Córdoba Califal. Año 1000 - page 9

L
a sexta entrega de
Agua, Territorio y Ciudad
se detiene en Córdoba, realizando una panorámica completa
de la ciudad, explicando sus comportamientos, su urbanismo y su economía, y por supuesto, también
claves culturales y medioambientales, a través de uno de nuestros recursos vitales: el agua. Este tomo
pone la lupa sobre la Córdoba del siglo X, la urbe que brilla entonces como la más relevante de Occidente.
En esa cosmopolita y culta ciudad, el agua sigue protagonizando la vida diaria, conformando la trama ur-
bana, presidiendo patios donde se erige como fluido imprescindible de ese espacio íntimo. Es posible creer
incluso que el agua y su refinado uso ayudó a crear el ambiente que llevó a
Qurtuba
y sus ciudadanos a liderar
ciencia y saber en todo el mundo.
En cualquier caso, estamos en un lugar y una época memorable. Cuando el Betis romano se rotula como
Oued el Kebir
; los barcos de pequeño y mediano porte suben desde Sevilla y el mar; los molinos de agua alcan-
zan tal número que forman casi una hilera compacta en algunos tramos de la orilla; y abundan todo tipo de
especies piscícolas (esturiones, anguilas, sabogas, sábalos...), pues no había embalse ni barrera alguna.
El agua permite la manufactura del pan a partir de los cereales de la rica tierra de la vega, y del aceite que
producen los olivos del piedemonte de la sierra. Pero asimismo el agua es clave para industrias de primer
orden: ceramistas, curtidores y tintoreros.
El agua es el alma, y también el motor de la capital de Occidente.
Los cordobeses salpican de fuentes, hammanes y jardines su ciudad, convertida en un tapiz urbanístico hil-
vanado con hilos líquidos. La ciudad vive en el esplendor omeya, por el río van y vienen noticias del norte
de África e incluso de más allá, y, con ellas, personas y mercancías que mantienen en contacto a las gentes de
al-Ándalus con sus hermanos del mundo islámico.
Incluso las riadas, que anegan casas y molinos, son generosas conservadoras de la fertilidad de la vega, de
campos, huertas y pastos.
Muchas cosas habrán cambiado, pero no lo esencial. El agua es parte del mismo ser de la ciudad, ya fluya en
el río grande, en el recoleto patio o en el manantial que baja de la sierra a refrescar el recuerdo de nuestros
orígenes. Y este tomo evidencia, una vez más, que la base de la maravillosa complejidad de la vida descansa
en bases sencillas e inamovibles: nuestros recursos naturales.
Luis Planas Puchades
Consejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente
(
¡Oh Córdoba lozana!
¿Hay en ti esperanza para mí?
Ibn Zaydun
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