El edificio, tal y como se encontraba antes de las obras, databa en su mayor parte de principios del siglo XVIII y era el sector más relevante de un conjunto muy castigado por el tiempo, al que ya entonces faltaba el gran patio de operaciones, ocupado por el actual edificio de Correos. Está constituido por tres piezas: la Gran Nave, diáfana y apoyada en las tres bóvedas del semisótano, la Panera, una ampliación de 1773 también diáfana y abovedada, y la Casa del Mayordomo, de dos plantas con la "caja fuerte" en la inferior.
Antes de las obras, el estado de la Gran Nave y de la Casa del Mayordomo era de absoluta ruina. Ello, unido a la existencia de elementos extraños a la configuración original del edificio y a la falta de intención de conjunto, fruto de las agregaciones realizadas a lo largo del tiempo, llevaron a plantear una reedificación no estrictamente historicista con la que se pretendía vertebrar el carácter singular del edificio a la vez que hacer posible el cambio de uso propuesto: de almacén de granos a Archivo Histórico.
Los documentos se instalaron en las dos naves grandes. En la planta baja de la antigua Casa del Mayordomo se sitúan los dos despachos de dirección, manteniéndose la "caja fuerte", mientras que en la planta superior la sala de investigaciones se asoma, como si de un coro alto se tratara, a la Panera. Bajo la Gran Nave, con acceso desde el exterior, se colocan instalaciones, servicios y espacio de desahogo. En el exterior se concretan las decisiones más firmes: la reconsideración de los tejados o la restitución completa de la cornisa de piedra. Permanecen los muros de carga y se han utilizado sistemas constructivos afines como parte de los recursos de una recuperación convenida desde la idea arquitectónica del antiguo pósito.