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Sevillanas Solteras

ISRAEL GALVÁN/IGALVAN COMPANY

 

UNA SEMANA EN COMPAÑÍA DE ISRAEL GALVÁN

 

Israel Galván ocupará las dos salas del Central con dos propuestas escénicas. Una de ellas en complicidad y diálogo con la cavoberdiana Marlene Monteiro Freitas. Otra, una especie de ajuste de cuentas consigo mismo, con su memoria y su ciudad.

 

Dos propuestas escénicas acompañadas por una lección magistral.

 

El objetivo es sencillo y complejo a la vez. Nuestra intención es que los trazos de este artista único al que los franceses llaman el “bailarín de soledades”, no solo impregnen a los espectadores sino también a aquellos que se inician en el lenguaje del movimiento y queden inscritos en sus cuerpos.

 

No creer en las burbujas, apostar por la contaminación de géneros escénicos... Indisciplinado por vocación y trayectoria…. El Central celebra la fiel compañía de Israel. Un artista irrepetible. Un artista que rompe con las fórmulas y proyecta el arte de la danza flamenca hacia horizontes insospechados.

 

 

ISRAEL GALVÁN/IGALVAN COMPANY Sevillanas Solteras

 

Concepto y coreografía ISRAEL GALVÁN Con ISRAEL GALVÁN, baile; MARÍA MARÍN, cante y guitarra; LOS SONES, charanga Producción IGalván Company en coproducción con TEATRO CENTRAL

 

ESTRENO ABSOLUTO

 

Israel Galván por sevillanas. Una creación mundial en la que el genio explora sus raíces.

 

Hace ya muchos años que los premios dejaron de tener importancia para el artista Israel Galván. Pero esos reconocimientos son importantes para los niños, y durante su infancia Galván —heredero, como es sabido, de una dinastía de bailaores que muy tempranamente inculcaron el oficio de la danza en él— cosechó casi todos los galardones imaginables. Hasta tal punto que sus compañeros a veces le llaman, simplemente, "Premio". Ahora bien, Israel Galván nunca consiguió ganar ninguno de los numerosos concursos de sevillanas a los que sus padres le presentaron.

 

De hecho, Galván reconoce sin demasiado pudor que él no sabe bailar sevillanas. Más aún: se declara incapaz de bailar —de manera solvente— a dúo, en ningún estilo o forma. ¿Quizás por ello el bailaor suela adoptar simultáneamente múltiples personajes, gestualidades e identidades dentro de su cuerpo?

 

Este nuevo trabajo obliga a convivir, en el interior del “esquizofrénico” Galván, los diferentes roles que se activan al bailar sevillanas (en la feria de su ciudad, en una escuela de Japón, en cualquier concurso internacional...).

 

Convivir... O, más bien, competir, pelear, desafiarse (aunque, ya se sabe, "la verdadera lucha es con el duende"). Lo femenino y lo masculino se perfilan de manera agónica y antagónica en esta danza de reminiscencias ancestrales —esto ya lo supo ver el mítico Ocaña, siempre atrapado entre Dioniso e Ícaro—.

 

La seducción y el embrujo se manifiestan aquí en los sentidos más tóxicos y decimonónicos que cabe imaginar... Pero, eso sí, sus diferentes polaridades se fusionan en una quimera, en un híbrido, en un monstruo.

 

Ello explica la atracción que Galván sintió ya desde su juventud, en el contexto de la Feria de Sevilla, por la caseta de "Los Formalitos", un claro dentro de ese bosque infernal —la imagen de cientos de brazos que danzan alzados también se fijó profunda y tempranamente en la memoria de Galván— tan cargado de miedo a lo diferente.

 

En esa caseta, tan parecida en su espíritu desprejuiciado a aquella otra que Tod Browning llevó al cine en 1932 o incluso a la cantina de Mos Eisley que aparece en "La guerra de las galaxias" —por lo variopinto de la clientela—, Israel Galván se siente como en casa.

 

En esta obra Galván no pervierte las sevillanas —esto es algo que tampoco ha hecho, nunca, con el flamenco— . Más bien nos recuerda la impureza congénita de estas prácticas, resultantes —aunque algunos se esfuercen en olvidarlo— de la hibridación, del mestizaje e incluso del culto a la bastardía.

 

Por eso en estas sevillanas puede penetrar fácilmente el virus de la charanga o, en su celebración de la ebriedad, escucharse algo que no es exactamente canto, ni tampoco palabra (aunque sí sea, claramente, poesía sonora), pero que a veces recuerda a Raffaella Carrá o a otros himnos como "Tractor amarillo" o el aún más clásico "Sobreviviré".

 

Si el victoriano cuento de Dickens nos confrontaba con los espectros de las Navidades pasadas, presentes y futuras, las barrocas sevillanas solteras nos remiten a una primavera que no cesa, a la fiesta permanente, al espíritu del cachondeo y a aquellos fantoches a los que la Velvet Underground dedicó "All Tomorrow's Parties".

 

Galván no baila para el pueblo, sino para el populacho. Por eso su danza sigue resultando subversiva, y por eso esta nueva obra es, toda ella, un desplante.

Miguel Álvarez-Fernández

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