Página 30-31 - Huelva Nuevo

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La Rábida, dibujo de H. Fenn,
1893.
Lámina de la provincia de
Huelva, cromolitografía de F.
Boronat, hacia 1875.
Huelva desde el muelle
de Riotinto.
Huelva, capital de provincia
El tiempo ha corrido y en la segunda mitad del XIX, hacia 1870, Huelva y sus aledaños presentan
algunas transformaciones, justo en el umbral de otras mucho más profundas. Tras la efímera fase
de proyección exterior de las localidades de la Ría y un largo periodo relegadas a la agricultura, la
pesca y el tráfico comarcal, la ciudad de Huelva adquiere una nueva dinámica en esta centuria.
En 1833 es designada capital de provincia, medida que le confiere funciones de mayor
alcance y propicia su crecimiento, al igual que la reactivación desde mediados de siglo de la
minería del interior, proceso que culmina con la adquisición por una compañía británica en
1873 de las minas de Riotinto para su explotación a gran escala. De los cuatro o cinco mil
habitantes que tuvo Huelva durante décadas, en la de 1870 pasa a más de 13.000.
Este incremento no supone un aumento significativo de su superficie sino, más bien, de la densidad del recinto urbano,
lo cual origina graves problemas, como la precariedad del abastecimiento de aguas y de los sistemas de evacuación.
Aún entre la tradición y una modernidad incipiente, Huelva se afirma como centro comercial y de servicios, además
de agrícola y pesquero, con un puerto cuyo tráfico inicia un rápido ascenso, complementado por otros menores,
como los de Gibraleón, Aljaraque, Palos o San Juan del Puerto. En estas circunstancias, la navegabilidad de la Ría
se convierte en asunto prioritario, dado el avanzado aterramiento del estuario y la envergadura de las formaciones
arenosas del frente marino. Las aguas practicables para los buques de calado se reducen ahora a un solo canal entre
Huelva y el Atlántico, una vía que se hace necesario fijar con balizas y que pronto requiere ingentes obras de mante-
nimiento y mejora.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
U N PA I S A J E H E CHO E N L A H I S T O R I A [
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El crecimiento urbano de Huelva,
aunque significativo, es todavía
limitado. La mayor parte del caserío
se asienta en la parte baja, entre los
cabezos y el muelle portuario.
Entre la ciudad y el Odiel, junto a la
Vega Larga, se labran varias salinas, cuya
producción es indispensable para la intensa
actividad pesquera onubense.
Desde el dique que circunda la ciudad
por el sur, junto a la Calzadilla, donde
están los astilleros, y el estero de las
Metas, se desarrolla un terreno continuo
de marisma hasta la punta del Sebo.
En el ámbito de la Ría, y sobre todo en
los caños y esteros adyacentes al Tinto, se
reparten más de una docena de molinos de
marea, todavía activos.
Los cultivos cubren ya casi todos los terrenos
aptos: huertas entre los cabezos de Huelva,
labores más intensivas desde sus afueras a
la ribera de la Nicoba, secanos en la Tierra
Llana, viñedos y cuidadas parcelas en los
ruedos de Moguer y Palos.
La vertiente marinera de Moguer
decae y se potencia su faceta agraria,
sobre todo como centro productor
de vinos. Las antiguas salinas de sus
inmediaciones se abandonan.
En la orilla de Palos hay varios hornos de ladrillo,
que se transporta en barcas a Huelva, y en el estero
de Domingo Rubio está el embarcadero de las
Carboneras, junto a los pinares y bosques que se
extienden hacia Doñana, aprovechados para obtener
carbón, miel y otros frutos.
En Punta Umbría destacan una torre
del XVI y una casa de Carabineros,
el cuerpo creado en 1829 para la
represión del contrabando. La punta se
prolonga en la barra de Engañabobos,
que frustraba la ilusión de los marinos
de estar a un paso de Huelva.
Las superficies emergidas en el curso final
del Odiel se acrecientan y consolidan. Isla
Bacuta se define con claridad enfrente
de Huelva y la isla de Saltés, situada a
continuación, aumenta su tamaño.
El puerto de Huelva se benefició de la llegada de
las naves de vapor, por su capacidad para salvar las
dificultades de la navegación por la Ría. El tráfico
de altura se realiza en vapores, pero en el cabotaje
y la pesca aún predominan los veleros.
Varios pasos en la barra de la Ría se han cegado o no
son transitables. Para acceder al canal del puerto hay
que bajar hasta el Picacho, a la altura de Mazagón. Dos
luces de enfilación balizan su entrada desde 1861.
El eje de la barra a la salida de la Ría está
formado por el banco del Manto, que
discurre desde Saltés en dirección sudeste.