Aunque el título de la obra está en deuda explícita con Calderón, y en concreto con 'La vida es sueño', - como aluden los personajes de la escena X, elocuentemente titulada 'Rapsodia del monstruo' - 'Monstruos' es una obra de difícil clasificación. Compuesta en 20 escenas, en las que no podemos referir un único personaje protagonista que mueva acción de principio a fin, pues nos adentramos en un mosaico polifónico de escenas autónomas y dotadas de sentido propio, en el que los personajes-teselas, retratan mundos, contextos y circunstancias, donde lo monstruoso se va manifestando de forma prolija y poliédrica. Las estructuras épicas posteriores a 'Terror y Miserias del III Reich', de Brecht, en las que ya no se nos presenta un héroe clásico y aristotélico, sino un mundo en ebullición, parecen aquí posible referente. Sin embargo, también aquí, conviene no definir el territorio dentro de lo épico. O no al menos, como categoría absoluta. Monstruos no nos da tregua. Nos exige una mirada abierta ante un mundo contradictorio y lleno de trampas, donde el arte, la religión, el poder, las tecnologías, y hasta el azar pueden proyectar nuestra sombra monstruosa. Un mundo en el que, parafraseando a Battiato, el animal que llevamos dentro no nos ha dejado ser felices, aunque no cesemos en el empeño de intentarlo.
