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María Antonia Peña Guerrero
Universidad de Huelva
Al “agua de Mora” se sumaría pronto la de Guillermo
Sundheim. Aprovechando la red de suministro que
abastecía al ferrocarril Zafra-Huelva y al Hotel Colón,
el empresario alemán canalizó el agua desde el paraje
de “Las Herrumbres”, en su finca de Peguerillas, hasta
aquellos más de 200 abonados que lo solicitaron. Bajo
esta concepción capitalista del agua, ésta se pagaba
casi a precio de oro: a dos reales las botas, a dos cuar-
tos los barriles y a un cuarto los cántaros.
Mientras que el “agua de Peguerillas” cambió varias
veces de dueño hasta acabar en manos de la empresa
Hijos de Vázquez López en 1918, el “agua de Mora”
se mantuvo siempre bajo el control de este mismo
apellido, que, además, controlaba los suministros de
gas y electricidad a la ciudad. Bajo estas premisas,
puede entenderse que, en las primeras décadas del XX,
Antonio de Mora Claros fuera reiteradamente acusado
por la prensa de utilizar su preeminencia política y su
condición de alcalde para frenar los distintos proyectos
de abastecimiento público que se habían formulado
desde años atrás.
La historia de éstos, desde luego, fue tan larga como
azarosa. Ya en 1906 el ingeniero Recaredo de Uhagón
elaboró un primer informe en el que ponía en evidencia
la insuficiencia de las aguas procedentes de La Ribera
y Peguerillas y denunciaba la especulación que venían
exhibiendo las empresas privadas. Al mismo tiempo,
tras cuidadosos análisis químicos, descartaba los ma-
nantiales de San Juan del Puerto y de “Las Madres del
Avitor”, en Moguer, como fuente de aprovisionamien-
to. Los de Gibraleón, debido a su baja cota, también
se descartaban y, finalmente, se apostaba por explorar
las posibilidades de los de “La Calvilla”, entre los ríos
Piedras y Odiel. Dos años más tarde, sin embargo, las
reservas de agua de este paraje se revelaban precarias y
Uhagón tenía que reconocer que su proyecto no daría
los resultados esperados. Otros muchos proyectos le
sucedieron: por ejemplo, el de Francisco Monís, que
proponía aprovechar las aguas de la Noria Farias; el
de José García y García, partidario de crear una red de
pozos artesianos en el casco urbano y, finalmente, el de
Manuel Baena Caro, que, tras un riguroso estudio del
entorno, dirigió su interés hacia los arroyos del Castaño
y Candón, situados en las proximidades de Beas.
Aunque para la mentalidad de la época todo lo que no
fuera aprovechamiento de aguas subterráneas des-
pertaba sospechas de contaminación e insalubridad,
el proyecto resultaba convincente desde un punto de
vista científico y técnico y llegó a culminar su periplo
administrativo el 23 de octubre de 1914 con una Real
Orden en la que Alfonso XIII concedía al Ayuntamien-
to de Huelva la autorización para tomar el agua de
los arroyos de Beas. Aun así, la perenne anemia de las
arcas municipales y las interferencias políticas que ya
hemos mencionado dejaron el proyecto de Baena sin
ejecución durante varios años y sólo pudo ser reactiva-
Plaza de la Merced, con niños que acarrean agua en cántaros, y paseo con la iglesia de San Pedro
y el antiguo mercado, en sendas postales de principios del siglo XX.
Fototeca Universidad de Huelva.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D