Carnes rojas, con moderación

Pirámide Alimentación

Seguir una dieta mediterránea, con más alimentos ricos en fibra y menos grasas y azúcares, y llevar un estilo de vida activo, con 30 minutos de actividad física diaria en personas adultos y 60 minutos en niños y niñas, es la mejor forma de prevenir problemas de salud.

Reducir el consumo de carnes rojas a un máximo de 2-3 veces por semana y aumentar la ingesta de verduras puede ayudar a prevenir algunos tipos de cáncer. Los beneficios de comer más hortalizas y frutas también se extienden a otras enfermedades crónicas: prevención de la obesidad, de enfermedades cardiovasculares, estimulación del sistema inmune y freno del deterioro por la edad.

En este sentido, las recomendaciones sobre el consumo ocasional y moderado de carne roja se han visto especialmente reforzadas tras el reciente informe de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre el efecto en la salud del consumo de carnes rojas y procesadas.

‘Carne roja’ se refiere a todos los tipos de carne muscular de mamíferos, tales como la carne de ternera, cerdo, cordero, caballo o cabra.

‘Carne procesada’ se refiere a la carne que ha sido transformada mediante salazón, curado, fermentación, ahumado u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación. Además, de diversos tipos de carnes rojas, la carne procesada también puede contener carne de aves, vísceras, o subproductos cárnicos tales como la sangre. Algunos ejemplos son: embutidos, salchichas tipo Frankfurt, jamón, carne en conserva, cecina, así como carne en lata y preparaciones y salsas a base de carne.

Este informe de la OMS es el fruto de un trabajo de análisis de más de 800 publicaciones y estudios sobre el efecto cancerígeno de la carne roja y de la carne procesada. En su evaluación, los investigadores clasifican alimentos y productos atendiendo a las pruebas existentes (evidencia científica) sobre la posibilidad de tener efectos cancerígenos.

En este informe, las carnes procesadas se incluyen en el grupo 1 (carcinógeno para los seres humanos). Y la carne roja se clasifica como “probablemente carcinógena para los humanos” (Grupo 2A). Pero es importante tener en cuenta que esta clasificación no informa sobre la magnitud del riesgo ni de su impacto para la salud pública, sólo de si hay evidencia científica de su efecto cancerígeno.

Una forma de poner en perspectiva el efecto del consumo de carne procesada es considerar el impacto que puede tener en la aparición de tumores en relación al de otras causas de cáncer.

Así, en el mismo grupo en el que se incluye a la carne procesada se encuentra el tabaco y si comparamos ambos productos, las diferencias son considerables. Por ejemplo, fumar 10 cigarrillos al día aumenta el riesgo de cáncer de pulmón en un 1.000% mientras que el consumo de 50 gramos de carne procesada al día incrementa el riesgo de padecer cáncer colorrectal en un 18%. En carnes rojas no hay una cantidad mínima, si bien es recomendable no comerlas más de 2 o 3 veces a la semana.

¿Si comemos estos alimentos con más frecuencia y en más cantidad de lo recomendado tendremos cáncer? No necesariamente. Lo único que podemos afirmar es que incrementamos nuestro riesgo de padecerlo. El cáncer es una enfermedad en la que influyen múltiples factores entre los que se encuentran el tabaco, el consumo excesivo de alcohol, la exposición al sol o la dieta, entre otros factores medioambientales. En cuanto a la dieta, en la que la carne es un componente más, se considera como uno de los principales factores de riesgo modificables del cáncer: entre un 30-35% de las muertes por cáncer se pueden atribuir a la dieta, si bien esta proporción puede variar según el tipo de cáncer. Por otro lado, la probabilidad de padecer un cáncer está también condicionada por factores genéticos individuales que pueden transmitirse a la descendencia.

Por tanto, llevar una dieta equilibrada y variada como la mediterránea es fundamental para prevenirlo. Estas pautas de alimentación saludable pasan por incluir en nuestro menú diario más alimentos ricos en fibra como los cereales, preferentemente integrales, al menos dos raciones diarias de lácteos, pescados, legumbres, aceite de oliva, frutas y verduras, y también la carne roja, que tiene beneficios para la salud por su contenido en proteínas de alto valor biológico, hierro, zinc y vitaminas, pero de forma ocasional y con moderación (no más de 500 gramos a la semana). Son más recomendables las carnes blancas (pollo, pavo o conejo). En cuanto a los embutidos, pueden seguir consumiéndose según se recomienda en la pirámide de la alimentación saludable: de una a dos veces por semana.

Para fomentar el aumento del consumo de verduras y frutas y prevenir el cáncer, en la página web de la Consejería de Salud y Familias está disponible el apartado de Campañas y materiales de promoción de alimentación equilibrada y actividad física.

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