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Discurso del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, en el acto institucional del Día de Andalucía

28/02/2013
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A todos nos hubiera gustado que esta ceremonia hubiese tenido lugar en tiempos más favorables. A todos nos duelen profundamente los problemas que afectan a miles de andaluces que están viendo el futuro con la decepción de no encontrar en él las oportunidades por las que han luchado. Y nos preocupa la persistencia de esta crisis y las consecuencias que está teniendo sobre la seguridad y la confianza de tantas y tantas personas de nuestra tierra.

Pero no podemos caer en la resignación; en dar por sentado que todo lo que nos está ocurriendo es inevitable y que lo único posible consiste en esperar a que escampe.

¿Cuántos millones más de empleos destruidos serán necesarios para que Europa entienda que es necesario cambiar el rumbo, estimular la economía y crear empleo?

Hace 35 años, los andaluces salimos a la calle para pedir libertad y autonomía. Para recuperar la política que la dictadura nos había arrebatado al sacarnos a los ciudadanos del escenario de la toma de decisiones.

Hoy, casi cuarenta años después, corremos el riesgo de que la crisis vuelva a hacernos salir del territorio de la política. Y si esto ocurre, solo nos quedará la ley del más fuerte, la subordinación del interés general a los intereses de los mercados o la alternativa del populismo y el desistimiento social.

Ya a estas alturas, en estos mismos momentos, la aplicación de las políticas de austeridad y recortes del gasto público como las únicas posibles están dando resultados políticos: El regreso de Berlusconi, la aparición de Beppe Grillo, la irrupción de la extrema derecha en Grecia, el ascenso del populismo en Hungría o la aplastante derrota de Mario Monti.

Hace 33 años los andaluces superamos el muro que nos habían levantado para impedir que pudiéramos alcanzar el autogobierno. Sorteamos todos los obstáculos para proclamar nuestro derecho a la igualdad. Lo hicimos dando un ejemplo de civismo, de responsabilidad y de compromiso. Convertimos el porvenir de Andalucía en un "por hacer"; expresando así nuestra firme convicción de que nada estaba escrito.

Hemos hecho camino al andar. 33 años después es un buen momento de contemplar lo conseguido para decidir qué hacemos. Y, desde luego, lo es para compartir con Tony Judt que no se trata de convertir el pasado en un error sino de saber cómo hemos de consolidar en el futuro los muchos avances que hemos realizado. Que estos sean incompletos no debería obsesionarnos. Lo que debería alertarnos es que se pudiera imponer la creencia o la convicción de que el futuro es incompatible con la igualdad de oportunidades o con la solidaridad.

El 4 de diciembre de 1977 quedará en la memoria de todos como el "primer día de Andalucía", porque en esa fecha los andaluces y las andaluzas protagonizamos una gesta colectiva que empezó en la calle, continuó en las urnas y terminó evitando que Andalucía fuera una región postergada y abandonada. Una comunidad que ha encontrado en su Estatuto de Autonomía su guía y su Norte.

Esa fecha quedará también marcada por la muerte del sindicalista malagueño Manuel José García Caparrós cuando participaba pacíficamente en la manifestación alegre por la autonomía de nuestra tierra en su ciudad. Tenía 19 años y reivindicaba pacíficamente el derecho de Andalucía a escribir su propio futuro.

Al día siguiente de su muerte, miles de ciudadanos desfilaron en silencio y con dolor para dejar flores en el lugar donde le quitaron la vida. Hoy, la Junta de Andalucía le concede la distinción, a título póstumo, de Hijo Predilecto de Andalucía como homenaje a su memoria, y a la de todos aquellos que lucharon porque nuestra tierra tuviera un futuro con más justicia y más libertad.

El empuje y la voluntad que entonces demostró el pueblo andaluz hoy debe servirnos hoy para renovar un compromiso con nuestra tierra, y para alcanzar un gran Pacto por Andalucía que nos permita afrontar la salida de la crisis sin dejarnos en el camino derechos y libertades que hemos conquistado entre todos, y que constituyen la base de nuestro modelo de convivencia.

No estaba en el guión que Andalucía contase con plena autonomía, pero se consiguió mediante la movilización social y política, y mediante el cumplimiento de la ley.

Porque la función de la política es cambiar cosas, cambiar lo que se supone que está mal para mejorar. Pero para conseguirlo, la política no puede salirse de la legalidad democrática.

Los andaluces cuando quisimos cambiar el designio que nos habían escrito, cuando decidimos que no podíamos empezar el camino de la autonomía en abierta desigualdad con otras comunidades, nos rebelamos contra ello y lo combatimos. Pero actuamos de acuerdo a la ley, sorteando grandes obstáculos y trampas, pero respetando la ley.

Y no es ocioso recordar esto en momentos en que los consensos que han determinado todo el entramado institucional de España y las reglas que forjaron el modelo de convivencia, se ven debilitadas y, en algunos casos, parecen ya insuficientes para afrontar los nuevos tiempos y nuevos desafíos.

Ante esta situación sólo caben dos alternativas: permanecer quietos como si no pasara nada o abrir un proceso de diálogo político para recomponer el consenso.

No albergo duda alguna de que sólo el diálogo y la búsqueda de nuevos acuerdos nos puede permitir continuar el camino. Como recientemente ha dicho el profesor Rubio Llorente, aquí no se trata de empezar por cambiar las leyes, sino de alcanzar acuerdos políticos para afrontar los problemas y, en su caso, cambiar las leyes.

El ejemplo de aquel 28 de febrero de hace 33 años adquiere hoy, en estos momentos, su más profundo significado. Dos tercios de los andaluces actuales no pudieron protagonizar aquella fecha por razones de edad. De ahí la importancia que tiene convertir la memoria de aquel día en el patrimonio de todos.

Conocer profundamente lo que significó ese día es algo más que recordar: es saber que solo es imposible lo que no se intenta y que un pueblo unido es una fuerza invencible por una gran causa.

Por eso es importante evocar aquella fecha. Con exactitud y con perspectiva:

A esta hora, hace 33 años, llovía en buena parte de Andalucía y un chaparrón de papeletas iba cayendo en las urnas de los colegios electorales. Papeletas con una pregunta que no se podía entender, aunque los andaluces tenían muy clara su respuesta: Sí: un SÍ rotundo a ser, por primera vez en siglos, dueños de su propio presente y labradores de su propio futuro.

A esta hora, hace 33 años, muchos medios de comunicación extranjeros que habían desplazado sus corresponsales a Andalucía fueron también testigos de cómo, en las ciudades, autobuses y taxis circulaban con banderas andaluzas. Vieron los balcones de las casas poblados de esas banderas verdiblancas y contaron con perplejidad que un Gobierno, el entonces Gobierno de España, había convocado un Referéndum para, de forma insólita, pedir la abstención.

A esta hora, hace 33 años, esos periodistas habían visto cómo acudían a votar muchos ancianos para que sus nietos tuvieran un futuro mejor que el que ellos querían dejar atrás. Habían visto en los pueblos a mujeres vestidas de negro, que apenas salían entonces de sus casas, cómo, ese día, lo hacían para votar, adornadas con pegatinas pidiendo el SÍ. Habían oído palabras de rabia, habían sentido el pulso de un pueblo que abandonaba su resignación y se rebelaba contra cualquier fatalismo. Y habían oído también a todos los medios de comunicación públicos transmitir la recomendación del Gobierno de no votar.

A esta hora, hace 33 años, por fin había podido depositar su voto el presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, que no aparecía en el censo de su colegio electoral, aunque sí estaba su hija Patricia, de seis años de edad. A la salida del colegio, Rafael Escuredo sentenció: "Este es el único Referéndum de la Historia en el que los niños y los muertos votan, y los adultos vivos tienen dificultades para hacerlo". Y es que el censo contaba con personas que no tenían posibilidad de votar pero que contaban como voto negativo. Aquel censo del referéndum de 1980 tenía 140.000 andaluces más que el de las elecciones generales de hacía unos meses y 136.000 más que el que tuvo, después, el de las elecciones del 82.

A estas horas, hace 33 años, la Junta de Andalucía cuidaba los últimos detalles del rudimentario dispositivo del seguimiento de resultados que había previsto para esa noche en el Casino de la Exposición de Sevilla. Aquella noche llovió también en Sevilla cuando cientos de andaluces aguantaban con sus banderas a las puertas del Casino, que les fueron abiertas casi de inmediato. El pueblo entró y fue dueño de lo que allí pasaba, como lo había sido a lo largo de toda la campaña y de todo el proceso autonómico que arrancó definitivamente un 4 de Diciembre.

Si alguien duda de la fuerza y la convicción con que los andaluces cogimos  el mando de nuestro propio destino, que oiga los sonidos de aquella anoche, que vea las imágenes de emoción, que contemple la explosión de dignidad y de determinación que quedaron expuestas en aquel salón donde se perdió la cuenta de las veces que se cantó con enorme pasión el Himno de Andalucía, y donde los andaluces se miraron y se reconocieron como un pueblo que había ganado una batalla histórica que le dotaba de un patrimonio político que lo sería también para las generaciones futuras y para las de hoy: un patrimonio sin fecha de caducidad.

Fueron los Ayuntamientos, recién recuperada la democracia local, los que hicieron realidad las aspiraciones del pueblo andaluz.

Fueron ellos, como únicas instituciones públicas, andaluzas y democráticas, las que se hicieron cargo de la voluntad del pueblo andaluz para darle esa voz que necesitaba cuando todavía no contaba con un parlamento que lo representara.

La democracia se construye de abajo arriba. Nace así en los ayuntamientos cuyos concejales y alcaldes comparten los problemas de sus vecinos, mantienen con ellos con ellos un diálogo directo, trabajan a su servicio y lo hacen, en más del 80% de los casos, sin recibir retribución alguna.

En un momento como éste en que necesitamos recuperar la confianza y el prestigio de la política, no tengo duda alguna de que el inicio de esta recuperación ha de estar en nuestros municipios y en sus ayuntamientos. Y no se producirá esa recuperación ni subordinando la democracia a la eficiencia ni tampoco desde el uniformismo o desde un centralismo alejado del territorio.

Los Ayuntamientos andaluces (771 en total) son poco más del 9% de los Ayuntamientos de España siendo, como somos, el 18% de la población total.

Han sido ellos, desde la autonomía local y la presencia en el territorio, los que han sabido compatibilizar democracia y eficiencia; los que han mantenido el equilibrio de la población en el territorio. Los que han hecho, y hacen, de nuestra comunidad autónoma, una tierra atractiva, amable y hospitalaria.

Fueron ellos los que, como he destacado, tuvieron la iniciativa que desembocó en el 28 de Febrero y han de ser, también ellos, los protagonistas de la recuperación de la confianza, porque todos confiamos en su capacidad de responder a los problemas reales de los ciudadanos. Algo que nos exige a todos un compromiso colectivo. A los ciudadanos, la participación, el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones y a los políticos y a las AAPP, la decencia, la transparencia y un diálogo permanente con aquellos.

La transparencia no se agota en la necesidad de hacer transparentes a los políticos y a los partidos. Transparencia también en la política. Porque el mandato representativo no se agota en la elección del representante. Es además, y sobre todo, el compromiso de la lealtad que éste le debe a sus electores. Es el cumplimiento de aquello a lo que se comprometió. Es hacer que los programas electorales sean el código inexcusable de comportamiento de los representantes del pueblo.

La crisis, la persistencia de la crisis, ha debilitado muchas de nuestras certidumbres. Nos enfrentamos a retos decisivos y necesitamos nuevas recetas para estos tiempos nuevos.

Es imprescindible cerrar nuestro modelo autonómico. Necesitamos unos objetivos compartidos para desarrollar nuestra capacidad de crear riqueza y bienestar desde la equidad y la solidaridad; y también unas estructuras de participación y colaboración tanto entre gobiernos como entre los territorios.

Nuestro deber es encontrar, mediante el diálogo sereno y el debate, una forma de organización territorial del Estado mejor estructurada y con un mayor desarrollo constitucional del modelo. Un Estado que, partiendo de la indisoluble diversidad de España, garantice la igualdad de todos los españoles vivamos donde vivamos.

Los andaluces somos un pueblo que ha demostrado su voluntad para prosperar y salir adelante mediante el esfuerzo y la ilusión, y también mediante la confianza en nuestras propias capacidades.

Hemos sabido hacer bien muchas cosas. Las personas que hoy distinguimos con la Medalla de Andalucía no sólo representan un ejemplo personal de trabajo bien hecho: representan además ámbitos de creación, de desarrollo socioeconómico y de valores cívicos de los que hemos de tomar ejemplo.

Manuel Barea representa a la economía real; la que crea riqueza y puestos de trabajo y que en la crisis mantiene puestos de trabajo. Es empresario vocacional con responsabilidad social, o, como él mismo ha dicho, un fondo de "romanticismo", donde las condiciones de los trabajadores y las relaciones con los proveedores siempre estarán por encima de un mercado voraz que antepone el beneficio económico obtenido a toda costa por delante de las personas.

La economía que crece y se ha hecho a partir del trabajo y el esfuerzo viene a representarla Dolores Gómez Ferrón, una persona a la que hay que oír porque es una apasionada de lo que hace, ha enseñado lo que hace en su tierra, Almería, la agricultura intensiva y la I+D, convenciendo a todos.

Los premiados muestran una sociedad que se ha transformado en los últimos años y que hoy puede sentirse orgullosa por defender los mejores valores.

Lo hace Patricio Cárceles al frente de la ONCE. Vuestro trabajo es el mejor ejemplo de cómo la sociedad civil es capaz de organizarse para normalizar la vida de quienes tienen alguna discapacidad, pero no por eso son discapacitados. Vuestra solidaridad nos muestra cómo se pueden superar las limitaciones porque creéis de verdad en la igualdad de oportunidades como principio motor.

La carrera de Esther Yáñez en la Armada Española es un ejemplo de cómo las mujeres han ido ocupando el puesto que merecen en nuestra sociedad. Y lo han hecho, como hemos podido comprobar en el caso de Esther, con el respeto y el reconocimiento de sus superiores. Su determinación y su tesón nos recuerdan que debemos seguir luchando por la igualdad, y hacerlo, aún con más fuerza, en estos momentos en que parece haber una corriente subterránea de banalización de la igualdad de género. Al contrario de lo que algunos piensan, insistir en la igualdad en tiempos de crisis es hacer democracia y además aprovechar el talento y la capacidad de esa mitad de la sociedad que representan las mujeres.

El deporte no es sólo un modo de superación personal, es también un comportamiento, una forma ejemplar de compartir cuando se trabaja en equipo. José Manuel Sierra, campeón del mundo de balonmano, recibe hoy un reconocimiento no solo al éxito sino a su comportamiento ejemplar y a su integración en el trabajo en equipo desde el puesto más arriesgado, pero también más decisivo. Con sus logros, el deporte contribuye además a dar prestigio internacional a la marca España, un factor de competitividad.

Si algo define a una sociedad plenamente avanzada es un sistema sanitario público, universal y gratuito que es capaz de garantizar la protección de la salud de los ciudadanos. Yo me siento orgulloso de la sanidad andaluza: porque atiende a todos sin distinción, porque ofrece una atención de calidad, porque investiga, porque previene la enfermedad y porque promociona la salud. Ello solo es posible gracias al trabajo de personas como la doctora Marina Álvarez Benito. Su labor investigadora en la detección, diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama nos reafirma en nuestra convicción de que no podemos desfallecer en la defensa de nuestro sistema público de salud.

Una investigación que tiene mucho que ver con la idea de la cultura, en el sentido de traspasar su riqueza y creatividad a todos los ámbitos.

La cultura es la verdadera seña de identidad de Andalucía. Nuestro hecho diferencial: lo que nos ha hecho grandes siempre y en todos los ámbitos. Creo que eso lo sabe muy bien María Rosa, excepcional bailarina, que ha llevado lo mejor del baile andaluz y español por todo el mundo. Ha sido grande, muy grande, tal vez la más grande en la enseñanza de este arte tan nuestro. Su trayectoria manifiesta un gran talento pero sobre todo la generosidad de haberlo transmitido a las siguientes generaciones.

Son muchas las cosas que pueden decirse de Manuel Gerena. El vive su arte como una comunicación con el pueblo. Lo que escucha, lo que recibe, lo elabora y se lo devuelve con arte al pueblo del que procede; es, por tanto fiel a la raíz auténtica del flamenco y, por eso, está, además, convencido de que el arte es compromiso. Él fue uno de los artífices de la lucha del pueblo andaluz que ahora se lo reconoce con esta medalla.

La importancia de la cultura andaluza no es de hoy. Se inscribe en una tradición de siglos que ha dado, como fruto de su genialidad, también la mejor vanguardia. Miguel Rodríguez Acosta como pintor y como conocedor y conservador de un gran legado artístico, ha hecho de su vida un compromiso permanente con la cultura. Su generosidad y su amor a Andalucía nos han transmitido su obra, que es un bien social que ha de estar al alcance de todos.

Y también, Alberto Rodríguez Librero, cineasta que, a pesar de su juventud, es uno de los representantes del mejor cine que se hace hoy en nuestro país. Sabe poner la mirada en el fondo de aquello que nos quiere contar. Su cine que está penetrado por sus raíces andaluzas transmite siempre la profundidad de las ambiciones, el deseo, la grandeza y la miseria de los seres humanos.

La cultura ha de ser parte esencial en la nueva Andalucía que hemos de construir entre todos. Ahora es el momento de poder sacar todo el rendimiento a esta capacidad de innovación y creación. Una educación universal, pública y gratuita que ha servido de palanca imprescindible para llegar hasta aquí. Unir ese talento con el mundo de la economía y de la empresa, y propiciar una transferencia de conocimientos entre ambos sectores. Impulsar el talento de los creadores andaluces hacia la formación de una verdadera industria cultural andaluza.

José Manuel Lara Bosch representa a una idea empresarial que demuestra cómo la cultura puede convertirse en un sector económico de gran proyección. No me equivoco si digo que Lara es uno de los empresarios más importantes de España. Un empresario, de gran éxito en el mundo editorial, pero con presencia en muchos otros sectores y en todos ellos con una gran visión de empresa. La Fundación Lara ha llevado a cabo una importantísima labor de divulgación y protección de la cultura andaluza.

Queridos Carmen Laffón y Antonio Banderas, hoy recibís la distinción de Hijos Predilectos de Andalucía, con la que queremos agradeceros la pasión que habéis puesto siempre en vuestro trabajo. Alguien dijo en alguna ocasión que sólo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente fecundas y duraderas. Vosotros sois un buen ejemplo de ello, porque habéis creído en lo que hacíais, porque habéis perseverado en ello y porque habéis logrado llevar el sentimiento andaluz más allá de nuestras fronteras, y habéis demostrado que, si bien nuestra cultura surge de aquí, su vocación es ser siempre universal.

Formáis parte de una historia de mujeres y hombres andaluces que pusieron su creatividad, su inteligencia y su talento al servicio de unos valores artísticos que han llegado a formar parte de la mejor contribución de Andalucía al mundo.

Y eso precisamente formaba parte de las ambiciones del pueblo andaluz hace 33 años. Enrique García Gordillo lo sabe bien, pues él contribuyó a hacer el relato de lo que fueron nuestros principios, duros pero apasionantes. Él fue testigo de la capacidad que mostramos los andaluces en esos comienzos, de donde debemos sacar las fuerzas para impulsar una voluntad política que nos lleve a un acuerdo general, a una gran movilización por Andalucía.

Es el momento de la voluntad colectiva, de concitar todo lo que somos, de movilizar nuestra sabiduría y nuestra fortaleza y de apelar a nuestro inconformismo para superar las dificultades.

Es el momento de hacer de la unidad la fuerza necesaria para alcanzar un futuro mejor; de sumar a la libertad, la responsabilidad; a la competencia, la igualdad de oportunidades; al convencimiento, la voluntad.

Andalucía sigue siendo hoy ese ideal que soñaba Blas Infante, un proyecto compartido en el que todos y cada uno de nosotros y nosotras tiene el derecho y la responsabilidad de intervenir para construir un futuro mejor.

Muchas gracias.