Página 92 - Parque Natural del Estrecho definitivo

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Reliquias del pasado
El Estrecho de Gibraltar se abre a un paisaje de titanes que no está hecho a la medida del ser humano sino a la de los dioses. Quizá por
ello, el levante le encapote de nubes como un velo protector que atenúe el vértigo tectónico de las dos viejas columnas de Hércules: junto
a una de ellas, el héroe griego apacentaba rebaños para Gerión y junto a la otra, Ulises llegaba la isla de Nausicaa.
La leyenda abraza a la historia. Los windsurfistas llegaron mucho más tarde del mortífero laberinto de las almadrabas cuando los pícaros
acudían a la conquista de Túnez y a servir al duque. Este paraje quebró un continente mucho antes de que los piratas bereberes y los
corsarios españoles surcaran sus corrientes como escampavías de todas las guerras. Junto al húmedo territorio de las barcazas hundidas
en su fondo o de las ballenas arrastradas hacia la factoría hace mucho abandonada de Punta Carnero, esa suerte de Nantucket andaluz
frente a la peligrosa Punta Europa de los veleros.
Este mar doble, apenas tocado por las nieves, besa a veces y en varios idiomas la boca de la tierra, río arriba, en la Garganta del Capitán
o, a través de su cielo cruzan los pájaros como una hermosa turba sobre los infames que comercian con sueños y con seres humanos; sobre
las aguas a menudo turbulentas por donde cada vez navegan más mercantes que pesqueros. En su horizonte, alguien ha escrito la palabra
desesperación. Pero en su arena, borrada de tarde en tarde por la marea, otra mano escribió la palabra esperanza.
Juan José Téllez
Periodista y escritor
Primeras escavaciones en la necrópolis SE
de Baelo Claudia entre 1917 y 1921.
© Archivo General de Andalucía