más tarde sustituirá a su padre en el cargo de visir. Salomón se enamora de la esclava cristiana de los Nagrela, un amor imposible con un trágico final. Acompañando al visir, el poeta visita Lucena, donde se ha constituido una teocracia judía y es el centro de la sabiduría hebrea, porque ha ido acogiendo a los más importantes rabinos de las escuelas talmúdicas de Oriente, cerradas por el integrismo musulmán.

Tras enfrentarse a la familia Nagrela, Salomón se ve obligado a volver a Zaragoza, pero su situación es difícil; carece de mecenazgo y en la judería se le acusa de preferir la filosofía griega, frente a la ortodoxia hebrea. Logra sobrevivir porque recupera su antiguo empleo de traductor en la biblioteca de la madraza donde conoce a Rodrigo, que a partir de entonces será su amigo del alma y el destinatario de su carta autobiográfica. Rodrigo es un joven fraile hecho prisionero al ser invadida Jaca por los musulmanes. El general que ha liderado la invasión se enamora de Rodrigo y lo convierte en su esclavo, pero al hacer constar el fraile ante personas influyentes que domina el árabe, por haber traducido de esta lengua las obras de los sabios de la antigüedad, el visir se lo compra al general para que trabaje en la biblioteca. El general se venga del joven cristiano. La desgracia une a Gabirol y a Rodrigo, ambos son dos místicos dedicados a Dios, desde sus distintas religiones y les apasiona la filosofía griega. Pasan los años consolidando una amistad cada vez más profunda, hasta que el abuelo de Rodrigo, conde de Jaca, localiza a su nieto y paga su rescate, produciéndose la separación de los amigos.

Los enemigos que Gabirol logran su destierro. Samuel Nagrela lo reclama en Granada, porque su hijo se casa con la hija de un afamado rabino que admira la poesía religiosa de Salomón y lo quiere conocer. Envidioso, el visir granadino expulsa a Salomón y éste decide viajar a una ciudad marítima con la esperanza de embarcar a Jerusalén, cuando conoce a un místico sufí que le enseña sus métodos místicos. Tras diversas vicisitudes, Gabirol muere en Lucena. Sorprende el giro final de la novela, que le confiere su profundo mensaje ético; un canto a la tolerancia y la convivencia pacífica entre culturas.

Por la carta, conoceremos a los sabios de la edad de oro de la cultura judía en España: Hasday ibn Shaprut, Samuel Nagrela, Yoná ibn Yanáh o Isaac ibn Gayyat.

 

 

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