

La agricultura necesita el empleo de productos fertilizantes para proporcionar nutrición a los cultivos, facilitar su crecimiento y cubrir la demanda de productos agrícolas que presenta la población. Los elementos más limitantes para el crecimiento de los cultivos y que, en consecuencia, se suministran a través de la fertilización son principalmente el nitrógeno, el fósforo y el potasio.
Los productos fertilizantes pueden tener un origen sintético, como es el caso de los fertilizantes de síntesis o un origen orgánico, como son los estiércoles y purines, los lodos de depuradora o los residuos valorizados provenientes de industrias agroalimentarias, etc.
Aunque el uso de productos fertilizantes en esencial para ajustar la producción agrícola a la demanda, también supone un riesgo para el medio ambiente cuando se usan en exceso o cuando se aplican en momentos que no coinciden con los requerimientos de la planta. En estos casos el nutriente sobrante, mediante escorrentía o infiltración, puede contaminar las aguas superficiales o subterráneas (Figura 1).
Este tipo de contaminación se denomina como contaminación difusa y se define como aquella que se genera en el medio acuático por medio de contaminantes sin un punto de origen determinado o que se genera en amplias superficies cuya monitorización resulta complicada. La contaminación difusa más importante es la provocada por el nitrato, que al ser un compuesto muy hidrosoluble y de pequeño tamaño, apenas es retenido por las partículas del suelo y alcanza con facilidad las masas de agua. Otra fuente agraria de nitratos se produce por la oxidación de amoníaco procedente de los estiércoles y purines de origen ganadero.
Además de la contaminación por nitratos, la contaminación difusa también puede tener su origen en el empleo de productos fitosanitarios como es el caso de herbicidas, plaguicidas, pesticidas, etc.
Esta contaminación difusa y, en concreto, la contaminación por nitratos de origen agrario es uno de los problemas más importantes que afectan a las masas de agua, pues sus impactos no son solo locales, sino que con frecuencia alcanzan cuencas hidrográficas enteras. Provoca una disminución de la calidad de las aguas, que pueden limitar su uso para el consumo humano u otro tipo de usos. Además, también puede ser causante de problemas ambientales como la eutrofización y la degradación ecológica de los ecosistemas.
Debido a su importancia y al carácter transfronterizo de la contaminación por nitratos en Europa, ya en 1991, se aprobó la Directiva 91/676/CEE del Consejo, de 12 de diciembre de 1991, relativa a la protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos utilizados en la agricultura, constituyendo uno de los primeros actos legislativos de la Unión Europea con carácter ambiental, destinados a controlar la contaminación y mejorar la calidad del agua.
En esta web se puede consultar toda la información asociada a la Directiva 91/676/CEE (Directiva de Nitratos) y su implantación en el territorio andaluz, así como su nexo con otras normativas relacionadas con los nutrientes y los fitosanitarios, tanto de carácter autonómico como nacional.
Para consultar el seguimiento de la de la implantación de la Directiva de Nitratos se puede realizar a partir del último informe (2021) de implantación de la misma, y especialmente del visor de la Comisión Europea especializado en la materia.