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Bibliocuras de bandera

Bibliocuras ppal
Chiara Scarabattieri | Responsable de Biblioteca del IES Las Banderas, El Puerto de Santa María, Cádiz

La biblioteca de un instituto es un espacio que no puede quedarse como ese rincón secreto de la memoria en la que comparte habitación con el salón de actos, el SUM, el almacén de libros… Algunos saben que hay una (casi siempre), y se acuerdan de ella cuando necesitan un espacio comodín o uno simplemente más amplio que un aula. “¡Ah, sí! ¡En la biblioteca!”, exclama esa neurona bibliotequera que conecta con la consciencia, para rescatar el recuerdo de ese  espacio útil, cuando lo necesitamos. ¡Sí, útil!

Formo parte de esa generación que leyó mucho La Cenicienta, lo admito, así que mi acervo cultural no puede evitar que el equipo de una biblioteca escolar me recuerde a sus amigos ratoncitos que la ayudaban a coser su vestido: personajes que hacen mucho trabajo con las mejores intenciones, por y para alguien muy joven que se merece las mejores oportunidades y la felicidad, y lo hacen con alegría, cantando, si bien su canto no retumba en la casa.

Para nosotros, la tela del vestido son libros, estanterías, mesas y sillas, cuadros y proyectos especialmente interesantes. Un día, de repente, un alumno asoma la cabeza por la puerta y dice “¿Me puedo llevar Harry Potter y la cámara secreta, maestra?”. ¡La Cenicienta ha encontrado el vestido! Ya puede ir al baile… y los ratoncitos no se pueden alegrar más.

Y es que, cuando alguien se pasa por la biblioteca, lo hace porque su neurona bibliotequera se ha puesto en marcha y ha hecho que recordara que existe un espacio bonito, que, por arte de magia, se hace cada año un poco más especial. Ahí es donde se hacen cosas interesantes… Como cuando llegaron esos alumnos extranjeros a los que una clase enseñó un stop-motion sobre la contaminación en los océanos. ¡Claro que sí!

Yo soy una ratoncita de entre muchos. Este año me trasladaron al IES Las Banderas de El Puerto de Santa María y me pidieron que me pusiera a la cabeza de un pequeño ejército de ratoncitos, muchos de los cuales eran tan nuevos como yo.

Mi centro no es grande y, además, lo compartimos felizmente con la Escuela de Idiomas. Afortunadamente, diría yo, no hay sitio para un salón de actos ni nada parecido, así que la neurona bibliotequera viaja más rápida. Usamos mucho la biblioteca, especialmente para trabajar o presentar planes y proyectos como el que fue de Ecoescuela hasta el pasado curso o el de La Huerta de los Deseos Sostenibles de estos últimos años.

Mi compañero de Matemáticas, que se encargaba de Ecoescuela, me contó que, entre otras iniciativas, llegó a organizar un estudio sobre la alimentación sana, prestando una atención tan lógica como obvia a los alimentos vegetales. Ese estudio se plasmó en paneles que se expusieron en la biblioteca. Además, se consiguieron seleccionar lecturas relacionadas con esa temática y se incluyeron en los planes lectores.

Este año, yo misma he tenido la oportunidad de observar más trabajos relacionados con el reciclaje y las iniciativas ecológicas: por ejemplo, de todas las estanterías del típico color roble con puertas de cristal (que tenemos en la gran mayoría de los centros), una se renovó para hacer un Rincón Coeducativo. Se pintó de lila y se destinó a los libros de esa temática; yo me estoy encargando de recolocar allí otros de los que ya disponíamos… bueno, y algo más hemos comprado, ¡lo confieso!

Nuestra coordinadora de Coeducación, que canta muy fuerte y trabaja valiente en su esquina. Hizo un esfuerzo admirable con eso y, además, reutilizando materiales del instituto para decorar su trocito de pared de forma coherente con la temática y el color.

En diciembre nos acercamos y acabamos montando un coro a dos voces para hacer un bonito árbol de Navidad reciclando libros, que pusimos en la entrada del instituto para que todo el mundo pudiera disfrutar de su vista. Ella puso la guinda del pastel, reciclando material de las compañeras de FPB de Jardinería y Arreglos Florales, para añadir lazos, piñas y decoraciones varias en el árbol.

Yo tengo más suerte que ella: a veces me ayudan otros ratoncitos, algunos de ellos, incluso muy, muy jóvenes, y así puedo reorganizar, reubicar… Hemos reutilizado, en vez de sustituirlas, las únicas dos estanterías diferentes para colocar libros de temática específicamente juvenil. Y sí que esa parte del vestido le ha gustado a la Cenicienta, porque ahora esos estantes empiezan a estar desordenados, cosa que es buena señal, en los institutos, cuya gran mayoría del alumnado muestra cuanto menos indiferencia por esas cosas con forma de paralelepípedo hecho de algo que no se agranda separando los dedos pulgar y corazón.

Aunque no tan exitosa como la anterior, pusimos en marcha una iniciativa de trueque de libros (otra forma de promoción de la ecología a través de la reutilización) que organizamos para el 23 de abril.

Hace unos días asomé mi cabecita a la puerta y vi un momento maravilloso, con alumnos de cuatro puntos distintos de Europa, que viajaban juntos por Internet con el proyecto La Huerta de los Deseos Sostenibles, gracias a la también coordinadora Erasmus+, que no daba abastos para satisfacer los ruegos de esos adolescentes apremiados por las ganas incontenibles de enseñar sus stop-motions llenos de pececitos y tortugas marinas, atrapados en redes de pescadores o de refrescos. ¡Qué alegría daban, cuando sus manos levantadas participaban con tanta energía que tiraban hasta del resto del cuerpo! Se lo pasaban como nunca, enseñando orgullosamente sus trabajos tan esmerados, tan precisos, tan apasionados… porque cuidar del medioambiente es algo que entienden de verdad como necesario y urgente, así que se sumergen con todas sus energías en esos proyectos, como si fueran a liberar a esas tortugas con sus manos.

En el IES Las Banderas todos ayudan reciclando: hasta nuestra secretaria nos ofreció soportes para libros que, de alguna forma, no consideraba adecuado tirar sin más, pero que en su casa habían dejado de ser útiles. Y volvimos a reutilizar: con ellos sujetamos las enciclopedias que hemos subido a las mayores alturas. Al ser solo dos, se nos ocurrió que la misma función la podrían cumplir otros libros menos solicitados. ¿Por qué tirarlos?

Hace muchos años que todos nosotros procuramos, como educadores, transmitir la importancia del reciclaje y mi biblioteca pone desde hace tiempo su granito de arena.

Para el futuro tengo proyectos peculiares, como enseñar a remendar para arreglar nuestras sillas que, salvo por unos pequeños o grandes descosidos, siguen sirviendo perfectamente para tener una biblioteca más que agradable, con sillas acolchadas. Y, por supuesto, tengo la firme intención de seguir ofreciendo encantada la biblioteca para presentar todos nuestros pequeños grandes logros relacionados con la ecología: reducir, reciclar, reutilizar. Y siempre habrá una puerta   abierta para más ideas… ¿Quién sabe?

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