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Cooperación bibliotecaria, ¿para qué?

Cooperación bibliotecaria, para qué
Águeda Claros Marfil | Profesora de Lengua Castellana y Literatura en el IES Alfaguar, Torrox-Costa (Málaga)
Miembro de ZECOBIT (Zona Educativa de Cooperación Bibliotecaria de Torrox) durante ocho años

Creo que no soy la única que en algún momento de su trayectoria como responsable de biblioteca se ha sentido desanimada o abrumada por las tareas que pretendía llevar a cabo a lo largo del curso escolar. En la mayoría de las ocasiones, ya seamos responsables noveles o veteranos, este sentimiento se debe a que nos centramos únicamente en los recursos humanos, económicos e infraestructuras que tenemos en nuestro centro educativo y no vemos más allá. Sin embargo, tenemos al alcance de nuestra mano una excelente oportunidad: abrir nuestra biblioteca al mundo exterior, tender puentes y crear lazos. A poco que ampliemos nuestros horizontes nos daremos cuenta de que hay otros responsables con las mismas inquietudes que nosotros, instituciones cercanas decididas a ayudarnos, asociaciones dispuestas a colaborar y familias prestas a implicarse en las actuaciones que propongamos desde la biblioteca escolar. Cualquiera de estas opciones es una semilla que habremos plantado para crear un grupo de cooperación bibliotecaria.

Basándome en mi propia experiencia como miembro de ZECOBIT, puedo asegurar que pertenecer a un grupo de cooperación bibliotecaria me ha permitido obtener mejores resultados y superar dificultades que no podría haber realizado de manera individual. En este tipo de asociaciones cada biblioteca puede aportar su punto de vista sin perder nunca su propia identidad. Cierto es que las diferencias enriquecen, lo vemos claramente cuando en un mismo grupo trabajan conjuntamente bibliotecas escolares de Primaria, de Secundaria y bibliotecas públicas. Cada biblioteca aporta sus necesidades, su propia perspectiva y su experiencia, creando así sinergias que dan fruto en las actuaciones que se planifican a comienzos del curso escolar. No obstante, para que un grupo de cooperación bibliotecaria funcione, no basta con que los responsables tengan la intención de trabajar al alimón, sino que se necesita una serie de apoyos dentro y fuera del centro educativo. Tres son los pilares que me parecen imprescindibles para que un grupo de cooperación bibliotecaria resulte exitoso.

El primero es el sostén del equipo directivo de cada centro educativo, especialmente en relación a las horas dedicadas a la organización y funcionamiento de la biblioteca escolar, así como la flexibilidad en el horario de la persona responsable para poder reunirse con los demás miembros del grupo. De hecho, es fundamental realizar reuniones con carácter regular para fijar objetivos, poner en común propuestas, solucionar posibles dificultades y hacer balance al final de curso para mejorar al siguiente. Además, la dirección de cada centro debe destinar un presupuesto anual para las actuaciones propuestas por el grupo de cooperación.

Un segundo pilar básico es la ayuda que puede ofrecer la administración educativa. Por un lado, el Centro de Profesorado de referencia se erige como facilitador de cursos de formación, tan necesarios para que el grupo de cooperación pueda realizar actividades, pero siempre sustentadas sobre una base teórica y guiadas por expertos en el tema que se haya elegido trabajar. Por ejemplo, en ZECOBIT hemos realizado cursos sobre creación de cómics, oralidad y nuevas tecnologías, talleres primordialmente prácticos y siempre alineados con los objetivos anuales propuestos, en los que los responsables de biblioteca han intentado implicar al máximo número de docentes de sus claustros. También recomiendo que el grupo de cooperación se conforme como grupo de trabajo adscrito a un CEP, pues tendrá una estructura clara con una persona que coordina, convoca las reuniones, recoge los acuerdos tomados y dinamiza los encuentros, además de contar con el apoyo de la asesoría del CEP.

Por otro lado, la Red profesional de bibliotecas escolares de cada provincia andaluza también puede ofrecer interesantes recursos a los grupos de cooperación que quieran dar sus primeros pasos en este sentido: encuentros formativos, ponencias y talleres, búsqueda de expertos, apoyo en los foros, así como facilitar el contacto de otros responsables que ya hayan hecho el mismo recorrido anteriormente y puedan resolver dudas y guiarlos en este camino.

Un tercer soporte incuestionable es la administración política, que a través de las concejalías de educación y/o cultura de los ayuntamientos, así como mediante las bibliotecas públicas, pueden prestar recursos muy valiosos a los grupos de cooperación bibliotecaria. Por ejemplo, en ZECOBIT la biblioteca pública organiza cada año la Semana Cultural en la que suele haber un espectáculo subvencionado por el ayuntamiento (como representaciones teatrales o cuentacuentos), también coordina encuentros con autor/a en colaboración con el Centro Andaluz de las Letras. Además, se organizan visitas a la biblioteca pública para que el alumnado conozca el espacio y para fomentar la alfabetización informacional. Por todo ello, en las reuniones del grupo es aconsejable que participe algún técnico perteneciente a la biblioteca pública. Además, el ayuntamiento pone a nuestra disposición los micrófonos de Radio Torrox, donde no han sido pocas las veces que nuestro alumnado ha participado en sus programas radiofónicos. Esta experiencia les abre las puertas de la oralidad y la retórica, imprescindibles en un mundo tan digitalizado como el actual.

Además de estos tres pilares fundamentales, quiero destacar también otro menos estructurado, pero igual de importante: las familias, pues constituyen un recurso humano muy valioso. En ZECOBIT siempre se han mostrado dispuestas a participar en las actuaciones que se les ha propuesto, como la celebración de efemérides, los clubes de lectura o los certámenes literarios.

Todo este conglomerado de recursos humanos, materiales y económicos confluyen dando sus resultados y redundando en efectos positivos para el alumnado que, al fin y al cabo, debe ser el objetivo primordial de todo grupo de cooperación bibliotecaria.

Quien haya leído hasta aquí puede pensar que conformar un grupo de cooperación bibliotecaria es muy complicado porque supone la implicación de numerosas personas. No le falta razón. Yo tuve la suerte de llegar a ZECOBIT cuando el grupo ya estaba asentado y tenía una trayectoria sólida.

Tampoco es mi intención ofrecer una visión idealizada de los grupos de cooperación bibliotecaria, pues es cierto que a lo largo de estos años los miembros de ZECOBIT también hemos encontrado dificultades por el camino: escasa implicación de algunas personas responsables, disparidad de opiniones sobre las actividades propuestas, plazos que no se han cumplido, cambio de responsables de un curso a otro, algunas actividades propuestas para Primaria no se adecuaban a Secundaria y viceversa, etc. Sin embargo, siempre hemos llegado a un acuerdo para intentar alcanzar los objetivos propuestos al comienzo de curso, si no todos, al menos la mayoría.

Con este artículo me gustaría animar a los responsables de biblioteca a experimentar fuera de sus centros escolares, quizás empezando con pequeñas colaboraciones con otros centros educativos, instituciones, asociaciones, familias, bibliotecas públicas, librerías…

Formar parte de un grupo de cooperación bibliotecaria puede ser una fórmula muy adecuada para que la biblioteca de nuestro centro educativo abra sus puertas al exterior, se relacione con su entorno y comience a colaborar con otras entidades, públicas o privadas, que van a multiplicar las posibilidades de fomentar la lectura, formarse como centro de recursos e instituirse como eje educativo y cultural de su zona geográfica.

Pero no solo eso. Tan importante como la apertura al entorno es el sentimiento de pertenencia a un grupo de bibliotecas, cuyos responsables van a apoyarse entre sí tanto en cuestiones burocráticas (redacción del proyecto de biblioteca al comienzo del curso, cumplimentación de la memoria final de curso…) como en aspectos más creativos: organización de actividades para el fomento lector, alfabetización mediática, creación del itinerario lector, certámenes literarios, representaciones teatrales, intercambios culturales…

Entiendo que, a priori, crear un grupo de cooperación bibliotecaria puede parecer en recorrido largo y no exento de escollos. Mentiría si dijera lo contrario, pero mi consejo es comenzar por algo sencillo: hacer una actuación conjunta con un centro educativo adscrito, una visita a la biblioteca pública más cercana, compartir lotes de libros con centros educativos cercanos o crear un club de lectura con las familias puede ser un excelente punto de partida, un primer contacto a partir del cual pueden surgir nuevas oportunidades de colaboración. Así que dedico estas últimas líneas a animaros a mirar un poco más allá de las estanterías de vuestras bibliotecas, seguramente encontraréis a personas con las mismas inquietudes y dificultades, dispuestas a compartir su experiencia y recibir vuestra valiosa ayuda.

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