La artista María Dávila plantea en este proyecto la naturaleza representacional que domina nuestra relación con lo real: espéculo y espectáculo donde proyectamos una supuesta identidad en el seno del desdoblamiento dado entre el mirar y el ser mirado.

A partir de la recopilación de material audiovisual de diversa procedencia, nos muestra una serie de relaciones entre imágenes que son llevadas a la pintura y expuestas, de manera que, como espejos, como ecos, estas dialogan como los fragmentos autónomos de una narración sugerida pero suspendida, inconclusa, que cada espectador deberá construir. Su obra se enmarca así en esa actitud de la pintura que busca replantearse y (re)construirse, como parte integrante del contexto de la cultura visual en la que se encuentra inmersa, y con la que forma un sistema cognitivo, productor de sentido. 

En Dramatis personae se aprecian la borrosidad, los límites de la representación y de la propia lectura e interpretación de las imágenes, el encuadre fragmentario y sugerente, la alusión al medio fotográfico y fílmico, o el imaginario colectivo y el álbum familiar como fuentes materiales para la pintura, características que dirigen la producción de esta artista.

Se habla en esta exposición de un trabajo pictórico que camina paralelo a las propuestas que, desde las vanguardias cinematográficas, se acercan a cierta estilización de lo real para plantear los límites de la verosimilitud narrativa. Desde la pintura, este proyecto recoge así la interrogación acerca de los planteamientos mismos que rigen la construcción y percepción de la imagen en el estado de "hipervisualidad" actual.

El catálogo que acompaña a la exposición contiene el texto de Víctor Borrego Ver sin mirar, mirar sin ver.