Antigua cárcel de Ranilla (Sevilla)

Ranilla

Las paredes de la que fuera Prisión Provincial de Sevilla, conocida como “Ranilla”, fueron testigos de la más implacable represión en plena posguerra, e incluso a las puertas de la Transición, donde todavía albergaba a un importante grupo de presos políticos que, perseguidos por sus ideas, llegaron a abarrotarla antes del fin de la dictadura.

Cientos de nombres de estos presos se conservan grabados en las paredes de la cárcel. Algunos de sus pabellones, hasta su patio, donde aplicaron garrote vil a algunos presos, siguen en pie tras la creación del nuevo parque en el barrio de Nervión.

La creación de la prisión de Ranilla sustituyó a la antigua cárcel de El Pópulo. Creada en 1887, su infraestructura no empezó a tener uso penitenciario hasta su inauguración el 15 de mayo de 1933. Al comenzar la guerra y durante toda su duración, se acumularon en sus celdas un número ilimitado de presos que ingresaban en los barracones apenas sin espacio. La ocupación media para 350 reclusos fue el mismo día del golpe cubierta por 320 personas. Cinco días más tarde se hacinarían en las celdas 1.438 reclusos, y hasta en años posteriores de la posguerra, la capacidad de Ranilla llegaría a quintuplicar su aforo.

Los datos facilitados por el director de la prisión de la época apuntan que 1.039 presos saldrían de la cárcel, de los que al menos un tercio fueron ejecutados a través de Bando de Guerra, y hasta febrero de 1937.

También los castigos durísimos en su interior, para aquellos que ejercieran algún tipo de protesta o reivindicación, que se aplicaban con finalidades ejemplarizantes, y que se mezclaban con las enfermedades derivadas de las pésimas condiciones en que se encontraban los presos, como las epidemias de tifus conocidas como “el piojo verde”, contribuyeron a diezmar una población reclusa por la que, según las investigaciones, 489 presos fallecieron en la prisión provincial entre 1936 y 1954. Otros, incluso, fueron empujados al suicidio.

En las instalaciones de Ranilla existió también un barracón de mujeres. Algunas de ellas fueron fusiladas, aunque la mayoría fueron juzgadas por ejercer el negocio del estraperlo en aquel período de carestía.

Los presos de Ranilla fueron usados en muchas ocasiones como mano de obra esclava, trabajando en la fabricación de zapatos para la intendencia militar o en la confección de ropa para el ejército, en el caso de las reclusas. En otros casos los presos dedicaban sus escasas energías a otros sectores, como la construcción y canalización del agua de la Confederación Hidrográfica del Gualdalquivir, el conocido como “Canal de los Presos”.

En la décadas de los 50 y 60, acabaron entre sus barrotes muchos opositores al régimen relacionados con el mundo político y sindical de la clandestinidad. Sus últimos usos estuvieron destinados a mitad de la década de los 90 a presos de tercer grado. La cárcel conocida como Sevilla 1 decretaría su cierre final en el año 2004.

Fuentes y Bibliografía

  • GARCÍA MÁRQUEZ, José María. Víctimas de la represión militar en la provincia de Sevilla. Editorial Aconcagua, 2012.
  • LÓPEZ FERNÁNDEZ, Rafael (coord). Lugares de la memoria. Golpe militar, represión y resistencia en Sevilla. Itinerarios. Editorial Aconcagua. 2014.
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