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Economía y Empleo

"De repente existo, se me escucha y la gente considera que mi idea es válida"

Gádor Espinosa, directora general y fundadora de Portocarrero Tenders, narra los obstáculos de su experiencia como mujer emprendedora y tecnológica

Érase una vez una niña, llamada Gádor, que vivía en un bonito pueblo costero almeriense pero que no tenía instituto. Sus padres tuvieron que dejarlo para que ella pudiera estudiar. Lo hizo en el bachillerato técnico industrial que estaba orientado a animar a los adolescentes a matricularse en ingenierías. "Solo éramos cinco chicas en la clase, y las cinco acabamos siendo ingenieras", una topógrafa, dos industriales y ella, de caminos.

Tenía 26 años, estaba terminando su proyecto fin de carrera que versaba sobre un hipotético puerto en la isla de Alborán y entonces le llamaron para ejecutarlo. En realidad, no era la solución que ella había trazado en su proyecto, pero sí era una gran oportunidad. "Cobraba un 40% menos de lo que correspondía a mi categoría. Era imprescindible que hubiera un ingeniero de caminos al frente y un hombre hubiera resultado mucho más caro". Era la única mujer ingeniero de caminos en la empresa en toda Andalucía.

La historia continúa con su paso por una segunda empresa constructora. En ella "volví a tener un 20% menos de sueldo que mis compañeros, pero ya había avanzado bastante". Y con 30 años constituyó su primera empresa "a ver si así conseguía ya mi sueldo..."

Llegó a tener empleados a cuatro ingenieros de caminos, con los que recorría toda Andalucía dirigiendo obras. Pero llegó la crisis y ya no pudo sostener sus sueldos, aunque llegaba a casa a las once de la noche con la misma ilusión con la que salía a las siete de la mañana. "Eso era ser emprendedora, la ilusión de construir algo, de dar empleo, la falta de límites presentes y futuros, ser temerario, no mirar atrás..."

Y con la crisis, la obra pública se desplomó en España. "Yo era experta licitadora; llevaba años haciéndolo con mucho éxito y detecté un problema. A mi alrededor, los autónomos y las microempresas creían que las licitaciones eran solo para unos pocos. Pensaban que solo eran de infraestructuras y que eran siempre presupuestos enormes. No había forma de convencerles de que la transparencia funcionaba, de que podían licitar, que no había tanto papeleo".

"Las licitaciones tenían una costra de maldad a la que no se quería acercar nadie que no fuera una gran empresa". Entonces se dio cuenta de que había otro hándicap y era que para poder licitar hacía falta personal y así surgió su idea. "La solución no podía ser otra que un Google, en el que tú escribes a qué te dedicas o qué vendes y te responde lo que hay vivo, y no solo eso, sino que extrae las quince variables necesarias para decidir si puedes o no postular y si te interesa o no hacerlo". Eso, explica, cuesta del orden de 45 minutos por cada licitación y cada día en España se publican 500 licitaciones; hagan el cálculo.

Sin embargo, "esto se puede conseguir en una madrugada con 15 algoritmos con cinco espejos que barren todas las plataformas de publicaciones de licitaciones para que a las 8 de la mañana ya esté todo listo y cargado".

Pero ni cajas, ni bancos le daban financiación, alegaban que era un producto tecnológico y que había muchísimo riesgo, que si hubiera sido una empresa tradicional, sí la hubiera obtenido. A pesar de ello, "conseguí fabricar el prototipo con mis ahorros, mi padre y un préstamo personal que conseguí de mi banco diciendo que iba a hacer obras en mi casa, que no hice, claro".

A punto de abandonar, aceptan mi idea en la aceleradora de Andalucía Open Future, me quieren acelerar durante 8 meses y eso ya me da fuerzas para continuar. "De repente, un equipo de funcionarios, de mentores, de profesionales me escuchan, me asesoran, me critican, me cambian cosas, me hacen hacer un plan de negocios a 5 años que era dolorosísimo porque era como tener una empresa de verdad y yo solo tenía un prototipo. Pero de repente existo, de repente se me escucha, de repente la gente considera que mi idea es válida".

Llega el momento de buscar las opciones de financiación pública pero sin suerte. Tuvo que ser en una ronda de financiación, en la que consiguió un business angel, un inversor privado, que le aportó el dinero necesario para comenzar. Nace por fin TendersPro. "Y con este final feliz termina el cuento de hadas que le anuncié al principio, pero todos sabemos que los cuentos de hadas no existen. No les voy a engañar".

La historia de Gádor es la de muchas mujeres y su relato el de las trabas con las que se encuentran a la hora de poner en marcha sus empresas: la dificultad en el acceso a la financiación y la escasa presencia de mujeres al frente de proyectos tecnológicos, con el obstáculo añadido de los estereotipos de género.

"A las mujeres hay que dejarlas elegir. No podemos forzarlas o decantarlas, sin embargo sí haría una excepción y orientaría a las mujeres hacia la programación y la inteligencia artificial. No podemos dejar que los algoritmos piensen solo en masculino", es su reflexión final.

Gádor Espinosa narró su particular "cuento" en la Conferencia Internacional de Economía y Presupuesto público para la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, organizada por la Consejería de Hacienda, Industria y Energía, en colaboración con el Instituto de Estudios sobre la Hacienda Pública en Andalucía (IEPHA). Una jornada que sirvió de foro de reflexión para profundizar sobre el papel de la política presupuestaria para construir una sociedad más igualitaria y para abordar las dificultades de la mujer ante el emprendimiento, poniendo el foco en el ámbito digital, un sector estratégico de la economía y en el que la brecha de género es especialmente acusada.