Córdoba Califal. Año 1000 - page 24-25

En los orígenes
Relieve ibérico procedente de una finca entre Córdoba y
Almodóvar del Río, siglo IV a. C. Museo Arqueológico de Córdoba.
A la izquierda, vaso campaniforme del yacimiento de La
Minilla, en La Rambla, en la Campiña al sur de Córdoba, II
milenio a. C. Museo Arqueológico de Córdoba.
A la derecha, fragmento de ungüentario de vidrio de influjo
oriental, de un yacimiento junto al Guadalquivir en Montoro,
siglos VII-VI a. C. Museo Arqueológico de Córdoba.
El núcleo primitivo de Córdoba surge sobre una pequeña meseta a la vista del gran río,
en la llamada colina de los Quemados, en el área del actual parque Cruz Conde. Aunque
los primeros vestigios atestiguan la ocupación del lugar desde el III milenio a. C., es desde
los arranques del I milenio cuando finalmente se consolida como un asentamiento de
consideración gracias a su estratégico emplazamiento como encrucijada en el valle del
Guadalquivir, en las vías de salida de los minerales de Sierra Morena y en medio de un
territorio de abundantes recursos agropecuarios.
Estos factores, junto con el influjo y estímulo que suponen las relaciones con los pueblos colonizadores orientales, como
fenicios y griegos, alientan el desarrollo de la población, que desde el siglo VII al II a. C., en las sucesivas fases tartésica,
turdetana e ibérica, cobra un pleno carácter urbano. Es también por entonces cuando adopta la denominación de cuya
raíz (
korteb
) deriva el propio nombre de Córdoba. Favorecida en particular por la navegabilidad del río hasta su mismo
emplazamiento, la
Corduba
prerromana se convierte en un foco de intercambios y en centro agrícola, ganadero y de
actividades como la metalurgia y la cerámica, pasando a desempeñar un papel principal con respecto a otros núcleos
menores distribuidos por el territorio circundante, desde Sierra Morena y las tierras del valle a las campiñas y serranías
que se extienden hacia el sur, al otro lado del río.
Copa de cerámica del Bronce Final hallada
en la colina de los Quemados, Córdoba.
Museo Arqueológico de Córdoba.
Falcata de hierro forjado hallada en una necrópolis
ibérica en las sierras del sur de la provincia de Córdoba.
Museo Arqueológico Nacional, Madrid.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
U N PA I S A J E H E CHO E N L A H I S T O R I A [
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]
El poblado se asienta en
una elevación asomado al
río grande, pero a salvo de
las riadas. Disfruta de una
localización privilegiada en
la confluencia de las rutas de
los minerales procedentes
de Sierra Morena con la vía
fluvial del río.
Asociados a la explotación minera de metales,
especialmente cobre, los hornos proliferan en
Sierra Morena, incidiendo en su vegetación al
utilizar leña como combustible.
La población ejerce una posición
preeminente sobre el conjunto de otros
asentamientos secundarios dispersos por el
valle y las faldas de la sierra.
Los manantiales y veneros del
piedemonte serrano propician diversos
asentamientos por estos parajes, así
como el desarrollo agrícola.
El monte matorral se encuentra muy extendido
no sólo por Sierra Morena, también por
campiñas, terrazas y vegas. Juega un importante
papel en la protección del suelo de la erosión y
en la amortiguación de las avenidas torrenciales.
La población se abastece de
aguas procedentes de pozos
someros, arroyos y del mismo
río. En estas fechas, los sistemas
generales, tanto de suministro
como de evacuación, están
todavía ausentes.
Dada la escasa transformación del
medio natural, la fauna silvestre es
muy abundante, de modo que la caza
constituye un importante recurso para
los pobladores de la zona.
El estiaje de los afluentes que
bajan de Sierra Morena se ve
aliviado por las descargas de aguas
subterráneas de zonas permeables
con capacidad de desarrollar
acuíferos.
El río, que algunos identifican
con el mítico Tartessos, tiene un
comportamiento por completo
natural, dependiente en exclusiva
de los avatares climáticos y sin
la menor influencia aún de la
actividad humana.
La mayor parte de las vegas está
ocupada por sotos fluviales con
árboles de hoja caduca (álamos,
sauces, olmos, fresnos, tarajes)
y plantas trepadoras. En verano
representan un oasis de verdor y
frescura frente a un entorno más seco.
La coincidencia en el
territorio de sierras, vegas,
riberas y campiñas diversifica
las posibilidades para la
ganadería, con pastos en
diferentes parajes según la
estación.
El cauce del río presenta un trazado
diferente al actual. El gran meandro
aguas arriba de la
Corduba
prerromana
no es tan sinuoso y el lecho fluvial se
halla más al norte.
La pesca es otra de las ventajas de vivir junto
a un gran río. Además, también se aprovecha
el ascenso y descenso de peces en sus
movimientos estacionales para pescar en los
afluentes y arroyos.
Una ventaja fundamental del
asentamiento prerromano de
Corduba
es la facilidad que ofrece para el paso
entre las dos orillas a través de vados y
pequeñas embarcaciones.
En estos siglos comienza a afianzarse en
los espacios agrícolas la triada de cultivos
mediterráneos (cereales, olivar y viña),
gracias, en parte, a la aportación de los
pueblos colonizadores mediterráneos.
En el conjunto del territorio,
incluso en zonas llanas,
prevalecen los espacios
forestales. Las tierras
roturadas suelen limitarse
a los ruedos de los
asentamientos habitados y
parcelas dispersas.
Por vía fluvial llegan
mercancías de lejanas tierras
del Mediterráneo como
cerámicas y otros objetos
de lujo, expidiéndose a su
vez minerales y productos
agrarios de toda la región.
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