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Juan García Única

Profesor Ayudante Doctor

Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Granada

Título: Leer contra la nada

Autor: Antonio Basanta

Fecha de edición: 2017

Editorial: Siruela

Páginas: 196

ISBN: 978-84-17151-40-9

Recomendado para profesorado

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Quizá no resulte muy probable que el trato con este precioso volumen, Leer contra la nada, vaya a cambiarle a nadie de manera radical su idea acerca de lo que implica la experiencia –profunda como pocas– de la lectura. Tampoco hace falta. Hay libros que, como este, tan bellamente editado a dos tintas por la editorial Siruela, no pretenden construir una teoría ni cargarnos de razón, sino en todo caso de razones: tantas como desfilan por sus páginas para subrayar, con especial delicadeza y hondura de mirada, la importancia de testimoniar las cosas que importan. Y es que, en nuestra opinión, el ensayo que reseñamos es precisamente eso: un testimonio. Para ser más concretos, diremos que el de alguien, Antonio Basanta, que dedica su vida a hacer de la lectura una forma de estar en el mundo. Por eso es difícil permanecer ajenos tanto al título de la obra como a los principios que en ella se declaran: “Contra esa nada que pretende horadar nuestro corazón para hacerse dueña de nuestro pensamiento, y de nuestra ánima, proclamamos el valor insustituible de la lectura. Su imperiosa necesidad en nuestras vidas” (pág. 173).

Sin duda, hace bien Basanta al redactar esas palabras en plural, porque Leer contra la nada se asemeja a un cañamazo sobre el que el autor va tejiendo una suerte de escena coral en la que las distintas voces refuerzan, matizan y afianzan ciertas convicciones que las mujeres y los hombres que leen, o que incluso escuchan leer, han asumido íntimamente como constitutivas de su propia humanidad. No por ser un libro erudito, en el que las referencias y las citas sobre la lectura se adensan casi en cada página, carece del regusto amable de la cordialidad. Cuando Basanta elogia la comunicación, sin la cual sería imposible el establecimiento de los vínculos sociales, matiza que no habla sino de esto: “de cuanto yo puedo contarte y tú escucharme. De cuanto tú puedes contarme y yo escucharte” (pág. 77).

Y también hace bien el autor al redactar esas palabras de modo que una primera y una segunda persona se interpelen mutuamente. Hay dos géneros, la miscelánea y el diálogo, que confluyen a la perfección para conformar un tercero: el ensayo. Este libro lo ejemplifica a la perfección, porque Basanta, tomándose en serio el sintagma contra la nada, recopila materiales de lo más dispar (todos relacionados con la lectura, eso sí) y los ofrece de modo que propicien el diálogo con los lectores a quienes se dirige. En ese sentido, podría decirse que Leer contra la nada es un libro convivial, que rescata la tradición literaria y filosófica del banquete, en la cual las personas congregadas en torno a un tema conversan animadamente y cambian la nada por el placer de discutirlo en compañía.

Acaso esa actitud abierta, de mano tendida, de predisposición benévola hacia los otros, sea el rasgo más rescatable del humanismo clásico. Porque sospechamos que Antonio Basanta, como se hará evidente enseguida para quienes se acerquen a su libro, como persona que redacta notas al margen de sus lecturas y las comparte –“¿Y si el tejer de Penélope no fuera sino una forma de leer y releer?”, se pregunta en las Palabras al margen que recoge como broche (pág. 185)– sospechamos que no ha escrito esta pequeña y deliciosa obrita por casualidad, sino porque atesora el oficio de un humanista.

 

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