El macizo que nos ocupa forma parte de las cordilleras béticas andaluzas y se nos ofrece como un conjunto montañoso de rocas metamórficas que, en el caso de Sierra Blanca, están constituidas predominantemente por mármoles, de ahí la denominación dada a estos terrenos (blancos) para distinguirlos de otros próximos, a los que se les conoce popularmente como “sierras pardas”.

Se trata de una serie de unidades geomorfológicas a base de crestones y sierras calizas que, en ocasiones, pueden derivar en plataformas karstificadas, en razón del alto grado de meteorización y transformación de las rocas originales debido a la erosión. El relieve, por tanto, es el propio de un paisaje de montaña, con cotas máximas más o menos alineadas en dirección suroeste-noreste alcanzando la máxima altitud en el Cerro del Lastonar, con 1.279 m, dentro de la cuerda de cumbres que culmina con el vértice geodésico de La Concha (1.215 m), quizás el pico más conocido en toda la zona junto con la Cruz de Juanar (1.184 m). Precisamente este último es un lugar con leyenda marinera, al que desde mediados del siglo XVIII llegan los peregrinos en romería desde Marbella para finalizar justo en su cima. Debido precisamente a la existencia de una gran parte del territorio del espacio protegido dentro de lugares con unas altitudes medias cercanas a los 1.000 m, la Z.E.C. Sierra Blanca se encuadra dentro del área paisajística conocida como “Serranías de montaña media”, con apenas alteraciones derivadas de la acción humana.

Gracias a la naturaleza caliza de los materiales geológicos que conforman este conjunto, la Z.E.C. adquiere una notable importancia como área de acumulación, reserva y alimentación externa de aguas subterráneas, albergando un acuífero extremadamente importante para el abastecimiento y las tareas de regadío. Igualmente, algunos cauces superficiales que nacen precisamente de Sierra Blanca nutren a otras zonas especiales de conservación próximas, como es el caso de la Z.E.C. Río Real.

En su ámbito predominan las superficies forestales y naturales frente a otros usos del suelo. Estas zonas están constituidas principalmente por formaciones de pastizal o de matorral con arbolado, llegando a cubrir en su conjunto más del 87% de la superficie del espacio protegido lo que contrasta muy claramente con la extensión de las tierras de cultivo, con sólo un 4’8% de la cabida total del espacio. Atendiendo con más atención a las comunidades vegetales naturales propias de la Z.E.C. observamos la presencia de varios hábitats de interés comunitario que han facilitado la inclusión de estos terrenos dentro de la Red Natura 2000, junto a otros valores ambientales. Los hábitats mejor representados son los matorrales termomediterráneos de naturaleza variada: jarales-tomillares, lentiscares con espinos, madroñales, genistares, espinares, aulagares o tomillares con matorral, que junto a las dehesas perennifolias a base de especies del género Quercus alcanzan, en su conjunto, casi el 20 por ciento de la superficie protegida. En tercer lugar destacan las formaciones mixtas de pinar-sabinar, con bosques de pino negral, sabinas, enebros o brezos, así como los matorrales de altura de los macizos montañosos y algunos matorrales de media montaña que no son más que formas degradativas de los encinares o los sabinares climácicos. Aparecen también zonas cubiertas de pastizales propios de situaciones secas de clima mediterráneo y amplia distribución, con yesquerales, majadales y algunas otras variantes. Veremos también áreas cuya cobertura vegetal está relacionada con las repoblaciones forestales así como con el aprovechamiento agrícola, en especial en la zona del Juanar.

El inventario de especies relevantes de la flora que están presentes en Sierra Blanca nos obliga a mencionar al más famoso abeto autóctono de Andalucía, el pinsapo, por ser de entre todas ellas la más popular. De hecho, la Z.E.C. aparece contemplada dentro del Plan de Recuperación de la especie por albergar reductos de este endemismo en peligro de extinción, y que alcanza su máxima presencia en las vecinas sierras de las Nieves, Bermeja y Grazalema, siendo tal la importancia de esta Z.E.C. para la biodiversidad que en sus límites se desarrollan actuaciones relacionadas con otras medidas especializadas dentro de planes de conservación para otras especies en peligro a nivel andaluz, como el Plan de Recuperación y Conservación de peces e invertebrados de medios acuáticos epicontinentales y el Programa de Conservación de Anfibios y Reptiles.

La fauna que vive temporal o permanentemente en estas sierras es variada y diversa, a pesar de la gran homogeneidad de la cobertura del suelo, debido al efecto mosaico que las distintas manchas de vegetación producen. El papel de la Z.E.C. como unidad sujeta a gran conectividad ecológica es primordial, al posibilitar la conexión y expansión de numerosas especies a otras zonas protegidas del entorno. Podemos encontrar aves asociadas fundamentalmente a hábitats rocosos, así como otras ligadas a las formaciones de bosque. En el matorral y los espacios abiertos observaremos numerosos ejemplares de paseriformes, algunos de ellos de carácter migratorio que nos anuncian el cambio de estación, al igual que ciertas rapaces que buscan otros climas y usan estas montañas para descansar o alimentarse temporalmente. En cuanto a los mamíferos, la cabra montés resulta ser uno de los grandes atractivos de estas sierras, existiendo otras especies más esquivas y casi invisibles para nosotros como son el corzo o la gineta, dentro del bosque y por tanto muy difíciles de visualizar.

El uso público en este espacio de la Red Natura 2000 es intenso y se organiza prácticamente en torno al área del Juanar y sus proximidades, así como en la zona de los Llanos de Purla. En la primera de estas dos ubicaciones la Consejería ofrece a los visitantes diversos equipamientos de uso público; así, el sendero señalizado “Juanar-Puerto Marbella”, de muy baja dificultad y trazado de fácil progresión y por ello indicado para casi todas las edades y condiciones físicas, nos permitirá conocer distintos ecosistemas del espacio, incluyendo las formaciones de pinar, matorral y el agrosistema de olivar de montaña en contacto con el medio forestal. No olvides ni los prismáticos ni la cámara fotográfica ya que disfrutarás tanto de la observación de la avifauna como del paisaje, que podrás admirar desde cualquiera de los dos miradores que también se ofrecen al público dentro del trazado del mencionado sendero. Desde el Mirador del Corzo tendremos magníficas visuales de la población de Ojén y de las sierras pardas orientales, y si nos acercamos hasta el Mirador del Macho Montés, además de sorprendernos con la escultura de la cabra montés que lo preside desde las alturas podremos disfrutar de una amplia panorámica hacia la costa, con la localidad de Marbella bajo nuestra posición. En la ubicación de los Llanos de Purla, la Consejería ofrece el área recreativa del mismo nombre, un lugar al aire libre provisto de la infraestructura indispensable para el recreo y las comidas en el campo. Esta área recreativa cuenta con el apoyo de una instalación de restauración anexa (Venta Pula).

Independientemente de esta infraestructura oficial existen numerosas veredas y caminos propios del espacio protegido que son utilizados por muchos montañeros y senderistas para hacer rutas y ascensos a La Concha, la Cruz de Juanar o El Pozuelo, por poner sólo unos ejemplos, usando igualmente ciertos itinerarios señalizados por la Federación Andaluza de Montañismo y alguna de las etapas de la Gran Senda de Málaga.

Al igual que otras Z.E.C. del entorno, Sierra Blanca también se encuentra incluida dentro de la Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterráneo aprobada por el Programa MaB (Hombre y Biosfera) de la UNESCO el 25 de octubre de 2006, y también forma parte de la Reserva de la Biosfera Sierra de las Nieves, declarada años antes (1995), siendo por tanto un espacio protegido con una muy alta consideración a nivel internacional.