Reseña Histórica
El origen de este antiguo hospital se remonta al colegio y casa de los jesuitas que se construyó en 1558 sobre el camino de Osuna y Antequera a escasos metros de la Puerta de Osuna, en la denominada actualmente como zona del arrabal histórico de la localidad, siendo fundado por la Duquesa de Arcos, Doña María de Toledo, sobre las trazas realizadas por el arquitecto Hernán Ruiz II.
Posteriormente, en 1618 y en este mismo lugar, se edificó el colegio de San Jerónimo, fundado en esta ocasión por D. Gonzalo Fernández con la condición de que en él diesen clase los jesuitas y, si algún día no pudiesen leer cátedra, el edificio se convertiría en hospital de pobres, lo que ocurrió con la expulsión de los jesuitas poco mas tarde, pasándose a llamar entonces hospital de San Jerónimo de la Misericordia al unirse en un solo edificio los cinco hospitales existentes en Marchena.
Así, el edificio que ha llegado hasta nuestros días se puede considerar en términos generales un edificio barroco, producto fundamentalmente de la mencionada reforma para su adaptación a uso hospitalario llevada a cabo a principios del siglo XVII, si bien alterado notablemente por el paso del tiempo y su uso para muy diversas funciones.
La estructura protobarroca, de gran sencillez y claridad, que aprovecha elementos mudéjares preexistentes, convive con una fachada regionalista y otros elementos sin duda procedentes de las numerosas reformas llevadas a cabo durante los siglos XIX y XX. No obstante la general austeridad formal del edificio, se pueden destacar ciertos elementos de valor como la espacialidad y proporciones del claustro de planta cuadrada y galerías de modelo conventual, así como varios artesonados de la planta superior.
Intervención
El proyecto ejecutado ha supuesto la intervención sobre una superficie de parcela de 1.217,45 m2, abarcando la zona conventual, el patio y el compás lateral del antiguo hospital, al objeto de rehabilitarla y adaptarla a un programa administrativo municipal flexible y adecuado a la singular tipología original del edificio.
Así, una vez resuelta la comunicación vertical y la dotación de servicios en la crujía más estrecha, los usos más próximos al ciudadano y las salas polivalentes para la celebración de actividades públicas se distribuyen en el resto de la planta baja, mientras que en planta alta, con techos a mayor altura, el interior diáfano de las distintas crujías se estructura mediante mamparas dispuestas a modo de grandes muebles.
En cuanto a las fachadas, se han eliminado los atributos eclécticos de los huecos preexistentes, contradictorios con el carácter masivo del muro conventual, potenciando así con su neutralidad el valor espacial de los patios y el nuevo espacio público. En este sentido destaca la adaptación del antiguo compás como nueva zona de acceso al conjunto y como lugar para la celebración de actos al aire libre, así como la recuperación de la antigua estructura de arcos de medio punto sustentados sobre pilares y capiteles de piedra caliza en la planta baja del claustro, aparecidos durante la ejecución de las obras. Su nuevo cerramiento, ligero y acristalado, se formaliza de manera contemporánea en un plano paralelo a la fabrica original del claustro, revalorizando este espacio y aportando un elemento de notable interés arquitectónico y formal al conjunto de la intervención.