Ruiz ha advertido de que la violencia de género sufrida por las mujeres más jóvenes se manifiesta "no sólo de manera presencial, sino también a través de los canales de relación y comunicación utilizados por la juventud, como las redes sociales, añadiendo riesgos y consecuencias específicas", como la duración en el tiempo o la viralidad de los mensajes.
El protocolo recoge, entre otros aspectos, los principales signos de alarma para detectar la ciberdelincuencia de género, que deben tener en cuenta tanto la víctima como el equipo profesional que la atiende. Entre ellos, hay que "estar muy alerta" cuando el chico vigila los comentarios que hacen en las redes sociales sobre la pareja; cuando revisa las publicaciones y fotos de ella y las utiliza para hacer reproches; cuando le presiona para que dé de baja de su lista de contactos a personas que no son del agrado de él; cuando le exige compartir contraseñas y leer sus correos; cuando controla sus fotos; o cuando le insista para que le envíe fotos o videos comprometidos como prueba de amor.
El protocolo dedica un apartado muy amplio a las pautas que se deben dar a la usuaria para garantizar su seguridad informática (custodia de información, copias de seguridad, protección de la red wifi, consulta técnica ante geolocalizadores o aplicaciones espías, ...) y para recabar pruebas electrónicas que puedan servir en un juicio (imágenes, capturas de pantalla, wassaps, vídeos, etc), además de aportar estrategias terapéuticas adecuadas para paliar los efectos psicológicos del control y de las crisis de reputación a través de las TICs.