Página 44 - Huelva Nuevo

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Un amplio paisaje fluvio-marítimo en el que convergen los ríos Odiel y Tinto y el océano
Atlántico, un espacio híbrido de aguas, marismas, arenales y tierra firme repleto de vida,
bajo las nubes de los frentes de Poniente que viajan por el cielo, como la infinidad de aves de
numerosas especies que frecuentan estos parajes.
Grandes buques de carga con sus penachos de humo, remolcadores, dragas, pequeñas
embarcaciones de vapor para el trasiego de pasajeros, pesqueros motorizados y decenas
de barcos de vela y barcas para las faenas más modestas y el tráfico menudo. Superficies
geométricas de salinas, campos de cultivo, huertas, casas de labor, depósitos, almacenes,
talleres, fábricas y otras instalaciones, embarcaderos y muelles del puerto, carreteras y vías
férreas que circundan el casco de una ciudad que se expande entre la altura de los cabezos
y los terrenos bajos hasta las orillas, salpicada por hitos urbanos y arquitectónicos como la
iglesia de San Pedro, la plaza de las Monjas, la Merced, la Casa Colón, el Barrio Obrero o las
estaciones de tren. Y en lontananza, las poblaciones vecinas de San Juan del Puerto, Moguer
y Palos de la Frontera, el enclave de La Rábida y Punta Umbría.
Esta es la imagen, reflejada en la lámina, que ofrecen Huelva y el ámbito de la Ría hacia
1929, justo antes del inminente
crack
que habría de desencadenarse y casi un siglo después de
que asumiera la capitalidad de la provincia más occidental de Andalucía, al cabo de más de
cincuenta años de auge de la minería y de un periodo de crecimiento económico respaldado
además por la pesca, la industria, el comercio y los servicios. Un decisivo impulso que,
acompasado con los avances en los imprescindibles servicios de abastecimiento de agua, hizo
al fin posible la entrada de la ciudad en la modernidad.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D