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Cultura

Una veintena de artistas reflexiona en el CAAC sobre la capacidad de las exposiciones para construir relatos históricos

Vázquez subraya el compromiso del presupuesto para 2018 con las artes visuales y la difusión del arte contemporáneo

El consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, ha presentado en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) la exposición 'Mil bestias que rugen. Dispositivos de exposición para una modernidad crítica', donde ha precisado que en los presupuestos para 2018 el CAAC cuenta con una partida presupuestaria de 5,5 millones de euros, con un incremento de un 56%. Al CAAC, ha recordado Vázquez, está adscrito el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A)

Vázquez ha subrayado que esta importante partida reafirma el compromiso de la Consejería con las artes visuales y la apuesta decidida por las dos instituciones que son fundamentales para el conocimiento y la difusión del arte contemporáneo.

Asimismo, el consejero ha indicado que en este presupuesto se contemplan, entre otras partidas, 742.523 euros para gastos en exposiciones y actividades en ambos espacios culturales; 100.000 euros para la adquisición de obras de arte y 225.00 euros para el revestimiento de cubiertas en el Monasterio de la Cartuja, sede del CAAC.

La muestra reúne obras de 24 artistas nacionales e internacionales e invita a pensar en cómo las exposiciones reflejaron, pero también contribuyeron, a construir algunos de los relatos históricos más representativos del siglo XX.

Para el consejero, "estamos ante una exposición importante y ambiciosa, que merece la pena conocer, disfrutar y compartir". Una muestra, ha añadido Vázquez, "que entra de lleno en uno de los debates más interesantes en el mundo del arte actual, el fenómeno del arte más allá de la propia expresión del artista, invitando a una reflexión sobre el propio lenguaje del arte. Las formas también cuentan".

Confluencia de proyectos

Tomando como título un comentario del artista ruso El Lissitzky sobre la abundancia de estímulos en las exposiciones de gran formato, esta muestra se propone como una confluencia de proyectos de artistas contemporáneos que trabajan con medios como la pintura y el dibujo, el vídeo y la instalación, e incluso realizando nuevos modelos de museo. En la última década, muchos de ellos se han interesado por abordar diversos aspectos de los fenómenos expositivos con una mirada crítica en la que destaca una fuerte conciencia de la historia y una inclinación por explorar los mecanismos de la ficción. La exposición incluye cuatro proyectos de nueva producción y fotografías de archivo que ayudan a contextualizar los debates contemporáneos.

'Mil bestias que rugen. Dispositivos de exposición para una modernidad crítica', parte de la idea de que las exposiciones no sólo fueron un escaparate para que las obras de arte se presentaran ante el público, sino que ellas mismas elaboraron narrativas en las que se fueron filtrando las ideologías y los discursos dominantes. Con el paso del tiempo se puede comprobar con más claridad cómo las distintas formas de exponer las obras y las imágenes se encontraban atravesadas por los procesos históricos que las enmarcaban. Los artistas presentes en la muestra reflexionan sobre este fenómeno, pero también tratan de hacer visibles los silencios, malentendidos o posibilidades no desarrolladas, que se escapan a las versiones oficiales de la historia.

La muestra podrá visitarse entre los días 20 de octubre y 4 de marzo. Participan los artistas Ed Atkins, Yto Barrada, Lothar Baumgarten, Mabe Bethônico, Mel Bochner, René Burri, Tacita Dean, Marcel van Eeden, Sandra Gamarra, Cristina Garrido, Isaías Griñolo, Hans Haacke, Mathieu Kleyebe Abonnenc, Ursula Mayer, Porter McCray-MoAA, Falke Pisano, Walid Raad, Vladislav, Shapovalov, Sara Sejin Chang (Sara van der Heide), Vladislav Shapovalov, Amie Siegel, Lucas Simôes, Oriol Vilanova, Simon Wachsmuth y Emma Wolukau-Wanambwa.

La exposición establece tres ámbitos que se entrecruzan. El primero reflexiona sobre el modo en que, en las primeras décadas del siglo XX, la asociación entre el arte llamado primitivo y el arte de vanguardia desempeñó un papel importante a la hora de expandir el gusto de una burguesía deseosa de ser moderna, mientras, de forma simultánea, se estaban produciendo una serie de procesos coloniales que esta asociación dejaba en un punto ciego. El segundo aborda la forma en que la conformación de un canon del arte moderno en la posguerra estuvo íntimamente ligada a la política de bloques y a la Guerra Fría. El tercero indaga sobre cómo los medios de masas y el caudal casi infinito de imágenes y reproducciones que conforman el museo imaginario han alterado significativamente la forma en la que conocer el mundo. A pesar de esta división, muchas de las obras presentes en esta exposición podrían pertenecer a varios de estos ámbitos, y los diálogos que establecen entre ellas en el espacio del CAAC están abiertos. Por ello, en el recorrido se invita a los espectadores a establecer nuevas conexiones entre ellas.

Según la comisaria de la muestra, Olga Fernández López, "el objetivo de esta muestra no es hacer una exposición de exposiciones históricas, sino presentar obras de artistas actuales que utilizan el imaginario que se conformó en las exposiciones como punto de partida para plantear debates contemporáneos.

El primer apartado de la muestra, titulado 'Exponer el inconsciente colonial', analiza cómo en los últimos años algunos artistas están revisitando algunas de las estrategias de coleccionismo y exposición que fueron iniciadas por los procesos coloniales del siglo XIX. Las colecciones de arte no-occidental habían llegado a Europa a través de expolios, apropiaciones, engaños o compras como parte de las políticas coloniales. Su inserción en espacios de significación occidentales hizo que no sólo quedaran descontextualizados, sino que se vieran atrapados en museos desde donde se legitimaban miradas científicas, culturales o estéticas que imponían interpretaciones interesadas. Teniendo en cuenta que el encuentro colonial se produjo de manera asimétrica, la naturalización de la alianza estratégica entre el arte moderno y el entonces denominado arte "salvaje", "primitivo", "tribal" o "étnico" constituye un asunto espinoso, que refuerza más que cuestiona la mirada romántica y exotizante de Occidente. Las obras presentes en esta exposición proponen una lectura crítica sobre los procesos de destierro, fetichización y revalorización que estos objetos han experimentado a lo largo del siglo.

La segunda sección, llamada 'Exposiciones y diplomacia cultural', refleja cómo uno de los ámbitos que, en los últimos años, ha generado más atención es el periodo que sigue a la Segunda Guerra Mundial y el marco geopolítico que se establece en la Guerra Fría. En este contexto, cada vez más mediático, las políticas expositivas oficiales, en especial las de Estados Unidos y la Unión Soviética, desempeñaron un papel muy significativo como instrumento de divulgación artística y política. La consolidación de un arte moderado, purificado de su radicalidad más revolucionaria, configura un contexto artístico conservador donde sale beneficiado el arte abstracto, que se convierte en pieza fundamental del canon del arte moderno. La diplomacia cultural de la Guerra Fría también afectó a España, cuya situación geoestratégica facilitó que las potencias occidentales sustituyeran el aislamiento por una creciente colaboración expositiva.

La tercera sección de la exposición, 'La copia expuesta', parte de André Malraux, que en 1947 publica su conocido libro Le musée imaginaire (El museo imaginario), donde reflexiona sobre el impacto que la reproducción mecánica ha tenido en el modo de entender la historia del arte y también en la imagen del mundo. La posibilidad de acceder a un casi infinito repertorio de imágenes supuso una desjerarquización de los rangos en los que tradicionalmente se clasificaban y valoraban las representaciones, tanto las artísticas, como las que, cada vez más, se fueron agrupando bajo la denominación cultura visual.