Dentro de toda ésta trama, Celestina, utiliza a los criados Pármeno y  Sempronio y a sus chicas del lupanar, Areúsa y Elicia, a los que promete una repartición de la ganancia si le ayudan a conseguir el amor de Melibea. Teje una fina tela de araña donde poco a poco todos se van enredando. Cuando Melibea confiesa su amor a su criada Lucrecia y todo parece llegar a buen fin, algo se tuerce dramáticamente. La avaricia de Celestina y su negativa a repartir la ganancia con los criados, hace que éstos, cegados por su codicia, acaben con su vida degollándola en su propia casa. Pármeno y Sempronio son apresados y ejecutados por la justicia. Calisto y Melibea empujados por un amor irrefrenable, quedan en el huerto para entregarse plenamente el uno al otro, pero parece que la fortuna no está de su lado, y como si de un hechizo mortal se tratara, Calisto pierde el equilibrio y cae de la escalera que sube al huerto, Melibea, testigo de su accidental muerte, no puede soportarlo y decide seguirle quitándose la vida. 
La obra finaliza con las reflexiones morales de Lucrecia, testigo fiel de toda esta maraña.