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Conferencia del presidente de la Junta en el Ateneo de Málaga sobre 'Un nuevo contrato social para el siglo XXI'

06/10/2010
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Hoy me pedían una intervención que la voy a hacer abierta, porque quiero compartir algunas reflexiones, entre otras razones porque el momento en el que estamos viviendo no me permite hacer otra cosa.

Yo, normalmente, soy una persona que tiene dudas, que dudo, creo que el escepticismo, muchas veces, es la inteligencia del optimismo. A veces trato de racionalizar las cosas, pero con esta crisis me resulta muy complicado extraer conclusiones definitivas, por eso me van a permitir que la intervención que haga, la haga abierta.

Y voy a hablar de un nuevo contrato social para el siglo XXI porque se está rompiendo, se ha roto, y no se ha sustituido. Ese contrato social que forjó la etapa de mayor bienestar, paz y prosperidad de este llamado viejo continente que es Europa. La fractura de ese paradigma o de ese contrato social no está siendo sustituido por ningún otro. Entonces tengo mis temores, porque estamos viviendo una crisis que es mucho más que una crisis económica.

Keynes, ese economista que resucitamos hace dos años y que hace bien poco hemos vuelto a enterrar cuando los mercados han vuelto a recuperarse, decía en el año 1919 en un libro que escribió a propósito, lo llamó "consecuencia de la paz", "consecuencias económicas de la paz", decía lo siguiente: se comenta que Lenin ha dicho que la mejor manera de acabar con el capitalismo es viciar la circulación del dinero. Lenin sabía mucho del dinero y de hecho su tratado más importante es sobre el dinero, entre otras cosas, pero acertaba.

Pues ésta es una crisis del dinero, o dicho de otra manera, es una crisis del capital, y esto es el capitalismo, luego tenemos una crisis que afecta al elemento fundamental del sistema. No es la crisis de oferta, que preserve el modelo, o de demanda. No hay choque en ningún sitio, en ningún sentido, sino que lo que se ha descubierto es que, lo que llamábamos dinero en muchos de los casos era humo, y por lo tanto, esa crisis unida a lo abrupto, a la forma tan abrupta de producirse, me impiden sacar muchas conclusiones. Digo abrupta porque no sé si recordarán que cuando se produce la crisis, hace dos años, la economía mundial crecía como no había crecido nunca, en los cincos primeros años de este siglo había crecido un 75% el PIB mundial.

Y, sin embargo, en un año pasamos los grandes centros económicos del mundo a una situación de recesión, fue súbito, abrupto, de una magnitud desconocida y de una naturaleza tal que nos obliga, lo primero de todo, a concluir. Y concluimos de esta manera con el profesor de Harvard, Carlos Marichal, que una crisis de esta magnitud no es solamente una crisis económica, o mejor dicho, no la podemos analizar solamente desde un punto de vista económico. Puede ser, como dice Marichal, una bisagra entre dos tiempos, el camino que nos lleva a otra época, pero desde luego tenemos que ponernos las gafas de la política, de la sociología, de la cultura, de la historia y de las relaciones internacionales para analizar esta crisis. Porque si las cosas vuelven a ser como antes habremos fracasado, la única manera de seguir adelante es que nada vuelva a ser como antes, o dicho de otra forma, tiene que ser el principio de algo nuevo.

Y cuando digo esto es cuando vuelvo al principio para señalarles que me resulta muy difícil saber cómo ha de ser ese algo nuevo, porque estamos viviendo en una especie de encrucijada histórica entre las tendencias. Normalmente ganan las tendencias hacia la conservación del sistema y los impulsos hacia un cambio radical.

En esta situación, nadie ha sido capaz todavía de construir un nuevo paradigma, nadie lo ha sido porque para esta crisis no hay un manual de instrucciones, no hay unas reglas claras y no se han previsto los vaivenes que se han producido por los distintos agentes políticos y económicos cuando han hablado de la crisis.

Hemos pasado por etapas curiosas, como que un presidente conservador de la república, de la república francesa como es Sarkozy, que nada más empezar la crisis dijera que había que refundar el capitalismo. O el Fondo Monetario Internacional, diciendo que hay que subir impuestos o que hay que incentivar la demanda con el déficit público, como decía. El presidente de la Patronal española decía que había que poner entre paréntesis el mercado. Ahora a lo mejor no lo recuerdan, pero lo oímos hace año y pico, hace dos años.

Entonces el recetario parecía lógico. Aparecía una crisis por unas causas determinadas -yo le pondría como primera de todas la ausencia de política en la regulación económica y de eso hablaremos luego-. En un primer momento se habló de regular los mercados financieros, hay que crear agencias de calificación que sean públicas, hay que utilizar el déficit público... y al cabo del año y pico de recuperar los mercados, se habla de lo contrario.

Regresar al punto inicial es equivocarse, no tengo ninguna duda. Por eso hay que buscar un nuevo modelo que configure un contrato social distinto, y les hablo del contrato social al que me refiero.

La primera parte del siglo XX fue un desastre. Pocas veces ha vivido un continente una época tan terrible desde el punto de vista económico, social, político. Y, sin embargo, la segunda parte del siglo XX fue, no creo que un paréntesis, pero excepcional si lo miramos en términos históricos cuando hablamos de Europa. ¿Por qué lo fue?, porque hubo un contrato social que se crea en la posguerra europea, un contrato social que era incorporar la política al desarrollo económico, es decir, hacer que el estado interviniera en la economía y construyera, al mismo tiempo, soluciones para los excluidos de la economía.

El modelo social europeo, por muchas vueltas que le demos, es el derecho a la sindicalización, el derecho a la huelga, la negociación colectiva, la protección del medio de trabajo, la seguridad social, la salud para todos, la educación para todos. Es un modelo que se crea, no ha existido nunca, se crea a partir de los años 40 ó 50. Igualdad de oportunidades, igualdad de género. Hasta el año 45, por ejemplo, la mujer en Francia no pudo votar, estamos hablando de un cambio radical que genera un contrato social.

Un contrato social que da vida a un periodo de prosperidad en Europa y, al mismo tiempo, también a un periodo de paz, que condiciona a tener esa misma política prácticamente todos los países que luego forman parte de la UE, condiciona también las relaciones internacionales y es un modelo que es capaz de unir ese viejo antagonismo entre Francia y Alemania en un interés compartido. Nunca había ocurrido esto, y este modelo social europeo nos permitió un espacio de convivencia admirable.

Se empezó a deteriorar el modelo social y nosotros no lo advertimos. Es decir, que antes de que llegara esta crisis, ya el modelo social europeo había venido cambiando, teniendo problemas, y el contrato social que le dio causa no se había revisado. No atendimos a las circunstancias, no nos dimos cuenta de que el mundo estaba cambiando y realmente vimos cómo las cosas cambiaban y nuestras ideas permanecían, quizá, fijadas en tiempo.

Pensemos, cuándo se produce ese pacto. Estamos hablando los años 40, 50. Y pensemos en el sindicalismo: el sindicalismo de entonces, que forma parte nuclear de lo que era ese pacto. Europa era una economía de fábrica, en una sociedad segmentada, con escasa movilidad horizontal, con la mujer ama de casa. Era un modelo, el modelo Beveridge por ejemplo en seguridad social, estaba así diseñado, y el sindicalismo era lo que era y, sin embargo, todos sabemos que a finales del siglo XX eso ya no era así. De una economía donde la industria y la agricultura ocupaban a más de un 50% de la población, pasamos a una economía donde los servicios ocupan a más del 70% de población en la inmensa mayoría de los países europeos.

Les cuento una anécdota del año 95, siendo ministro de Trabajo. Ejercíamos entonces la Presidencia de la Comunidad Europea, todavía no había llegado la unión, y visité prácticamente todos los países, los 15, que formaban parte. En una de las reuniones, uno de los encuentros lo tuve con el presidente de la Comisión de Política Social del Parlamento Europeo, un sindicalista de origen minero, Stephen Hugh, un laborista de la vieja escuela. Le pregunté, año 95, por el líder emergente que era Tony Blair - recordarán que hasta el año 97 no fue primer ministro-. Él me dijo una frase que tengo grabada, él es un socialista, dice "by choice" (por elección).

Todavía el sindicalista Stephen Hugh se sorprendía de que alguien pudiera estar en lo que arrastraba el movimiento sindical, en ese momento es el laborismo, no habiendo nacido en el laborismo, no habiendo nacido en una familia obrera y siendo una persona que se había hecho socialista por elección. Eso demuestra que todavía había una gran diferencia entre lo que es el sindicalismo, con el pacto de aquel entonces, y lo que era la realidad que ya se estaba configurando en Europa.

Hubo elementos, además del sindicalismo, que empezaron a advertirnos de que los tiempos estaban cambiando. Uno fue la crisis fiscal del Estado. En aquellos años, a partir de los 70, se produce la crisis fiscal del Estado, quizás porque el Estado crecía más de la capacidad fiscal o de la voluntad fiscal que tenían las sociedades europeas. Otro fue un elemento político, la caída del muro.

Y aún hubo otro tercer elemento que obligaba al cambio: el cambio demográfico que se estaba produciendo en Europa. Un cambio ligado al envejecimiento de la población, la inmigración... hasta el punto de que, ya a finales de los años 80, casi en el año 90, la población del Mediterráneo Sur, de Marruecos hasta Egipto, era mayor que la del Mediterráneo Norte, cosa que no había ocurrido en ningún momento de la historia, es decir, que había un cambio demográfico, un cambio político, cuando se rompe la política de bloques y cuando cae el comunismo, crisis fiscal del Estado y un nuevo modelo de estructura económica que determinaba la incapacidad del sindicalismo tradicional de adaptarse a las nuevas estructuras.

Esto produjo el declive, el declive del paradigma que había dado lugar al Modelo Social Europeo.

Pero, todo eso además se une a que en esa crisis, en esa situación de incapacidad que teníamos de advertir el problema, la caída del comunismo produjo un efecto contagioso. Es curioso porque, a veces cuando escuchamos algunas teorías, decimos que esas teorías no tienen fundamento, pero son contagiosas. Les pongo dos casos que se producen en aquel contexto que influyen decisivamente en el devenir de los acontecimientos mundiales. Uno se da en el libro 'El choque de civilizaciones' de Huntington: casi todos entendimos que aquello era no sólo una forma reaccionaria de entender la realidad, sino que al mismo tiempo era imposible que eso ocurriera.

Nosotros negamos una y otra cosa y, sin embargo, después de que lo admitiéramos con todo énfasis, hubo quienes se lo tomaron en serio y las convirtieron en realidad. Es decir, el problema es que no creíamos en la guerra de civilizaciones, en el choque de civilizaciones, pero Al Qaeda, Bin Laden y Bush se encargaron de demostrarnos que sí, que había un problema de civilizaciones, o por lo menos que el ser humano era capaz de provocar ese choque que había advertido anteriormente algún teórico. Y el segundo, el final de la historia, fue el contagio de todas las economías occidentales de lo que podríamos llamar la filosofía "desregulacionista", la filosofía de ir apartando poco a poco el Estado de la economía, la separación de la economía y la política, y el convencimiento de que la economía tiene sus propias reglas. La política, como decían algunos; el mercado de los votos se carga al mercado de la economía.

Aunque eso es verdad que ocurre, y en Europa; el ejemplo más claro es el de Tony Blair, en Europa la filosofía Thatcher... Todo eso nos lleva a una especie de estructura de ideología dominante, de todas las ideologías que crean un caldo de cultivo al que es muy difícil oponerse, esto es lo que llamamos "lo políticamente correcto". Parecía muy difícil que nadie pudiera alzar la voz hablando de que se podrían subir los impuestos, hablando del coste fiscal de un Estado que tiene que hacer prestaciones sociales, y todo eso da como consecuencia un desarme que nos pilla desnudo cuando llega la crisis.

Entre la falta de adecuación del Modelo Social Europeo a la nueva circunstancias socioeconómicas y la influencia de las ideas neoconservadoras que traen lo que se llamaba el final de la historia, hemos llegado a esta crisis absolutamente desprovistos de capacidad de reacción, porque todos habíamos creído, en estos tiempos de bonanzas, en estos tiempos de crecimiento económico que llevaba ya 15 años de forma ininterrumpida, todos hemos creído que el futuro ya estaba escrito, hemos creído que hemos llegado a la meta, que habíamos llegado a la meta, y hemos creído también que las conquistas históricas no estaban en peligro. La caída de Lehman Brothers y más cosas nos sacaron de un sueño y, cuando uno despierta del sueño, normalmente lo que siente es desilusión, decepción y desapego. Y eso también explica el desapego a la política de la población, siendo así que la situación ha venido por falta de política, es una contradicción pero la contradicción de la que todos somos responsables.

La crisis nos despertó de este sueño, era imprevisible... realmente era muy difícil de prever. Creo que lo teníamos ante los ojos y no lo veíamos. Como anécdota, un domingo, en un barrio de estos nuevos, moderno, con casas, adosados, coches, tiendas... le dije a mi mujer: las casas, los chalets, los pisos, los coches, las tiendas, los bares, están sin pagar. Todo está prestado, todo se debe, nadie ha pagado lo que tiene y, es verdad, el indicador nos decía que sería todo un PIB, todo lo que produce un país en un solo año se debía, la deuda de la familia. Es cierto que estábamos ahí, no se previó, se desplomó, hicimos el giro de 180 grados y luego dimos otro giro de otros 180 grados y cuando uno da un giro de 360 grados se encuentra donde estaba al principio, que me temo que es donde estamos ahora.

Creo que hay un alto riesgo en la situación actual porque primero creo en la consolidación fiscal, en la estabilidad presupuestaria más incluso que el Banco de España, porque lo creo con más fundamento. Conozco lo que es el Estado porque soy un servidor público, de toda la vida.

Creo en la estabilidad, conozco lo que es un Estado y sé que el Estado de las Autonomías es, con diferencia, la historia de éxito mayor que ha tenido nuestro país, no ha tenido otra como ésta. La Constitución arregló una serie de cosas en España, pero dos fundamentalmente: la primera el modelo económico, la economía social de mercado, no era el liberalismo puro, era economía social de mercado y hay un título primero, capítulo tercero admirable, que hay que leérselo para saber que es nuestro modelo. Diría, incluso, que ultraliberalismo en España es inconstitucional, está bien eso porque ha forjado el consenso, lo constitucional no es algo que no se pueda discutir, claro que se puede discutir, la Constitución se puede modificar, pero pensemos siempre que si modificamos la Constitución modificamos el consenso y el consenso que existe hoy es un consenso sobre la economía social de mercado.

Y el segundo punto es el Estado de las Autonomías, nunca en la historia en España habían crecido todas las regiones por encima de la media europea, es el único caso de Europa. Desde el año 78 hemos convergido todas y cada una de las regiones españolas, no ha pasado en Italia, ni en Francia salvo en España. Es una historia de éxito.

Eso es lo que yo le digo al gobernador del Banco de España. Eso hay que saberlo, porque estamos comprometidos con la consolidación fiscal aún sabiendo que parar los estímulos económicos en estos momentos es una locura, todavía hay que mantenerlos.

Y en segundo lugar, las CCAA tenemos el encargo de cumplir y hacer cumplir, de ejecutar y desarrollar el Título I de la Constitución. Somos las que hacemos las prestacio-nes del Título I "Derechos Fundamentales y Derechos Económicos y Principios Rectores de la Economía".

Cuando dicen que tenemos que recortar y tener un tope de gasto, la pregunta que todo el mundo se hace es la dosis de sanidad, de educación para todos o de dependencia que tiene una comunidad autónoma la determinan las Cortes Generales, porque no estamos dispuestos a que unos paguen y otros conviden.

Es decir, yo qué voy a recortar prestaciones. Si quieren recortar dígaselo usted al gobierno de España, que lo lleve al Parlamento y que diga la dosis de seguridad social, la dosis de sanidad, la dosis de educación, la dosis de dependencia vamos a recortarlas y cumplimos. Pero no nos pida a las comunidades autónomas que recorten el gasto teniendo las mismas obligaciones, porque entonces no podremos satisfacer las obligaciones constitucionales a las que estamos obligados.

Valga este inciso para decir que no hay que paralizar todavía los estímulos económicos, debemos analizar déficit y endeudamiento. No creo que sea tan complicado saber que, si por ejemplo un señor va pedir un préstamo y tiene el 80% de su patrimonio hipotecado, pues el banco le va a decir que no. Pero si tiene hipotecado un 20% es posible que se lo dé.

Eso es de lo que estamos hablando. Nosotros decimos el 1% de déficit, el 1,2, pues sí, pero hay que ver también cómo está endeudado cada uno para cumplirlo. Hay que mantener los estímulos pero sería un error volver a creer que el pacto social de los 50, del siglo pasado, sigue siendo válido, hay que hacer reformas, hay que hacer reformas y renovar el pacto social.

Simplemente mirando que pasa hoy que no veíamos antes, hay amenazas climáticas y todos, salvo algunos, creemos en el cambio climático; tenemos dependencia energética; hay un envejecimiento de la población; hay modelos asiáticos emergentes que, ni por asomo, hablan de modelo social; se ha globalizado la delincuencia y el terrorismo, y empieza a haber un desapego hacia la política que ha convertido la democracia en algo así como instantáneo.

Esto de crecer tanto durante tanto tiempo, de habernos creído que todo era jauja, ha hecho que los políticos muchas veces creyéramos que el ciudadano es algo así como un cliente. El ciudadano es el que hace la política, y para eso lo hace de forma delegada. Yo creo en la democracia delegada, eligen a sus representantes para que tomen decisiones, pero la política la hace el ciudadano.

La política es la que hace que el primer AVE llegue a Andalucía, eso no lo hace un mercado; o crea un sistema público de salud para todos, eso tampoco lo hace el mercado; o la que inventa y crea las becas, tampoco lo hace un mercado; o incluso la investigación con células madre, eso no lo hace el mercado, eso es la política.

Y esta política es la que exige un nuevo pacto social, rehabilitar la política, ciudadanía activa, ciudadanía responsable, atención a fenómenos globales y determinar cómo mantenemos al que hemos llamado Estado de Bienestar en este viejo continente.

El modelo económico no vale. Hablamos mucho de competitividad, si no somos competitivos no vendemos una escoba y, si no vendemos una escoba, pues realmente no tenemos una economía que cree riqueza. Pero si solamente hablamos de competitividad, la competitividad se puede conseguir de muchas maneras y muchas de ellas muy malas. De lo que hay que hablar es de competencia, el modelo económico se debe fundamentar en la educación, el conocimiento, el factor trabajo, igualdad de oportunidades y, por lo tanto, en la competencia.

Si todos aumentamos nuestra competencia -competencia es saber y saber hacer-, si aumentamos todos nuestra competencia seremos competitivos, pero vamos a fijarnos el objetivo en aumentar la competencia, no en la competitividad, porque si nos fijamos en la competitividad también es competitivo pagar miseria, pagar bajos sueldos, poner largas jornadas y buscar inmigrantes sin darles de alta en seguridad social, por eso vamos a fijarnos en la competencia.

Por lo tanto, en el centro de todo la educación, la formación, el conocimiento y la competencia, eso cambia el modelo.

En segundo lugar, es importante un compromiso por la responsabilidad social, ayudar al que se ayuda, decía María Gámez (delegada del Gobierno de la Junta en Málaga). Qué es lo que quiero decir con eso, si el conocimiento es la clave de todo y tenemos que hacer que la población tenga el máximo nivel de conocimiento, será siempre más rentable cuanto más igualdad de oportunidades, cuando toda persona pueda llegar al máximo nivel de su capacidad, por lo tanto hay que hacer igualdad de oportunidades. Pero hay que hacer también un compromiso de responsabilidad social para aprovechar las oportunidades, porque si no no hacemos nada.

Una beca es la parte activa de quien tiene la responsabilidad de estudiar, si no, es un dinero perdido, no es una inversión como espero que crean todos ustedes que es una beca, una gran inversión. Para eso hace falta un compromiso, responsabilidad social de la ciudadanía, el buen uso de las prestaciones sociales, el no defraudar las prestaciones sociales, el no defraudar a hacienda, un compromiso de responsabilidad social y por ahí se empieza en la ciudadanía activa.

Y luego hay que hacer reformas estructurales, no hay que tenerle miedo. Cuando hablamos de lo laboral, si hablamos solamente de la reforma laboral y hablamos del derecho al trabajo pues no vamos a ver nada. Todavía hay gente que se cree que el derecho crea empleo, el derecho no crea empleo, el derecho facilita o perjudica el empleo.

Por lo tanto, hay que hacer un marco de relaciones laborales que se acomode al nuevo modelo de crecimiento económico, al nuevo patrón de crecimiento económico y, les advierto, el modelo del que estamos hablando no es rápido y eso hay que saberlo.

Esto no es la construcción que crea riqueza de forma inmediata, o los beneficios del sector inmobiliario. Aquí no podemos tirar de una planta para que crezca más deprisa, aquí hay que hacerlo en su tiempo, y su tiempo es el de la educación, el conocimiento, la formación de todos los factores al hacer mejor lo que hacemos bien, y eso es la reforma laboral también, acomodarla a una economía del conocimiento.

Y luego está el sistema de protección social. Me van a permitir -porque yo forjé el pacto de Toledo, y se va a volver a hablar ahora de pensiones- que les dé algunos datos. Hace 30 años cuando se empezó a acomodar el sistema de pensiones, la gente se moría a los 69 años y aproximadamente se jubilaba a los 65. Hoy la gente se empieza a jubilar a los 61, 62 y se muere a los ochenta y tantos. Esto ya es un dato, pero es que hay otro dato más: hace 30 años los menores de 20 años eran el 35% de los españoles, hoy son el 19%, y los de 65 años en adelante eran el 9% y ahora son el 17%.

Demográficamente es así, lo podemos vestir de cualquier manera, pero es cierto que, incluso lo potencialmente activo, la población entre 20 y 65 años, se va quedando cada vez más pequeña, mientras que la población mayor va aumentado. Eso exige un compromiso también, no para recortar el sistema de pensiones, sino para consolidarlo. Yo nunca hablo de mi pensión, que desgraciadamente la tengo muy cerca, sino de la pensión de la gente que tiene ahora veintitantos años, 30 años, que es la que hay que garantizar.

Tenemos que hacer un Sistema de Bienestar mucho más activo, no puede pensarse que uno se jubila de golpe -aquí me permiten un inciso: cuando empecé como inspector de trabajo, hace más de 40 años, ustedes no se pueden imaginar lo que era una fabrica, o lo que era, por ejemplo, una siderurgia. Era lo más penoso que he visto en mi vida. Ahora voy a una siderurgia y las cosas han cambiado-.

A los de mi generación se les dice que se van a jubilar a los 67 años y te matan pero, los que tiene ahora 30, se podrán jubilar seguro a los 66, 67 años porque, efectivamente, aparte de la alimentación y la nutrición, las condiciones de trabajo han cambiado radicalmente.

Y a eso es a lo que me refiero cuando digo que hay que hacer un modelo de sistema de pensiones que se acomode a los nuevos tiempos.

La sanidad, por ejemplo, la sanidad tiene que ahondar, como estamos haciendo en Andalucía, en lo más factible: la investigación. Ese patrón de enfermedades infectocontagiosas ya no existe, lo que dio lugar a "vamos a crear el Sistema de Salud", eso ya no existe. Hoy día tenemos enfermedades crónicas, envejecimiento, por lo tanto hay que prevenir la enfermedad, promocionar la salud e investigar, es la clave del futuro.

Un sistema sanitario más activo, un sistema de pensiones más activo, el empleo, un sistema de políticas activas que cambien a la población, es decir, que la hagan ocupable -vamos a dejar de hablar de demandantes de empleo, sino de oferentes de empleos. Un trabajador es el que ofrece empleo, y para que ofrezca el mejor empleo hay que formarle, acondicionarlo al mercado. No hay que hablar de demandante de empleo porque eso es mucho más pasivo que considerar a la persona que busca empleo como oferente de empleo-.

Hay muchas más cosas como puede ser el cuarto pilar, etc. pero necesitamos un Sistema de Protección Social mucho más activo, mucho más dinámico y que persiga mucho más la permanencia en la ciudadanía de prácticamente toda la población y esto nos lleva al contexto internacional en el que se tiene que producir.

No podemos ni remotamente caer en la tentación del unilateralismo y me temo que también podemos volver a esa situación.

Este es un mundo mucho más interrelacionado y es verdad que los movimientos migratorios unidos a la pobreza y unidos a lo que puede ser ya una diferencia de civilizaciones muy brusca, puede dar lugar a un mundo absolutamente inseguro.

Por eso necesitamos un mundo multinacional y, aunque haya gente que sonría y hable de buenismo, la alianza de civilizaciones es una idea mágica, es una idea distinta, otra vez es volver a la sociedad de Wilson después de la primera guerra mundial. Volver a la sociedad de naciones, a naciones unidas, a resolver los conflictos pacíficamente y a ver la diferencia como algo enriquecedor.

Y por último "Más Europa". ¿Qué significa Más Europa? Significa volver un poquito a la Gran Cabalgada, es decir, aquello que fue la Gran Cabalgada o Galopada, como quieran llamarlo, de los años 80, es imprescindible. Y, como no podemos ponernos de acuerdo, si se llega a dos velocidades no hay que tenerle miedo. Hoy hay dos velocidades, hay países que estamos en el euro y países que no.

Pues lo mismo hay necesidad de una política económica europea y si no tenemos una política económica europea vamos a volver a tropezar, por lo tanto el que no quiera política económica europea que no la mantenga, pero no podemos tener una política monetaria común sin política económica compartida y por eso es absolutamente imprescindible.

Todo lo que les he dicho, y con esto termino, como ven ustedes son reflexiones abiertas. No querría ser apolítico en ninguno de mis juicios. Creo lo que he dicho y he dicho aquello en lo que creo. No me siento mejor porque la historia demuestre que las ideas por las que entré en política sigan siendo válidas, quiero decir con esto que no entiendo lo que estoy diciendo para reafirmarme en mis orígenes y en mis ideas, es que he dicho lo que he dicho porque creo que además que ése es el futuro.