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Reportajes

Ciudades en la maleta

La mayor parte de las compras que realizan los viajeros en Andalucía se distribuyen entre las tiendas de moda, complementos, artesanía y productos gastronómicos

10/09/2010
Público en un establecimiento comercial. (Foto EFE)

Público en un establecimiento comercial. (Foto EFE)

La relación entre el turismo y el comercio tiene una importancia decisiva por las sinergias que se producen entre ambos sectores, sobre todo en una comunidad que, como la andaluza, cuenta con una oferta comercial moderna, variada y de una dimensión considerable y que, al mismo tiempo, es un destino turístico líder en Europa y en el mundo. Además, la relevancia de ambas actividades sobre la economía es notable, puesto que juntas aportan al Producto Interior Bruto (PIB) regional uno de cada cinco euros que se generan.

Esta relación adquiere todavía mayor trascendencia en momentos en los que, por un lado, es necesario un aporte en el gasto comercial que compense las restricciones al consumo que provoca la coyuntura económica actual. Por otro, resulta conveniente complementar la oferta turística para que el destino pueda aportar una mayor gama de atractivos para los viajeros.

El comercio ha experimentado una fuerte transformación en las últimas décadas, en parte también debido al sector turístico. El tradicional turismo urbano ha tenido un despegue espectacular durante la década de 1990 y se ha consolidado en los últimos años de la mano del incremento de las motivaciones culturales de los visitantes.

Por otra parte, el comercio es uno de los servicios más visibles y representativos en las ciudades que poseen una fuerte atracción turística. Según la información disponible en la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte, el tiempo libre del que disfrutan los viajeros es el elemento determinante para que opten por la compra como un componente más de su actividad en el destino.

De hecho, los últimos estudios constatan que el consumo, entendido como compra o adquisición de bienes o servicios, ocupa cada vez una mayor parte de su tiempo de ocio. Además, la actividad comercial es también un claro estímulo de prolongación de las estancias al generar una nueva inquietud en los visitantes, ya que le permite combinar las compras con motivaciones turísticas consideradas como tradicionales.

El comercio y ciertos servicios -como la oferta cultural, la restauración o el ocio- pasan a formar parte de la imagen de marca del destino no como un suplemento más, sino como un elemento singular y característico que lo identifican en sí mismo.

Hay ciudades en las que la actividad comercial tiene tal importancia que se ha convertido no ya en una oferta complementaria, sino en el motivo principal del viaje, hasta el punto de constituir una tipología de turismo específico. En este sentido, las cuatro ciudades más emblemáticas del mundo, desde el punto de vista de este segmento son Londres, París, Roma y Nueva York.