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Queremos saber: Entrevista a Esther Rodríguez Fernández

Esther Rodriguez

M. Esther Rodríguez vive desde hace años un cambio muy positivo en el sistema educativo, y lo vive desde dentro, donde las ideas y emociones parecen claras y destinadas a propiciarlo, a llevarlo a la realidad. Nos referimos al cambio importantísimo de una Escuela para todas y todos. 

Esther Rodríguez Fernández es Licenciada en Psicología, además de ser Especialista en Pedagogía Terapeútica y Audición de lenguaje. Se define como activista de la educación inclusiva y así lo demuestra su currículo: Trabajando en el IES Villa De Vícar. La Gangosa (ALMERÍA), como Asesora de formación en el CEP El EJIDO. También como Jefa de la Unidad contra la violencia sobre la mujer en Subdelegación del Gobierno de Almería. Coordinadora de Plan de Igualdad, Red Escuela Espacio de Paz. O inmersa en Proyecto de investigación educativa (convocatoria 2018): “La potencialidad del diseño universal para el aprendizaje (DUA) como modelo transformador de los contextos de enseñanza”. Tenemos la suerte de contar con ella para que nos oriente sobre el tema que nos ocupa.

Como profesional que lleva trabajando en ello desde hace tiempo, ¿en qué consiste atender a la diversidad? y ¿qué es ser inclusivo?

Es cierto que el camino ha sido largo y no siempre acertado. Mis inicios como docente fueron bajo la escuela integradora que supuso un primer e importantísimo paso hacia la disminución de las desigualdades sociales y económicas, consecuencia de un sistema educativo también desigual, tal y como fue señalado por el popular Warnock Report: Special Educational Needs, conocido en español como Informe Warnock. En aquella época, cuando hablábamos de atención a la diversidad, era muy difícil que se desvinculara de la atención del alumnado con algún tipo de deficiencia, pero, poco a poco, a través de leyes como la española Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI) de 1982, que promovió la integración educativa de alumnos y alumnas con minusvalías, permitiéndoles recibir una educación regular en un centro escolar ordinario pese a sus necesidades educativas especiales, se comenzó a solucionar el tema de “la atención a la diversidad”. 

Ahora bien, también sabíamos que, aplicar la ley al pie de la letra y sin mayor esfuerzo, la integración se convertiría en homogenización. Desde la Conferencia Mundial de Educación para Todos de 1990 o la Oficina Internacional de la Educación del 2008, entre muchas otras iniciativas pedagógicas, propusieron revertir esta situación a través de una educación denominada inclusiva.

Entonces, en su opinión, ¿cómo se trata la atención a la diversidad en una escuela inclusiva?

Antes de nada, decir que cada día estamos más cerca de conseguir una educación inclusiva real. El 25 de septiembre de 2015, 193 países nos comprometimos con los 17 OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE de Naciones Unidas y su cumplimiento para el año 2030. Los objetivos persiguen la igualdad entre las PERSONAS, proteger el PLANETA  y asegurar la PROSPERIDAD.

Un nuevo contrato social global que NO DEJE A NADIE ATRÁS. Concretamente, el objetivo 4, Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos, pretende aumentar los esfuerzos encaminados a reforzar la función que desempeña la educación en la plena realización de los derechos humanos situándonos un paso más cerca de la universalidad del derecho a la educación contemplado desde la Carta de los Derechos Humanos firmada en 1948, asentándose en los logros alcanzados por la llamada educación integradora.

¿Qué le dice su experiencia al respecto?

Desde la experiencia, puedo decir que siempre he estado muy volcada e implicada en conseguir que todo el alumnado consiguiera una educación de calidad, pero fue hace unos años, mi contacto con el paradigma DUA (Diseño Universal del Aprendizaje desarrollado por el Center for Applied Special Technology (Centro de Tecnología Especial Aplicada, CAST) de la mano de Carmen Alba1, lo que hizo que empezase a entender y trabajar, desde una visión distinta, la inclusión de todo el alumnado en las experiencias de enseñanza- aprendizaje.

Este paradigma me fascinó cuando entendí que, si las aulas son los entornos donde debe desenvolverse nuestro alumnado y, en muchas ocasiones, son entornos con barreras que les impiden estar presentes, que les cierran la participación y que reducen sus logros, teníamos que minimizar esos contextos discapacitantes; ¿cómo? cambiando la metodología, la organización del aula y sobre todo nuestra mirada. Una mirada que pone el foco en la persona, en el estudiante, que ve sus capacidades y fortalezas, una mirada que invita a una reflexión personal sobre los avances y los bloqueos para empezar a caminar hacia la inclusión. Reflexión que adopté de Coral Elizondo2 orientadora y profesora colaboradora de la Universidad de Zaragoza, convencida y practicante de que la inclusión real es posible.

¿Qué repercusión tiene en el alumnado con necesidades educativas especiales?

En primer lugar, deberíamos enmarcar el término “necesidades educativas especiales” en un término más amplio: las NEAE (necesidades específicas de apoyo educativo). Se considera que un alumno o alumna presenta NEAE3 cuando requiere, por un periodo de su escolarización o a lo largo de toda ella, una atención educativa diferente a la ordinaria, por presentar necesidades educativas especiales; dificultades del aprendizaje; altas capacidades intelectuales; o precisar acciones de carácter compensatorio.

Definición que “choca” con conceptualizaciones de una educación inclusiva que se basa en la aceptación de la diversidad y en la adaptación del sistema para responder de manera adecuada a las necesidades de todos y cada uno de los alumnos. La inclusión educativa tiene como objetivo primordial asegurar la presencia, participación y logros de todo el alumnado (Blanco, 2008); (Ouane, 2008); (Muntaner, 2010); (Escudero, 2012); (Echeita, 2013).

Por presencia, nos referimos a que todo el alumnado debe asistir a las aulas ordinarias para compartir con sus pares un currículo común que responda a las necesidades de todos y cada uno de ellos. Por participación, aludimos a que el currículo y las actividades educativas contemplen la diversidad de todos los estudiantes y se considere su opinión en las decisiones que afectan a sus vidas y al funcionamiento de la escuela. Y, por logros, a que todos los alumnos, en la medida de sus posibilidades, adquieran los aprendizajes del currículo escolar, para lograr el máximo aprendizaje y desarrollo de sus potencialidades.

Y en su opinión, ¿estamos los docentes realmente preparados?

Diversos autores plantean que el profesor es el elemento clave para llevar a cabo las transformaciones que la escuela necesita (Robalino, 2005); (Ruay, 2010); (Fernández, 2013). Como especialista en pedagogía terapéutica, tengo que afirmar que la inclusión rompe con el modelo de educación especial tradicional porque la presencia de los especialistas ha de ser dentro de las aulas ordinarias. La inclusión se hace incluyendo no excluyendo.

Ainscow, Booth y Dyson (2006) nos invitan a ver y entender la Educación Inclusiva como un proceso de reflexión e innovación y mejora constante, encaminado a tratar de reconocer las barreras de distinto tipo que limitan la presencia, el aprendizaje y la participación de todo el alumnado en la cultura, el currículo y en la vida escolar de los centros donde los alumnos y alumnas son escolarizados, con particular atención a aquellos estudiantes más vulnerables. Pero, dialécticamente, también tiene que ver con prestar atención y optimizar las condiciones, los recursos y los apoyos que pueden funcionar como facilitadores de este mismo proceso.

El derecho a una educación inclusiva es un derecho de todos los niños y niñas sin excepción. Vivir en un mundo global, respetar y aprovechar la diversidad dependerá en gran medida de las habilidades y competencias que adquieran durante su proceso de aprendizaje. Esas competencias no será posible adquirirlas a menos que repliquemos la riqueza de lo diferente en las aulas. Segregar perjudica a la sociedad en su conjunto no solo a los escolares. Si valoramos sociedades cohesionadas, respetuosas con los derechos humanos, libres de violencia y solidarias, tendremos que crear entornos en los que nuestros niños y niñas aprendan a conocerse, entiendan y valoren la diversidad y la gestionen de forma natural desde edades tempranas. Existen «evidencias claras y consistentes de que los entornos educativos inclusivos generan importantes beneficios, a corto y largo plazo, para los estudiantes con y sin discapacidad».

Los expertos consideran que hay un aspecto que debe enriquecer a la biblioteca escolar. Se trata de su función de paliadora de desigualdades al acceso educativo y cultural. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

Totalmente de acuerdo. Un sistema educativo puede y debe contribuir a hacer una sociedad más justa, solidaria y menos desigual y, ¿cómo lo conseguimos?, desarrollando habilidades relacionadas con buscar, manejar y procesar distintos tipos de información. Y a esto contribuye la biblioteca escolar como instrumento insustituible para garantizar una enseñanza útil y democrática. Claro, esto requiere irremediablemente de su presencia “interiorizada y aceptada” en el Proyecto Educativo del centro.

Desde esta idea, concebimos a la biblioteca escolar como agente primordial en los procesos de desarrollo del currículo, en el impulso a la calidad de los servicios docentes/educativos y culturales que se prestan a nuestro alumnado y en la corrección de las desigualdades que puedan presentar. Esto significa que la biblioteca, como centro de recursos, deberá ser capaz de prestar los apoyos necesarios al alumnado, departamentos y profesorado, para facilitar el quehacer docente diario, porque desde la biblioteca se deberán articular medios, servicios y programas para atender especialmente al segmento del alumnado que tiene más dificultades para adquirir o desarrollar las capacidades y competencias.

¿Considera que se hace lo suficiente?

Personalmente me sitúo más en la expresión “todo es mejorable”. Desde mi experiencia como miembro del equipo de la biblioteca, echo de menos la falta de “relevancia” de ésta en el Proyecto educativo.

En mi opinión, las bibliotecas escolares precisarían de auténticos “profesionales” en organización y gestión, con una “sensibilidad especial” y formación adecuada ya que actúan como “enlaces” con su comunidad educativa.

Han de ser competentes en la planificación de distintas técnicas de utilización de la información, para apoyar a profesorado y alumnado en su evolución y formación; primer paso en la búsqueda de unas metodologías motivadoras y específicas para convertir las bibliotecas en espacios encargados de proporcionar información e ideas a su comunidad educativa, además de proporcionarles las competencias necesarias para los distintos aprendizajes

Relacionado con la pregunta anterior, ¿cómo puede la BECREA liderar un cambio hacia la inclusión en el centro educativo?

La BECREA ha de seguir siendo referente principal de información, interconexión, apoyo, comunicación, asesoramiento y colaboración entre el profesorado4. En este sentido y respondiendo a la pregunta, quizás sería interesante que “velase celosamente” porque el equipo humano que forma parte de la biblioteca (responsable y equipo de apoyo) fuese un equipo estable, con la formación adecuada y el tiempo y los recursos suficientes para el desempeño de su trabajo, fomentando así, bibliotecas escolares atentas a las necesidades de todos los integrantes de su comunidad educativa para integrar en sus programaciones anuales diversidad de actividades en diferentes momentos y para diferentes finalidades; las familias, a través del AMPA, suelen ser excelentes colaboradoras.

En este sentido, ¿Cuáles son las funciones de la biblioteca escolar ante la educación inclusiva?

Ya sabemos cuáles son las muchas labores que tiene asignada una biblioteca escolar: selección de recursos y gestión del conocimiento; articulación de programas de educación en el uso de la información y de otros recursos documentales; apoyo curricular; fomento de la lectura; innovación institucional y participación social.

Para que una biblioteca sea inclusiva, el centro ha de ser inclusivo, su profesorado ha de ser inclusivo. Hago referencia de nuevo al pensamiento de Coral Elizondo cuando sostiene que “hay que tener una mirada DUA”5 que promueva espacios donde las diferencias se diluyan, donde la intervención se centre en las personas y en su calidad de vida y donde siempre se conjuguen aspectos cognitivos, emocionales y éticos.

Por tanto, con la biblioteca como aliada, los objetivos serían continuar con el desarrollo de habilidades y cultivar actitudes positivas en nuestro alumnado respecto a la lectura, la escritura y el manejo de la información. Posibilitar que toda la diversidad de nuestro alumnado consiga las competencias que le permitan tomar decisiones conscientes, comprender e interpretar los textos, aprehender su contenido y poder reelaborarlo. Tengamos en mente, la formación de alumnos y alumnas activos y autónomos que puedan autorregularse y que conozcan los recursos que les pueden resultar más útiles, dependiendo de su personalidad e intereses.

¿Y las funciones de los centros?

Cuando escuchamos o leemos las palabras inclusión educativa, la mayoría de las personas instantáneamente lo relacionan con la educación especial o con la discapacidad. Como Echeita (2006) apunta, “la inclusión es un término resbaladizo en el contexto internacional “, ya que existen distintas y variadas concepciones al respecto según los intereses del momento y/o personas que lo desarrollen. Sin embargo, señala que: “el denominador común en la educación inclusiva es la reducción de la exclusión social”.

Por tanto, si queremos “Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”, tal y como nos marca el Objetivo de Desarrollo número 4 de la Agenda 2030, tenemos que conseguir que nuestros centros sean inclusivos. Y ¿cómo lo conseguimos? Lógicamente, aplicando la normativa, pero antes de eso, siendo conscientes de lo que ello supone para conseguirlo. Es decir, supone transformar profundamente la educación que impartimos en los centros educativos, convirtiéndolos en espacios que valoren y acojan a todo el alumnado y que trabajen la identidad frente a la homogeneización.

¿Qué recuerdos tiene de sus primeros pasos en la Biblioteca de Centro?

En este punto he de mencionar a una compañera, Eva Oña, responsable de la biblioteca de mi centro hasta el curso pasado y la cual me hizo entrar en este maravilloso y enriquecedor mundo que rodea a las bibliotecas. Desde que empecé a trabajar con ella, participé en la organización de actividades con distintos departamentos (en especial el de E. Plástica y Visual y aquí nombro a Luisa Alonso como persona fundamental en los montajes artísticos de los proyectos).

La biblioteca vertebraba numerosas tareas en torno a proyectos comunes, siempre bajo el paraguas de las metodologías activas y participativas, garantizábamos así, una educación inclusiva y equitativa de calidad y promovíamos oportunidades de aprendizaje permanente para todos. Está comprobado que las metodologías activas se centran en el estudiante y lo convierten en parte activa del proceso de enseñanza-aprendizaje conectándolo con su realidad cercana, logrando una mayor motivación.

De todos tus proyectos, dinámicas y experiencias que ha llevado a cabo, ¿cuál destacaría? ¿por qué?

Mi aportación, como especialista en atención a la diversidad, era trabajar en la inclusión de todo el alumnado del centro, en particular los del aula específica de educación especial.

Destacar como experiencias:

-La participación del alumnado de necesidades educativas especiales en el proyecto “Lectura enriquecida y narración transmedia: nuevos horizontes para la BECREA“, cuyo hilo conductor era el libro de Rudyard Kipling "Las aventuras de Mowgli", durante el curso 2015-2016. (https://ptvalvilladevicar.blogspot.com/2016/05/las-aventuras-de-mowgli.html)

-Proyecto “El principito” de Antoine de Saint-Exupèry: propuestas para trabajar desde la biblioteca escolar" coordinado por la profesora Eva Oña en colaboración con el IES Algazul de Roquetas de Mar. (https://ptvalvilladevicar.blogspot.com/2017/05/proyecto-el-principito.htmlhttps://padlet.com/departamentodelenguaeva/ddtfr401wdru

-Unidad didáctica integrada (UDI): “Viaje a OZ”, diseñada teniendo en cuenta la participación de cinco departamentos didácticos en torno a la lectura del Mago de OZ. Se coordinó desde la biblioteca y se trabajaron las distintas tareas que, se expusieron en torno a la Semana del Libro. Los departamentos participantes fueron: Lengua castellana y Literatura, Física y Química, Filosofía, Educación Plástica, Visual y Audiovisual y Orientación. Se llevó a cabo una metodología basada en proyectos para el diseño general y el aprendizaje cooperativo y la gamificación para el diseño específico de cada una de las actividades que condujeron a la tarea final.

Con mi participación como especialista en atención a la diversidad y en la modalidad de docencia compartida, se facilitaron diferentes formas de representación, expresión, acción y motivación para nuestro alumnado en general y en particular el alumnado de Programas de Mejora y Rendimiento; es decir, se redujeron y/o eliminaron todas las barreras para su aprendizaje.

(https://padlet.com/departamentodelenguaeva/q5wtn94topsq)

Por último, para los compañeros y compañeras que trabajan en esta misma línea, ¿cómo les animaría a continuar?

Bueno, quienes hemos experimentado un “cambio de mirada” hacia sociedades más inclusivas, lo tenemos más fácil porque, ayudamos a nuestro alumnado en su propio proyecto de vida, les ofrecemos apoyos, les guiamos, respetamos y reconocemos sus necesidades pero eliminando las barreras que impiden su presencia y participación en el aprendizaje. Tenemos claro el objetivo a conseguir que es el logro de la inclusión real y efectiva.

Para los que están en el camino hacia ese logro, animarles encarecidamente a que se acerquen a paradigmas pedagógicos alternativos a la exclusión, a la individualización, a discursos que hablan de normalización desde la diferencia y pongan su énfasis en la equidad y en la calidad, como indicadores del DERECHO A LA EDUCACIÓN INCLUSIVA.


1 Carmen Alba Pastor. Doctora en Educación y catedrática en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Su trayectoria docente combina la formación en nuevas tecnologías aplicadas a la educación y la atención a la diversidad. Es miembro de la Red Universitaria de Investigación e Innovación Educativa (REUNI+D) y forma parte de EducaDUA, espacio dedicado a la investigación, formación y difusión del Diseño Universal para el Aprendizaje en español.

2 Coral Elizondo. Maestra de Música y psicóloga, Coral Elizondo Carmona (Zaragoza, 1965), ha sido directora del Centro Aragonés de Recursos para la Educación Inclusiva (Carei) y del CEIP Puerta Sancho. En la actualidad, es profesora asociada en la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza e imparte formación dentro y fuera del país.

3 capítulo I del título II de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (España, 2006)

4 Recogido en “ Aula Virtual de Formación del Profesorado. Consejería de Educación y Deporte”. Red profesional de bibliotecas escolares. Provincia de Málaga.

5 El término Diseño Universal fue acuñado por Ronald L. Mace a finales de los años 80 (NCSU,1997), para referirse al diseño de productos, entornos, y la comunicación, que puedan utilizar todas las personas, en la mayor medida posible, sin adaptación ni diseño especializado, independientemente de su edad, capacidad o condición en la vida. El concepto también se conoce como diseño inclusivo, diseño para todos o diseño centrado en el ser humano. Como explica el Institute for Human Centered Design (2012), el mensaje que trasladaron a la sociedad fue claro: si funciona bien para las personas de todo el espectro de la capacidad funcional, funciona mejor para todos.

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