José María Escalona nos introduce en un universo individual a la par que colectivo que integra tres partes claramente diferenciadas pero a la vez alusivas las unas a las otras, tanto temática como conceptualmente, ya que entre ellas se establecen puentes, nexos de unión que configuran el sentido y significado total y global de la obra. En todas ellas las fotografías apuntan a ciertos vínculos, algunos extintos, muertos, pasados, implícitos entre su persona y los entornos captados, y otros nuevos, establecidos a partir del aquí y ahora; lo cual refiere a la propia naturaleza del acto fotográfico, estableciendo así una reflexión intrínseca acerca del propio medio, de cómo la cámara hace perdurable y eterno lo efímero y transitorio a través de imágenes de elementos que recuerdan a otras vivencias.

Reliquias ausentes es una de las fases de este proyecto, y se refiere a aquel inventario de objetos perteneciente, y que integran y conforman, un entorno familiar en el que el propio artista desarrolló su infancia, y que bien podría haber sido el tuyo. Estos motivos captados, debido a su poca sofisticación y aspecto kitsch de la España profunda, adquieren un sentido colectivo, ya que es mediante su  figuración y composición formal a modo de políptico lo que determina que el espectador sea capaz de identificar y rememorar sus propios recuerdos.

De forma más concreta figura la serie El último rastro, ya que es gracias a estas imágenes a lo que podemos presenciar la ausencia de unos referentes familiares ya obsoletos, y es que se introduce a los mismos a través de fotografías de sus fotografías. Con este planteamiento Escalona da un paso más con respecto al anterior; ahora se huye de la ausencia humana para denotar la presencia de la misma.

Finalmente, Diario simultáneo del amor (2011 - ) es la última de estas fases, donde el autor habla de su presente, su actual situación vivencial y que quiere que se convierta en su futuro, en su porvenir, en su nueva vida. Con este tipo de acto pretende renacer y andar por el día a día sin lastres que le impidan ser feliz, sin obstáculos; de ahí que la realización de estas fotografías sea de forma directa sin preocupaciones técnicas de ningún tipo (tal es así que la cámara empleada para ello es una automática analógica al uso; con la que adquiere importancia expresiva, incluso, el que alguna toma no se produzca por fallo técnico).

Renacer implica morir, y para morir con opción a renacimiento puro, se necesita liberación.

La exposición viene acompañada de un catálogo con el texto de Juan Francisco Rueda Somos casa. Sobre un ejercicio catártico de inmersión en el pasado.