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Cultura
LA VUELTA AL MUNDO SIN SALIR DE ANDALUCÍA (II)

Andalucía, más allá del tiempo y del espacio

Un asteroide descubierto en Calar Alto entre las órbitas de la Tierra y Marte se llama Almería desde el año de la conmemoración del descubrimiento del Nuevo Mundo

El globo terráqueo se ha quedado pequeño para contener la huella andaluza. Desde 1992, año del quinto centenario del descubrimiento de América, el Nuevo Mundo, Andalucía cuenta con un lugar en el espacio: es Almería, un asteroide cercano a la Tierra (los llamados NEA) y que forma parte del grupo de los llamados Amor. Sus dimensiones son más bien modestas, unos quince metros, aunque el de Cheliabinks, que apenas medía un par de metros más, desató en su explosión una energía similar a la de treinta bombas atómicas cuando reventó sobre el cielo ruso en febrero de 2013.

No obstante, no cabe esperar noticias catastróficas de esta Almería cósmica: aunque se encuentra entre la órbita de Marte y la de la Tierra, no cruza la de nuestro planeta. Lo descubrieron en el observatorio de Calar Alto los astrónomos alemanes Kurt Birkle y Ulrich Hopp, quienes propusieron el nombre de Almería en agradecimiento a la hospitalidad que les dispensaron en ese retal andaluz.

Y es que Andalucía continúa, siglos después de aquellas primeras expediciones temerarias, descubriendo el mundo de algún modo. Dice la tradición que la isla de Granada, antes bautizada como Concepción por el almirante Cristóbal Colón, fue llamada así por la semejanza con Sierra Nevada que su perfil despertó en unos marineros que la divisaron en 1523. A partir de ahí, este hermoso y volcánico cofre de las especias antillanas avivó muchos amores: españoles, franceses, ingleses y, prácticamente, todo el que fue llegando, creándose así una especie de extravagante aleación cultural tan colorida y diversa como las casas, las playas y los mercados que constituyen su escenario.

 

Sus olores son los del cacao y la banana, el clavo y la canela, el pimentón y el jengibre, el azúcar en abundancia y su joya de la corona, la nuez moscada, que son parte importante de su riqueza. Pero lejos de conformarse con su talento para la especiería, Granada cuenta desde 2006 con otro tesoro imponente que se encuentra entre las grandes maravillas de nuestro tiempo: el Parque de las Estatuas Sumergidas, obra del inglés Jason de Caires Taylor. Cuesta imaginar algo más asombroso que esta sociedad de hormigón atrapada en su dulce sueño submarino.

Estas figuras ancladas en un mar sin tiempo constituyen un arrecife artístico destinado a la recuperación de los corales dañados en su día por un huracán, para que la vida lo recubra todo y la naturaleza concluya la obra con su caprichoso toque de improvisación. Pero también es, y así lo ha llegado a explicar el autor, una manifestación de la curiosidad por descubrir que toma el fondo marino como territorio. Es, por lo tanto, el hallazgo de un mundo. Como aquellos que los españoles protagonizaron a lo largo de la Edad Moderna y que ahora, en este caso tan peculiar, también lleva nombre andaluz: Granada.