Concepto y coreografía: HOFESH SHECHTER. Con la colaboración artística de la compañía original.

Vídeo Ed Inglis - ESTRENO EN ESPAÑA en complicidad con el Mercat de Les Flors

ADVERTENCIA: Humo en sala y alto volumen del espectáculo.

ARTISTA ASOCIADO AL THÉÂTRE DE LA VILLE (PARÍS) Y AL SALDER’S WELLS (LONDRES). HOFESH SHECHTER VUELVE CON SU DANZA ELÉCTRICA AL CENTRAL. UNA BOMBA COREOGRÁFICA EN TRES ACTOS

Hofesh Shechter se ha acostumbrado a que lo califiquen como “coreógrafo israelí” aunque lleve 15 años afincado en Londres y no visite Israel más que ocasionalmente. Quizás sea porque todo lo que surge en Israel no puede ser más que intenso, dramático. Dice el coreógrafo. No nos cabe duda de su intensidad. En el Teatro Central, los espectadores han podido comprobarlo desde que nos visitó por primera vez con Uprising/In your rooms (2009) y confirmarlo con Political mother (2010) y Sun (2014).

En todas las piezas los jóvenes bailarines de esta compañía parecen poseídos por una especie de energía eléctrica, sacudidos por las tensiones que atraviesan el hostil mundo moderno. Aunque la danza de Hofesh no se dedique a contarnos historias propiamente dichas, de lo que no cabe duda es de que sus coreografías están directamente ligadas a la vida moderna, a su ritmo sincopado, sus inquietudes, sus tensiones. Esta vez la trilogía que nos ofrece, estrenada en el Berliner Festspiele, se compone de tres piezas.

En la primera, cuerpos y sonido se tensan para alcanzar una misma idea. He querido expresar la relación de la energía por una parte y sus restricciones por otra, explica el coreógrafo. Los bailarines vestidos de blanco, alternan movimientos mecánicos, domesticados, con bailes totalmente tribales, más bien bestiales acompañados por una música barroca que se mezcla con sonidos electrónicos tremendamente rítmicos. En la segunda Hofesh nos invita a dejarnos llevar por el movimiento. La idea del coreógrafo es la de hablar del mal. Aquí los bailarines están vestidos con una segunda piel dorada ultra ceñida y de la misma forma que en la primera parte asistimos a un derroche de ritmo y rupturas brutales de luces y sonido. Un flujo incesante nos rodea. Pasamos de una música a otra, de una fiesta a otra, de un ritmo a otro, sin parar, como si se tratarse de un viaje sin fin en el tiempo y el espacio. Es el grove el que nos lleva al trance y estamos tentados de salir a bailar. Finalmente la tercera trata de algo que hace referencia el sentido de la realidad.

En el escenario nos encontramos con un hombre y una mujer. Él vestido de tirolés, ella con camisa y pantalón. Bailan uno al lado del otro con una música más bien romántica y sonreímos antes de que se produzca la estampida: combate, sexo, dulzura… todo se mezcla. Todos los bailarines de la primera y segunda parte salen a acompañar a la pareja y se contonean sincronizándose en un único movimiento. Como si se tratase de un único cuerpo barbarianses una bomba. El trabajo de sonido y luz tratados como materias vivas se funde con el de los bailarines en un solo movimiento, hasta contaminarnos.

Cuando el espectáculo acaba, el público está de pie. Pleno. (Culturebox)